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Alberto Moravia : Cuentos romanos . El rorro ( fragmento )


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Un día que mi mujer andaba de mal humor le dijo la verdad a aquella buena señora que nos traía la ayuda de la Sociedad Asistencial de Roma y que no dejaba de preguntarnos por qué traíamos tantos hijos al mundo: “Si tuviéramos dinero, en la noche iríamos al cine… Pero como no lo tenemos, nos vamos a la cama y así nacen los hijos”. La señora se sintió ofendida al oír tales palabras y se fue sin decir nada. Yo regañé a mi mujer porque no es bueno decir siempre la verdad, y antes de decirla uno debe saber con quién trata. Cuando era joven, antes de casarme, a veces me entretenía leyendo la nota roja del periódico de Roma, en la que cuentan todas las desgracias que le pueden suceder a la gente, como robos, asesinatos, suicidios, accidentes callejeros. Y de entre todas estas desgracias, la única que me parecía imposible que pudiera pasarme, era la de convertirme en lo que el periódico llamaba “un caso piadoso”, es decir una persona tan desgraciada que inspira compasión sin que le haya ocurrido ninguna desgracia en especial, sino así nomás, por el solo hecho de existir. Era joven, como ya he dicho, y aún no sabía lo que significa mantener a una familia numerosa. Pero ahora, con asombro, veo que poco a poco me he convertido en un verdadero “caso piadoso”. Leía, por ejemplo: viven en la más negra de las miserias. Bien, yo vivo ahora en la más negra de las miserias. O bien: viven en casas que de casa sólo tienen el nombre. Bien, yo vivo en Tormarancio, con mi mujer y seis hijos en un solo cuarto y, cuando llueve, el agua va y viene por todas partes . En otra ocasión: mi esposa, infeliz, cuando supo que estaba embarazada, tomó una decisión criminal: deshacerse del fruto de su amor. Pues bien, de común acuerdo tomamos esta decisión, mi mujer y yo, al descubrir que estaba embarazada por séptima vez. En fin, decidimos abandonar a la criatura en una iglesia, tan pronto como lo permitiera el clima, confiándola a la caridad del primero que la encontrara. Mi mujer gracias a la intercesión de esas buenas señoras, se fue a parir en el hospital y, luego, apenas se sintió mejorada, regresó a Tormarancio con el nene. Al entrar al cuarto, me dijo: “¿Me creerías que, a pesar de que un hospital es un hospital, me hubiera gustado quedarme ahí con tal de no regresar nunca?”Era un nene hermoso y robusto, con un galillo muy fuerte; así que por la noche, cuando se despertaba y comenzaba a llorar, ya no dejaba dormir a nadie. Cuando llegó el mes de mayo y el aire se puso bastante tibio como para andar en la calle sin abrigo, salimos de Tormarancio y nos fuimos a Roma. Mi mujer cargaba al nene apretándolo contra su pecho, envuelto en un montón de trapos, como si fuera a dejarlo en un campo cubierto de nieve. Al entrar a la ciudad, tal vez para demostrar que no le dolía, empezó a hablar sin darse punto de reposo, alterada, jadeante, con los cabellos al aire y los ojos desorbitados. A veces hablaba de todas las iglesias donde podíamos dejarlo, haciendo hincapié en que debía ser una iglesia frecuentada por gente rica, porque si lo recogía alguien tan pobre como nosotros, más valía quedarnos con él; en otras me decía que era preferible una iglesia dedicada a la Virgen, porque la Virgen también había tenido un hijo, y podía entender ciertas cosas y le concedería su deseo. Su modo de hablar me cansaba y me ponía histérico, pues yo también estaba mortificado y me inquietaba lo que estaba haciendo, pero me repetía que era necesario no perder la cabeza, mostrarme sereno y animarla. Hice alguna objeción, al menos para interrumpir aquel río de palabras, y luego propuse: “Una idea… ¿Qué tal si lo dejamos en la Basílica de San Pedro?” Ella se quedó pensando un instante, luego repuso: “No, ésa es más bien una plaza de armas… ni siquiera lo verían… Prefiero hacer la prueba en una iglesia chiquita que está en la calle Condotti, donde están todas esas tiendas elegantes… Allí va mucha gente rica. Ése es el lugar”.Tomamos el autobús y, viéndose entre tanta gente, por fin se calló. De vez en cuando envolvía al nene de nuevo, apretado entre su cobijita, o le descubría el rostro, con precaución, para mirarlo. El nene dormía, con su carita blanca y chapeteada, hundida entre los trapos. Estaba mal vestido, como nosotros. Lo único bueno que llevaba eran sus guantitos de lana azul, y tenía las manitas , fuera, bien abiertas, como si los presumiera. Nos bajamos en la plazoleta Goldoni, y de inmediato mi mujer reinició con su parloteo. Se detuvo frente al escaparate de un joyero y, mostrándome las joyas expuestas en repisitas forradas de terciopelo rojo, me dijo: “Mira cuánta belleza… La gente viene a esta calle a comprar joyas y puras cosas bonitas… Aquí no vienen los pobres… Entre tienda y tienda van a rezar un rato a la iglesia… Tienen buena disposición… Ven al nene y se lo llevan”.Decía esto mirando las joyas, apretando al nene contra su pecho, con los ojos de par en par, como si hablara para sí misma. Yo no tuve el valor de contradecirla. Entramos a la iglesia. Era pequeña, pintada de color amarillo, jaspeado, como si fuera de mármol, con muchas capillas y el altar mayor. Mi mujer dijo que la recordaba distinta, y que ahora, viéndola bien, no le gustaba ni tantito. Pero mojó los dedos en el agua bendita y se santiguó. Después, con el nene en brazos, comenzó a recorrer lentamente la iglesia, examinándola con una actitud descontentadiza y desconfiada. De la cúpula, a través de las lumbreras, caía una luz fría pero clara. Mi mujer iba de capilla en capilla, mirándolo todo: bancas, altares, cuadros, para ver si era el caso de dejar ahí al nene. Yo caminaba detrás de ella, a una cierta distancia, sin perder de vista la entrada. Entró de repente una señorita alta, vestida de rojo, de cabellos rubios como el oro. Se arrodilló, forzando la estrechez de su falda, rezó tal vez ni siquiera un minuto, se persignó y salió sin mirarnos. Mi mujer, que había visto todo, me dijo de pronto: “No, no me gusta… Aquí viene gente como esa señorita, que tiene prisa de divertirse y ver tiendas. Vámonos”. Y diciendo esto, salió de la iglesia. Remontamos un buen trecho por el Corso, siempre corriendo, mi mujer adelante y yo tras ella. Cerca de la Plaza Venecia entramos en otra iglesia. Ésta era más grande que la otra, muy oscura, llena de telas, doraderas y vitrinas abarrotadas de corazones de plata que brillaban en la oscuridad. Había mucha gente y, a ojo de buen cubero, consideré que se trataba de gente adinerada; las señoras con sombrero, los hombres bien vestidos. Un sacerdote manoteaba desde el púlpito, predicando. Todo mundo estaba de pie, mirando hacia él, y pensé que eso era bueno porque nadie nos observaría. Le dije a mi mujer, en voz muy baja: “¿Quieres que lo dejemos aquí?” Me dijo que sí, a señas. Nos dirigimos hacia una de las capillas laterales, muy oscura; no había nadie y casi no se veía. Mi mujer cubrió el rostro del nene con una punta de la cobija que lo abrigaba y luego lo dejó sobre una silla, tal y como se deja un bulto estorboso, para sentirse más libre. Luego se arrodilló y estuvo rezando un largo rato, con la cara entre las manos, mientras yo, sin saber qué hacer, miraba los cientos y cientos de corazones de plata de todos los tamaños, que tapizaban las paredes de la capilla. Finalmente mi mujer se puso de pie, cariacontecida; se persignó y, paso a paso, se alejó de la capilla, y yo tras ella, a cierta distancia. En ese momento, el predicador gritaba: “Y Jesús dijo: ¡Pedro!, ¿adónde vas?” Lo percibí de inmediato, porque me pareció que me lo preguntaba a mí. Pero cuando mi mujer se disponía a apartar la cortina para salir, una voz nos hizo brincar a los dos: “Señora, dejó un paquete en la silla”. Era una mujer vestida de negro, una de esas beatas que se pasan todo el santo día entre la iglesia y la sacristía. “Es cierto”, dijo mi mujer, “gracias… Se me olvidaba”. En fin, recogimos el bulto y salimos de la iglesia más muertos que vivos. Ya fuera de la iglesia, mi mujer dijo: “Nadie quiere a mi pobre hijo”, más o menos como un vendedor que piensa vender pronto la mercancía y luego ve que en todo el mercado no hay nadie que se interese por ella. Mientras tanto, ella había empezado a correr de nuevo, con su modo enajenado, casi sin tocar el suelo con los pies. Fuimos a dar a la Plaza de los Santos Apóstoles. La iglesia estaba abierta y, tan pronto como entramos, al verla tan grande, tan espaciosa y oscura, mi mujer me susurró al oído: “Esto es lo que necesitamos”. Caminó decididamente hacia una capilla lateral, dejó al nene sobre una banca y, como sí el pavimento le quemara los pies, sin persignarse, sin rezar, sin siquiera darle un beso en la frente, se alejó de prisa hacia el portón de la iglesia. Pero sólo había dado unos cuantos pasos cuando la iglesia retumbó con un llanto desesperado: era la hora de mamar, y el nene, puntual, lloraba porque tenía hambre. Quizás mi mujer perdió la cabeza al oír un llanto tan fuerte. Primero corrió hacia la puerta, luego volvió sobre sus pasos, siempre corriendo, y, sin ponerse a pensar dónde estaba, se sentó en una banca, tomó al nene en brazos y se desabrochó para darle el pecho. Pero no acababa de sacarse completamente el pecho —que el niño, como un verdadero lobo, agarró a dos manos, callándose al instante—, cuando una voz grosera comenzó a gritar: “Esas cosas no se hacen en la casa de Dios. ¡Fuera, fuera! ¡A la calle!”Era el sacristán; un viejito con barbita blanca, y con una voz más grande que él. Mi mujer le dijo, levantándose y cubriendo lo mejor que pudo la cabeza del nene y el pecho: “La Virgen, sin embargo, en los cuadros siempre tiene a un niño en brazos”. El sacristán le respondió: “Y tú quisieras ser como la Virgen. ¡Presuntuosa!” Basta. Salimos de la iglesia y fuimos a sentarnos en el jardín de la Plaza Venecia; allí mi mujer le dio el pecho al nene hasta que éste se hartó y se durmió de nuevo. Ya era de noche. Estaban cerrando las iglesias y estábamos muy cansados, como idiotas, sin que se nos ocurriera nada. Me desesperaba el hecho de tener que pensar en algo que no tenía ganas de hacer, y le dije: “Mira, ya es tarde y no aguanto más. Tenemos que decidirnos”. Ella me contestó, con amargura: “Pero es tu sangre… ¿Quieres abandonarlo en cualquier esquina así nomás, como si fuera el cucurucho de tripas para los gatos?” Le dije: “¡Claro que no! Pero ciertas cosas se hacen pronto, sin pensarlo mucho, o nunca se hacen”. Y ella: “Lo que pasa es que tienes miedo de que me arrepienta y me lo lleve otra vez a casa… ¡Ustedes los hombres son unos cobardes!” Comprendí que no debía contradecirla en esos momentos y le contesté con moderación: “Te comprendo, no te apures… Pero date cuenta de que por muy mal que le vaya, siempre le irá mejor que si crece en Tormarancio, en un cuarto sin excusado ni cocina, entre las cucarachas en invierno y las moscas en verano”. Esta vez, ella no dijo nada. Sin saber adónde ir, tomamos por la calle Nazionale, recorriéndola hasta la Torre de Nerón. Poco más adelante, vi una callecita que subía, totalmente desierta, con un coche gris, cerrado, parado frente a un portón. Tuve una idea: fui hacia el coche, moví una de las manijas y la portezuela se abrió. Le dije a mi mujer: “¡Pronto, éste es el momento…! Déjalo en el asiento trasero”. Obedeciendo, ella dejó al nene bien acomodado en los asientos posteriores, y luego cerré la portezuela. Hicimos todo esto en un instante, sin que nadie nos viera. Luego la tomé del brazo y nos alejamos corriendo hacia la Plaza del Quirinal. La plaza estaba desierta y casi a oscuras, con pocos faroles encendidos bajo los palacios y todas las luces de Roma brillando en la noche, tras los parapetos. Mi mujer se acercó a la fuente bajo el obelisco, se sentó en una banca y de pronto empezó a llorar, agachada, dándome la espalda. Le dije: “¿Y ahora qué te pasa?” Y ella: “Ahora que lo he abandonado, siento que me falta… Que me falta algo aquí, en el pecho, donde se me colgaba… ”Le dije, por no dejar: “Bueno, es natural. Pero ya se te pasará”. Se alzó de hombros y siguió llorando. Luego, de repente, se le secó el llanto como se seca la lluvia en la calle cuando sopla el viento. Se levantó, furiosa, y dijo, señalando uno de los palacios: “¡Ahora mismo entro ahí y hago que me reciba el rey y le cuento todo!” “¡Detente!”, le grité, jalándola de un brazo, “estás loca. ¿Qué no sabes que ya no hay rey?” Y ella: “¿Y eso a mí qué me importa? ¡Voy a hablar con el que se quedó en su lugar! Alguien ha de estar”. En fin, ella corría ya hacia el portón, y no quiero ni imaginar el escándalo que habría armado si yo no le hubiera dicho de pronto, desesperado: “¡Óyeme…! Cambié de idea… Regresemos al coche nos llevamos al nene… Quiero decir que nos quedamos con él… Al fin y al cabo, da lo mismo uno más que uno menos…” Esta idea, que era la principal, suplantó inmediatamente a la de hablar con el rey. “¿Crees que esté ahí todavía?”, dijo, mientras se encaminaba rápidamente hacia la callecita donde estaba el coche gris. “Claro que sí”, le contesté. “No han pasado ni cinco minutos”.En efecto, el coche aún estaba ahí; pero en el preciso momento en que mi mujer se disponía a abrir la portezuela, un hombre maduro, chaparro, con pinta de autoritario, salió del portón, gritando: “ ¡Quieta, quieta! ¿Qué busca en mi coche?” “¡Busco algo que es mío!”, respondió mi mujer sin voltear a verlo y agachándose para recoger el bulto con el nene que estaba en el asiento, pero el otro insistía: “¿Pero qué es lo que se lleva? ¡Este coche es mío, mío! ¡No entiende?”. Hubieran visto a mi mujer. Irguiéndose, lo embistió de esta manera: “¡Pero quién te quita nada! No tengas miedo, nadie te quita nada. ¡Mira cómo escupo tu coche!” Y, dicho y hecho, le escupió la portezuela. “Pero ese bulto… ”, siguió diciendo el hombre, asombradísimo. Y ella: “No es un bulto… Es mi hijo… ¡Mira!”.Le destapó la cara al nene, mostrándoselo, y agregó: “Tú, ni naciendo otra vez, podrás tener con tu mujer un nene tan bonito como éste… ¡Y no te atrevas a ponerme las manos encima, porque grito y llamo a los policías y les digo que querías robarme a mi hijo!”. En fin, le dijo tantas cosas, que al pobre hombre, con la cara roja y la boca abierta, por poco y le da un ataque. Finalmente, sin prisa alguna, se alejó del coche y me alcanzó en la esquina de la calle.

Relatos de alumnos : diario de viaje


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DIARIO DE VIAJE 

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Querida hermana :
Me hubiera gustado mucho que hubieses venido con Alberto, Salva y conmigo al viaje a Brasov ( Rumania).

Como siempre Alberto no supo, hasta 24 horas antes, que podía partir
Yo había pensado visitar, al menos unas horitas, algunas ciudades europeas por las que íbamos a pasar . Ya te explicaré qué ciudades visitamos .

Te cuento que se te hubiesen puesto los pelos de punta, al ver todos los bultos que teníamos en la entrada de casa y en el pasillo : las maletas , los sacos de dormir, las neveras , comida etc..
Por fin el día 23-7-05 , cerca del mediodía, partimos rumbo a Brasov. Bueno tenía una pequeña esperanza de llegar a Constanza , pero en nueve días, el objetivo estaba bastante difícil.
Finalmente llegó la autorización de los jefes de Alberto y salimos de Barcelona por autopista dirección Francia .
Llevábamos la guía Michelín sacada de internet, que nos fue bastante útil.
Después de las paradas en las áreas de descanso de la autopista , para comer algo ligero , ir al lavabo y tomar café , pasando de largo la ciudad de Lyón
y atravesando muchos túneles , llegamos a Chatillon a los pies del monte Jura .
Llegamos de noche a – Chatillon ( habíamos recorrido aprox. 700 km. desde Barcelona ) al mismísimo monte Jura ( Suiza ).
Recordaba a mi profesor de latín del instituto masculino de Lugo que se le hacia la boca agua hablando del Jura , de la guerra de las Galias , etc en aquella aula- nevera .
Ya ha llovido , ¿ qué te parece?
Cuando Alberto y yo hacíamos el COU , tú no habías comenzado 1º de primaria , estabas todavía en parvulitos , eras nuestro ángel y lo sigues siendo.



Hemos conocido en un área de descanso en la autopista a una pareja portuguesa que trabaja de transportista , son de Guarda , un pueblo portugués, fronterizo con la provincia de Salamanca. Compartimos mesa en la zona de descanso de la autopista . Buena gente .
De noche, ha hecho mucho frío en Chatillon .Ya sabes , hermana, que no pego ojo , pero tenia que dormir porque sabes que yo no le quito al ojo a ningún conductor porque tengo miedo de que por cansancio se duerma al volante .



Atravesamos túneles y puentes y desde muchos metros de altura por la autopista se divisan pueblos en los valles. Dice Alberto que el paisaje es prealpino.
Como bien sabes, Alberto siempre tiene la razón o, como digo yo, siempre tiene ración .


2 dia. Salimos de Chatillon dirección Salburgo pasando Bern , Zurich, St Gallen, Insbruch.
De algunas ciudades me habían hablado mis profesores pero no podíamos pararnos en todas porque no teníamos ni tiempo ni dinero .
Como ya sabes lo que le gusta la montaña , Alberto estaba emocionado con el paisaje de las valles suizas. Atravesamos el Tirol.
Alberto repetía ante este paisaje: parece un belén, es perfecto . Pero tu ya sabes que yo no creo en la teoría de la perfección , mas bien en la teoría contraria, aunque tenia que reconocer que, al menos como turistas que eramos, idílico si que me parecía idílico , pero seguía pensando en mi interior que la vida de las personas que trabajan con ese frío, sobre todo en invierno , debía muy dura por mucha moral que le echen y muy avanzados que estén.
Encontramos una habitación a pocos kilometros de Salburg.
También hacia frio de noche y llovia .

En Salsburgo nos dimos unas vueltas y tú ya sabes que Alberto si no encuentra habitación a la primera , coge y se va , pero tuvimos suerte y encontramos una buena habitación.
Alberto se durmió enseguida, Curro se quedó viendo la tele y yo me metí en el lavabo a hacer anotaciones en el diario del viaje y a fumar medio cigarro.



Alberto cansado y malhumorado , repito, cansado de los aproximadamente 2ooo km conduciendo, cuando llegamos a Viena estaba realmente fatigado , pero de repente su humor cambió, cuando se metió entre pecho y espalda una buena salchicha y mejor cerveza , que para eso es un experto. Tú ya sabes.........................
¿Cómo es Viena? A mi me recuerda mucho ,en arquitectura , a Italia ; tiene unos jardines preciosos.


Me llamó mucho la atención en la plaza Lessing( comprobar ) un monumento sin ninguna inscripción en las paredes,
Me dí cuenta que sólo en el suelo se puede leer que es un monumento dedicado a las victimas del nazismo, a todos aquellos que murieron en los campos de concentración nazi ( en este momento me acordé de todo lo que nos había explicado el abuelo que quedó bien marcado por haberle tocado luchar en la guerra civil española).
Hemos visitado la iglesia de Sant Peter en Viena y hemos hecho un recorrido a pie por la ciudad.



Después de que Alberto y Salva se peleen por la cámara de video , graban unos minutos algo del centro de la ciudad de Viena y otra vez nos ponemos en ruta dirección Budapest .
Al llegar lo que más nos llama la atención es el Danubio por sus dimensiones.

También el agua es buena y abundante tanto para lavarse como para beber.
Lo comprobamos en el albergue.


Hermana, como te iba contando, el paisaje ahora es llano , grandes campos de girasoles y, una cosa a destacar, Hungría ya está globalizada ( Coca-cola, Ikea , Auchan( Alcampo ) , Wolswagen , etc )

Según mi profesor de Historia, Budapest le recuerda mucho la Barcelona de los años 70 .

Salimos de Budapest dirección Szeged y entramos en Rumania por Arad
Ya no hay autopista , circulamos por una carretera nacional muy transitada
Muy peligrosa por la velocidad y los adelantamientos.
Atravesamos pueblos pequeños y grandes como Arad, Deva
Llegamos pasada la medianoche a Brasov .

Brasov se merece otra carta .

un abrazo muy fuerte de

Alberto, Curro y mio.

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os agradezco mucho que compartáis este mensaje
Me llamo Merve
Soy medica en proceso de homologación , me ofrezco para cuidar enfermos , mayores y/o ingresados en el hospital
Mi teléfono : 691532188
Mi email : mervealbayrak34@gmail.com

Primo Levi : La tregua

http://es.scribd.com/doc/32285252/Primo-Levi-La-Tregua

La tregua es una obra de Primo Levi, que narra su experiencia en el viaje de retorno a Italia después de su permanencia en el campo de concentración de Auschwitz.
La obra se publicó en 1962 y ganó el premio Campiello.
En 1997 Francesco Rossi dirigió la película del mismo nombre inspirada en el libro de Levi.





Los viajes de Ulises por Sara 1º C


Sara        1rC



Argumento de la Odisea




La Odisea es un poema épico griego, compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero.

Narra la vuelta a casa del héroe griego Ulises tras la Guerra de Troya. Ulises tarda veinte años en regresar a la isla de Ítaca, donde poseía el título de rey, período durante el cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope han de tolerar en su palacio a los pretendientes que buscan desposarla, al mismo tiempo que consumen los bienes de la familia.

La mejor arma de Ulises es su astucia. Gracias a su inteligencia es capaz de escapar de los continuos problemas a los que ha de enfrentarse por designio de los dioses. Para esto, planea diversas estrategias, bien sean físicas —como pueden ser los disfraces— o con audaces y engañosos discursos de los que se vale para conseguir sus objetivos.
Personajes 

Ulises: ​


​ Fue uno delos ​ héroes legendarios griegos que aparece como personaje central y que  da nombre a la ​ Odisea​ . Era ​ rey de ​ Ítaca​ , hijo de ​ Laertes y ​ Anticlea​ . Era esposo de ​ Penélope​ ,  padre de ​ Telémaco y hermano mayor de ​ Ctímene​ , que sufrieron esperándolo durante veinte años: diez de ellos los había pasado luchando en la guerra de Troya y los otros diez intentando  regresar a Ítaca con una serie​ de problemas y obstáculos que tuvo que enfrentar.
Su aspecto  físico era de gran fortaleza, alto y robusto. Su cabello era largo y marrón.

Penélope:

Es la esposa de Ulises. Ella  espera durante veinte años el retorno de su marido de la ​Guerra deTroya​ .Por esta razón  se la considera un símbolo de la fidelidad matrimonial.Mientras su     esposo está fuera, Penélope es pretendida por múltiples hombres. Para mantener su  castidad ante la ausencia de su marido, ésta idea un gran plan. Les dice a los  pretendientes que aceptará la desaparición de Ulises, con la consecuente promesa de un   nuevo enlace, cuando termine de tejer un sudario, para cuando falleciese el ex rey   Laertes​ . Para mantener el mayor tiempo posible este tejido   en elaboración,procura deshacer por la noche lo que teje durante el día,y de esta forma                
soporta los 20 años. Justo cuando Ulises llega a casa, Penélope termina la labor, Ulises mata a los pretendientes y permanece con ella. Penélope era guapa, rubia, simpática y fiel.

Telémaco: Es el hijo de Ulises y de​  Penélope. Telémaco era todavía un niño  cuando su padre marchó a la ​Guerra de Troya​ , y en sus casi veinte años de ausencia  creció hasta hacerse adulto. Después de que los dioses en asamblea hubieran decidido   que Ulises debía volver a casa desde la isla de ​Ogigia​ , ​Atenea​ ,adoptando la apariencia   de ​Mentes​ , rey de los ​tafios​ , fue a ​Ítaca y advirtió a Telémaco que expulsase de su casa   a los molestos pretendientes de su madre y se dirigiese a ​Pilos y a ​Esparta a fin de    recabar información sobre su padre. Desde Esparta, Telémaco regresó a casa, y una vez allí encontró a su padre con su fiel   porquerizo ​Eumeo​ .  Telémaco era alto guapo y robusto, como su padre.

Hermes​
​ : ​
​ Es el dios ​de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los ​pastores , de los oradores y el ingenio, de los literatos y poetas, del atletismo, de los  pesos y medidas, de los inventos y el comercio en general,de la astucia de los ladrones  y los mentirosos.  Era guapo y su cabello era marrón.


Zeus: ​
​ Es el rey de los ​dioses olímpicos​ ,gobernante del ​monte Olimpo y ​dios del ​cielo  y el ​trueno​ . Zeus fue frecuentemente representado por los artistas griegos en dos poses:              de pie, avanzando con un rayo levantado en su mano derecha, y sentado  majestuosamente. Hijo de ​Cronos y ​Rea​ , era el más joven de sus descendientes. En la mayoría de las    tradiciones aparece casado con ​Hera​ , aunque en el oráculo de ​Dódona su esposa era    Dione​ , con quien según la ​Ilíada fue padre de ​Afrodita​ .Es conocido por sus numerosas   aventuras y amantes, fruto de las cuales fueron muchas deidades y héroes, incluyendo    Atenea​ , ​Apolo y ​Artemisa​ , ​Hermes​ , ​Perséfone​ , ​Dioniso​ , ​Perseo​ , ​Heracles​ , ​Helena​ ,          Minos y las ​Musas​ . Con Hera suele decirse que fue padre de ​Ares​ , ​Hebe​ , ​Ilitía y             Hefesto​ .​

Atenea​
​ : Atenea o Atena, es la ​diosa dela ​sabiduría​ ,la ​estrategia y la guerra .Fue    considerada una mentora de ​héroes y adorada desde la Antigüedad como patrona de   Atenas​ , donde se construyó el ​Partenón para adorarla.Fue asociada  posteriormente por los ​romanos​ con ​Minerva​ . 

El rey Midas


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Midas era un rey que tenia  innumerables tesoros y riquezas

Era ambicioso y muy  codicioso y siempre quería más y más

¿Qué deseo le concedió Dionisio a Midas?

Todo lo que tocara se le convertiria en oro.

¿Midas era feliz?

Midas no era feliz porque cuando abrazó a sus hijos también se convirtieron en estatuas de oro. Y cuando queria comer o beber tampoco podía  porque todo lo que tocaba se convertía en oro.

¿Como podía Midas librarse de tal hechizo?

Para liberarse del hechizo  tenía que bañarse en una fuente.

¿Por qué  el dios  Apolo castiga al rey  Midas?

Pues lo castiga porque no lo eligió como el mejor  músico  . 
¿Como descubrió  el barbero  que Midas tenía orejas de burro?
Porque era el único ante  el cual el rey Mida se descubría su cabeza .
Moraleja : Ser muy ambicioso y querer tenerlo todo,  nos puede llevar a perderlo todo.

Cuentos romanos : el rorro ( Verónica )

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