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¡¡¡¡¡SALUDOS MEXICO¡¡¡¡¡¡¡

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blogs de los alumnos ies joan miro

Sus días. Cuentos romanos. A. MORAVIA

Dicen que a los romanos el siroco no les hace efecto: han nacido con él. Pero yo soy romano, nacido y bautizado en la Plaza Campitelli, y el siroco me saca de mis casillas. Mi madre, que lo sabe, cuando ve por la mañana el cielo blanco y siente el aire pegajoso, y luego me mira y ve que tengo los ojos turbios y la palabra escasa, siempre me recomienda, mientras me visto para ir a trabajar:
—Conserva la calma... No te enfades... Contrólate.
Mi madre, pobrecilla, me lo recomienda porque sabe que en esos días puede darse que acabe en la cárcel o en el hospital. Ella los llama «mis días». Les dice a las vecinas:
—Gigi, esta mañana, se ha ido con una cara que metía miedo... Claro, son sus días.
A pesar de que soy bajo, menudo y sin nada de músculos, en los días de siroco me entra el prurito de buscar pelea o, como decimos los romanos, de armar camorra. Voy por ahí mirando a los hombres, sobre todo a los forzudos, y pienso: «A ése, de un puñetazo, le rompería la nariz... Y a ese otro me gustaría hacerlo saltar a patadas en el trasero... ¿Y a ése? Un par de bofetadas que le pusieran la cara morada.» Sueños; en realidad, todos son más fuertes que yo. Para pegar a alguien tendría que habérmelas con un niño. Y aun así... Hay algunos chicos sueltos de manos, pérfidos, que se lanzan con la cabeza gacha y a lo mejor te largan una patada al bajo vientre, que a mí me dan miedo.
Para colmo de desgracia, he elegido un oficio que no me va bien: camarero en un café. Los camareros, ya se sabe, tienen que ser amables suceda lo que suceda. La amabilidad, en su caso, es como la servilleta que llevan al hrazo, como la bandeja en la que traen las bebidas: un instrumento del oficio. Dicen que los camareros tienen los pies llenos de callos. Yo no los tengo, pero es como si los tuviese, y los clientes no hacen más que pisármelos. Con mi sensibilidad, la mínima observación, la mínima grosería me enfurece. Y, en cambio, me toca tragármela, inclinarme, sonreír, halagar. Pero se me pone en la cara un tic nervioso que es la señal de mi bilis. Los del café, que lo saben, cuando me ven torcer la cara dicen enseguida:
—Eh, Gigi!... ¿Te ha ido mal? ¿Qué te han hecho?
En resumidas cuentas, se burlan. Pero algunas veces logro desahogar estas enormes ganas de insultar y de agredir. Elijo un lugar muy concurrido, una plaza, un local público, busco a mi tipo después de una larga observación, lo ataco con un pretexto cualquiera, lo ofendo. Naturalmente, él intenta lanzarse contra mí, pero de inmediato lo contienen cuatro o cinco pacificadores, se meten en medio. Yo me aprovecho para insultarlo aún más, bien a gusto, y luego me alejo. Y ese día me siento mejor.
Bueno, una de esas mañanas que el siroco podía cortarse con un cuchillo salí con el diablo en el cuerpo. Una frase, sobre todo, rondaba mis oídos: «Si no te callas, te hago comer tu sombrero.» ¿Dónde la había oído? Misterio; quizás el siroco me la había sugerido en sueños. Siempre revolviendo estas palabras en mi cabeza, cogí el tranvía para ir al café, un local hacia la Plaza Fiume.

La romana ( fragmento 2 )

A veces, oyendo aquellas músicas, llegaba a llorar por la amargura de sentirme excluida. Entonces era muy sentimental y cualquier cosa, una desatención de una amiga, un reproche de mi madre, una escena conmovedora en el cine, bastaba para hacerme derramar unas lágrimas. Es posible que nunca hubiera experimentado ese sentimiento de un mundo feliz y prohibido si mi madre no me hubiera mantenido
durante mi infancia tan alejada de aquel parque de atracciones como de cualquier otra diversión. Pero la viudez de mi madre, su pobreza y, sobre todo, su hostilidad para con las distracciones de las que su suerte había sido tan avara, no me permitieron poner los pies en el parque de atracciones ni en ningún otro lugar de
diversión hasta mucho más tarde, cuando ya era muchacha y mi carácter estaba formado. Probablemente se debe a esto que toda la vida haya experimentado una sospecha de estar excluida del mundo alegre y brillante de la felicidad. Sospecha de la que no consigo liberarme en ningún momento, ni siquiera cuando estoy segura
de ser feliz.
Ya he dicho que entonces pensaba sobre todo en casarme y ahora puedo explicar cómo se me ocurría este pensamiento. La calle del barrio suburbano en la que se alzaba nuestra casa penetraba un poco más arriba en una zona menos pobre. En vez de las alargadas y bajas casas de los ferroviarios que parecían cansados y polvorientos vagones de tren, surgían numerosos chalets rodeados de jardines. No eran lujosos, pues en ellos habitaban empleados y pequeños comerciantes, pero, comparados con nuestra sórdida casa, daban la sensación de una vida más desahogada y alegre. Ante todo, eran distintos el uno del otro y no mostraban los desconchados, los renegridos y las grietas que en mi casa y en las otras como la mía hacían pensar en un antiguo desamor de sus habitantes, y después, los pequeños pero espesos jardines que los rodeaban sugerían la idea de una celosa intimidad, apartada de la confusión y de la promiscuidad de la calle. En cambio, en mi casa la calle estaba por todas partes: en el amplio zaguán, que parecía un almacén para guardar mercancías, en la escalera ancha, sucia y desnuda, y hasta en las habitaciones cuyos muebles desvencijados y amontonados hacían pensar en los ropavejeros que, para venderlos, los exponen así en las aceras.

Cara de salchichero

No soy precisamente feo, aunque sea bajito: rubio, con una cara blanca y roja, ojos celestes. De niño, mi madre decía que me parecía en todo al Niño Jesús: luego, al crecer, cambié un poco por culpa de que tengo la nariz con las ventanillas muy abiertas y la boca algo torcida; de modo que los amigos, quién sabe por qué, empezaron enseguida a llamarme «el salchichero». Sin embargo, no soy feo, como ya dije; pero como siempre estaba tan atareado con el comercio, había dedicado poco tiempo a las chicas, hasta ahora. Pero ya tenía dinero y también tiempo, de forma que decidí encontrar una chica.
Empecé a buscarla. Por la mañana, hacia el mediodía, salía en coche y corría a los barrios altos. Pasaba y repasaba de arriba abajo por vía Véneto y luego recorría de cabo a rabo Villa Borghese, via Pinciana, el Muro Torto. Pensaba justamente que esos eran los sitios mejores para asediar a las mujeres, ante todo porque las chicas guapas de Roma van por allí a lucirse y a presumir con sus trajes nuevos, y además porque son sitios amplios, poco frecuentados, donde un coche puede seguir a una mujer y la mujer puede aceptar subir en él sin llamar la atención. Seguía, pues, a una u otra chica, con el coche, a paso de hombre y, en un lugar propicio, abría la portezuela y decía, asomándome:
—Señorita, ¿me permite que la acompañe? —o algo por el estilo.
¿Lo creerán ustedes? Nunca aceptó ninguna. Unas seguían su camino como si no me hubieran visto ni oído; otras respondían, secamente.
—No, gracias, prefiero caminar.
Y otras, más descorteses:
—¡Déjeme en paz o llamo a un guardia!
Una me dijo un día: «Cierra el pico, cataplasma», que significa precisamente un hombre que fastidia a las mujeres en la calle.

Un paseo por Sitges. Laura 1º ESO



Sitges era un pueblo marinero ; actualmente es un lugar turístico muy importante . Está a unos 35 km de Barcelona .   Tiene vida todo el año. Os  recomiendo caminar por el paseo al amanecer o al atardecer , para ver  el mar . Ya me contaréis...La zona que queda al sur del centro es muy tranquila y el paseo es muy ancho, se puede ir con la familia o con los amigos . Al final del paseo hay un pequeño acantilado con una iglesia en lo alto . Cada año la Fiesta Mayor de Sitges es famosa por el Castillo de Fuegos. Continuando con el paseo por la costa tenéis que subir las escaleras que os llevaran arriba del acantilado y allí encontrareis un bonito observatorio de la playa. Las calles son estrechas y de piedra y allí cerca está el Palau Maricel . En verano hay visitas guiadas, conciertos, y un sinfín de actividades culturales.. También  podéis ir de compras  y perderos por las callecitas de Sitges, pequeñas, llenas de gente, de tiendas, restaurantes y de bares.
Tiene  17 playas  y un clima muy suave  . Una parte de la población son personas que han venido de otros países y se han quedado por su clima y su tranquilidad .

La animación de las calles de Sitges no cesa ni durante el día ni durante la noche. En la época estival, el descanso en las playas, las compras en las muchas tiendas artesanales de Sitges, el placer de la buena mesa y la diversión nocturna se convierten en la agradable rutina de los visitantes. En Sitges no hay lugar para el estrés ni para el aburrimiento de quien escoge este pueblo de la costa catalana para sus vacaciones.

La presencia del deporte también se hace patente en la vida de Sitges, siendo obviamente los deportes náuticos uno de los mayores atractivos para quien busca unas vacaciones activas. Es intensa la actividad en los 3 puertos de Sitges.


A lo largo del año se organizan en Sitges diferentes actividades y eventos que, junto a las fiestas tradicionales  . Destacamos por su fama mundial el Carnaval de Sitges, el Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror, y el Rally de Coches de Época Barcelona-Sitges, entre otros.

las islas Eólicas. Noelia 4º ESO


Al norte de Sicilia y frente a la ciudad de Milazzo, emergen del mar siete islas de una belleza incomparable. Estas islas son de origen volcánico con una naturaleza todavía salvaje.
Las siete islas gozan de un clima suave y están poco pobladas.
Destacamos la isla de Vulcano y sus lodos termales naturales, el volcán en erupción constante de Stromboli, la reserva natural de Salina o cala Junco, en Panarea.
Las islas Eolias son un maravilloso lugar apartado idóneo donde ir a descansar, hacer excursiones a pie, en barca, bañarse en alguna de sus numerosas calas entre otras muchas actividades relacionadas con el mar.
La más famosa y peligrosa de las islas Eolias, Stromboli por su volcán.
La isla, no está demasiado habitada, ofrece unos sorprendentes contrastes de color.
En la isla se pueden realizar varias excursiones, como una visita nocturna por mar para admirar los ríos de magma que se deslizan desde lo alto del cráter; el baño en algunas de las playas o calas de arenas negras o, la más impresionante de las excursiones, la ascensión al volcán, desde donde se pueden observar, a unos 200 metros de distancia, el cráter .
Stromboli es una de las islas Eolias más famosa también por su leyenda y sus escenarios de películas.
Lípari es la mayor de las islas, la más poblada y la capital del archipiélago. Es un encantador pueblo mediterráneo de casitas blancas y calles estrechas y con una acrópolis en lo alto de la roca, repleto de vida, comercios y hoteles .
En su costa están los farallones.
La acrópolis, en lo alto de la roca y desde la que se domina todo el pueblo así como sus puertos, es el centro histórico de la isla. También destacan las murallas hechas por los españoles en el siglo XVI.
La acrópolis destaca por sus maravillosas vistas sobre el puerto.

profesor triunfador , profesor fracasado

Las nueve y media. Salgo del bar donde me he tomado la pasta y el café, bajo la mirada perpleja del camarero que sin duda se pregunta por qué no desayuno en casa; voy hacia nuestro edificio y entro en el patio donde suelo aparcar mi maltrecho utilitario. Antes del accidente, a menudo coincidía con mi padre que entonces salía del otro lado del patio con su gran Mercedes, y no podía por menos de sentir esa sensación de malestar que sufre uno al ver la propia imagen de repente reflejada en un espejo imprevisto y deformante. Él, profesor universitario de física; yo, profesor universitario de literatura francesa. Él, famoso; yo, desconocido. Él, contento de su condición; yo, no. Él, perfectamente integrado y yo prácticamente marginado. Él era para mí un espejo conminatorio en el que yo me miraba con la esperanza de no encontrar parecido alguno y el temor de descubrir en cambio algún rasgo en común. Pero ¿por qué esa esperanza y ese temor? ¿No éramos acaso dos personas completamente distintas? ¿Y por qué además, ahora que el coche de mi padre ya no está estacionado en el patio al lado del mío, sufro casi un sentimiento de vacío y de desequilibrio? ¿Es posible que yo exista sólo en tanto que él existe?
De todas formas, el hecho de ejercer la misma profesión siempre me ha inspirado no sé qué sentido del ridículo, como si se tratara de una curiosa coincidencia cuyo significado no acabo de entender. Antes del accidente, sentado a la mesa frente a él a la hora de nuestros almuerzos casi siempre monótonos y silenciosos, se me ocurría imaginar conversaciones de este tipo: "Profesor, yo odio la física". "Profesor, yo odio la literatura francesa". "Profesor, no me gustas nada: eres un burgués, un príncipe de la cátedra, un hombre del establisment". "Y tú, querido profesor, has fracasado en la lucha estudiantil, y eres un don nadie en la enseñanza y en la vida". Pues sí, ¡resulta difícil convivir con el propio padre!
Lo que está muy claro es que yo he fracasado en mi trabajo de profesor. Para empezar, no me gusta dar clases aunque enseñe literatura francesa, un tema que conozco a fondo y con el que disfruto. No me gusta enseñar porque me canso -hay profesores que logran no cansarse jamás, pues convierten la clase en una rutina, pero yo no lo he conseguido- y además porque, mientras hablo desde la cátedra, no puedo por menos de pensar que mis alumnos no comprenden nada de lo que voy explicando, y que además no les importa en absoluto comprender. Pero hay otro motivo más insólito por el que no me gusta enseñar: durante la clase a menudo no puedo controlar mi entusiasmo por uno u otro autor de los que estoy hablando. Olvido entonces que estoy delante de los alumnos -las "bestias", como suelo llamarlos para mis adentros cuando estoy de mal humor- y me entretengo en divagaciones e interpretaciones de las que luego, en los momentos de lucidez, me arrepiento y avergüenzo, como si hubiera abierto mi corazón a un público indigno. Pero, ya lo he dicho, no soy un hombre rutinario, así que las horas que paso dando clase son un continuo y molesto vaivén entre el aburrimiento, cuando me limito a la información, y la rabia por haberme abandonado a las divagaciones.

Granada por Sonia 2 ESO

Paseamos por Granada antes de ir a nuestro cortijo ; compramos alfajores, turrón y caramelos para los niños. En Granada todo es bonito : los monumentos, plazas y rincones, montañas, llanuras . Nosotros no visitamos la Alhambra porque mi tío venía muy cansado de conducir toda la noche y mientras él descansaba en un bar , mi madre , mi tía y yo entrabamos cinco minutos en La Catedral . A mi lo que más me gusta es el centro , el Albaycín y el Sacromonte.
El Albaicín es un antiguo barrio musulmán que aun mantiene el trazado urbano de la época nazarí, sus calles empedradas, sus cármenes (casas de muros altos con un jardín interior o huerto). Todo son calles estrechas donde apenas hay coches .
Uno de los lugares donde se puede hacer fotos bonitas es desde el Mirador de San Nicolás.

En el Sacromonte conviven gitanos, , hosteleros, empresarios y un buen puñado de extranjeros que, se compraron una cueva, la rehabilitaron y hoy la utilizan como vivienda habitual. También las hay de alquiler. El Sacromonte sigue siendo la mejor cantera del flamenco .
Al mediodía nos fuimos a tomar cerveza y tapas y así poder reanudar el viaje hasta el cortijo. Mi madre y mi tía nacieron y se criaron allí . Hace poco mi tía lo compró con la intención de irse a vivir definitivamente cuando se jubile. Pero yo no lo creo , hará lo que ha hecho siempre viaje para el cortijo , viaje para Sabadell .
Bueno , solo os puedo decir que si os animáis , vengáis a Granada . La alegría está asegurada .
Adeu.

De Volgogrado a Cornellà por Katia 3 ESO


hola yo me llamo Katia .
Os voy a explicar de dónde soy. Soy de Volgogrado .

Volgogrado está situada al sureste de la parte europea de Rusia,
Su población es de un millón personas dentro de su término municipal actualmente.
Volgogrado se halla situada en la orilla derecha del río Volga . La ciudad ha crecido mucho a lo largo del río Volga , según mi abuela.

Volgogrado se considera una ciudad universitaria y uno de los principales centros estudiantiles y científicos del sur de Rusia. Está situada en la confluencia de los ríos Volga y Tsaritsa. Lo que más me gustaba, era pasear a orillas del río y ver los barcos que llevaban turistas y trabajadores de una ciudad a otra .

Desde Volgogrado para llegar a España tuvimos que atravesar Ucrania, Rumania, Hungría, Austria, Suiza, Francia y por fin España . Este verano iremos a ver a mi abuela pero el viaje lo haremos en avión porque mi madre tiene pocos días de vacaciones.

Ahora que ya llevo cuatro años en Barcelona , que tengo muchos amigos y puedo hablar con ellos , he decidido quedarme y estudiar aquí .
Aunque quizás regrese a Volgogrado algún día para quedarme. Ojalá .

De Nador a Hospitalet . Fátima 2 ESO




Malika tiene treinta años y hace doce que vive en Barcelona, proviene de una
aldea cercana a Nador . Su población se dedica fundamentalmente al comercio, interior y exterior, el contrabando entre las dos paises, la agricultura, la pesca ; tiene un zoco grandísimo. Malika de pequeña no fue a la escuela, trabajó en el campo hasta que se casó .
Después de unos años viviendo en la casa de sus suegros, Malika y Mohamed deciden emigrar a Barcelona.
Los primeros años en Barcelona fueron difíciles para Malika, sobre todo a la hora de buscar trabajo. Ahora ya tiene trabajo en una casa como asistenta . Ha aprendido el castellano y el catalán ya que su señora muchas veces no está en casa y le deja notas de lo que ha de hacer.
Malika echa de menos la vida en su pueblo , a su familia , sobre todo a su madre, y su trabajo en el campo.
Con gran ilusión se apuntó a la escuela de adultos y aprendió a leer y escribir. Cuando le escribe a su madre le dice que le gusta ir a la playa con sus niños. Malika tiene dos hijos, una niña y un niño: la niña nació en Nador y el niño en Barcelona.
Malika nos dice que mientras los niños sean pequeños, irá por vacaciones a Marruecos a ver a la familia, ya sabe por sus paisanos que cuando los hijos crecen, la cosa cambia.

En estos momentos está embarazada de su tercer hijo, ahora trabaja una tienda marroquí. Desearía tener algún día su propia tienda.
Suerte Malika ¡¡

Excursión a la Laguna de Tuti . David 1º ESO


Excursión con niños

El 26 Septiembre 2006, fuimos con las niñas y niños de 6º curso a la Laguna de TUTI, que se encuentra a 2 horas de Cochabamba en autobús, concretamente la visita se realizó por la Cuenca del Valle de Sacaba, que es otro valle que se encuentra entre 2600 a 2650 metros sobre el nivel del mar, rodeado por la prolongación de la Cordillera del Tunari.


Laguna de Tuti

La mañana comenzó con la actividad de la pesca. Tuve la oportunidad de comprobar la habilidad de estos niños y la facilidad que tienen usando unas artesanales cañas de pescar y de ver a las niñas como limpiaban el pescado.

Después una mamà y una compañera mía cocinaron los pescados.
También trajimos papas, arroz, yagua, ensalada, limón, refresco…
Antes de comer los niños se bañaron en la laguna a pesar de que el agua está muy fría.

Este día fue uno de lo más felices para todos .
También os animo a que vengáis a Bolivia , aquí la vida no es cara y si os gusta la naturaleza podéis hacer más excursiones , por ejemplo al Parque Nacional Tunari, al valle de Cochabamba, a Mizque, y muchos más.

Excursión a la Laguna de Tuti . David 1º ESO

Excursión con niños

El 26 Septiembre 2006, fuimos con las niñas y niños de 6º curso a la Laguna de TUTI, que se encuentra a 2 horas de Cochabamba en autobús, concretamente la visita se realizó por la Cuenca del Valle de Sacaba, que es otro valle que se encuentra entre 2600 a 2650 metros sobre el nivel del mar, rodeado por la prolongación de la Cordillera del Tunari.


Laguna de Tuti

La mañana comenzó con la actividad de la pesca. Tuve la oportunidad de comprobar la habilidad de estos niños y la facilidad que tienen usando unas artesanales cañas de pescar y de ver a las niñas como limpiaban el pescado.

Después una mamà y una compañera mía cocinaron los pescados.
También trajimos papas, arroz, yagua, ensalada, limón, refresco…
Antes de comer los niños se bañaron en la laguna a pesar de que el agua está muy fría.

Este día fue uno de lo más felices para todos .
También os animo a que vengáis a Bolivia , aquí la vida no es cara y si os gusta la naturaleza podéis hacer más excursiones , por ejemplo al Parque Nacional Tunari, al valle de Cochabamba, a Mizque, y muchos más.






Amsterdam por Cristian 3º ESO


Llegamos a Amsterdam y nos dirigimos a casa de mi abuelo (él nació en esta ciudad). El lunes fuimos hacia Harlem y mi abuelo nos explicó que las brujas de Harlem no fueron quemadas en la hoguera. Pero que nadie piense que las indultaron. En realidad fueron ahorcadas, que era la pena que las comunidades protestantes y calvinistas solían dictar para los casos de hechicería. Desde allí fuimos a pasar un par de días a Den Helder , e intentamos ver el museo marítimo pero no pudo ser . Desde allí, ya volvimos a Amsterdam .

Hemos visitado la casa museo de Ana Frank y paseado a las orillas de sus canales. También estuvimos en Bussum, un pueblo cerca de Amsterdam. El otro día estuvimos en Zeland.
Zeland es un conjunto de islas que están unidas por enormes puentes y diques que no dejan entrar el agua .
El tema es que estos diques por lo que nos han comentado se suelen cerrar solo 3 o 4 veces al año, cuando hace muy mal tiempo y hay posibilidad de subida de caudal.
Ayer nos fuimos a Enschede, un pueblo de Holanda que hace frontera con Alemania.



En Holanda las bicicletas son el vehículo muy popular y utilizado, las hay a miles, circulan por sus propios carriles-bici. Al conducir en coche por allí, hay que ir con mucho cuidado para no llevarse a algún ciclista por delante.

Cristian 3º ESO

Una visita a Estrasburgo



Hola a todos
Aquí un breve relato de mi visita a la ciudad francesa de Strasburgo.
Al llegar a la ciudad llamé por teléfono a Curro y a Jesús que estaban esperándome en la estación. En una cafeteria nos encontramos y nos fuimos caminando hasta el centro que está muy cerca y allí nos tomamos unas cervezas en un lugar muy bonito del centro histórico.
Después de conversar nos fuimos hacia el albergue de ellos y de noche nos fuimos a caminar por la ciudad .
Al día siguiente me dijeron para hacer un pequeño recorrido por la ciudad.

Estrasburgo es una ciudad importante en Europa, es sede de organizaciones importantes como el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, entre otras. Esta ciudad es la capital de la región de Alsacia y tiene mas de 400 000 de habitantes y se encuentra bastante cerca de la frontera con Alemania.



La ciudad tiene un moderno sistema de transporte de tranvías así que nos acercamos a la plaza de la catedral; allí hay muchas tiendas de souvenirs.

Después de pasear algunas horas , ellos tenían otras actividades pero yo continué la visita a otros lugares de la ciudad...quería ver mas casas alsacianas antiguas de las que hay muchas en esta ciudad y que están bien conservadas y son muy bonitas...muchos turistas vienen a esta zona de la ciudad a verlas y grabarlas con sus cámaras de video.
La Casa Kammerzell es una de las más antiguas y más bonita construcción, tallada en madera.


Una de los lugares más visitados es la Pequeña Francia...y corresponde al Centro Histórico o parte antigua de la ciudad con casas de tipo alsaciano , de diversos colores y con entramados de madera.
Esta área de la Pequeña Francia está rodeada de canales que la separan de la ciudad y por lo tanto es como una isla....también se la conoce como la pequeña Venecia.

El Centro Histórico es Patrimonio de la Humanidad.

alberto moravia en el i.e.s. joan miró: prueba1

alberto moravia en el i.e.s. joan miró: prueba1

De Tupungato-Mendoza-Argentina a Barcelona ( J.Sandoval de 3º ESO )

Me llamo Julio y me fui de Mendoza hace 16 años con mis padres con la idea clara de regresar algún día..Bueno eso se cumplió, mis padres hace un año se volvieron a Mendoza para quedarse a vivir, yo me quedé en España solo.
Volvieron porque extrañaban la familia , la tierra , etc...todo eso está muy bien , pero al regresar se llevaron una decepcionante sorpresa. El país sigue igual.
Hace tres meses se lo replantearon y querían regresar a España, pero tienen muchos problemas económicos, así que se no ha podido ser y se han tenido quedar y seguir luchando duro ..
Lo que te quiero decir es que el viaje que hicieron durante 5 largos años no les sirvió de nada porque han vuelto a lo mismo.
Yo te aconsejo que si tienes la oportunidad de quedarte donde estás no lo dudes.

No pretendo desanimarte, no me gustaría que teniendo un futuro y una tranquilidad que tienes donde estas, lo dejes todo a la aventura.
Mis padres que se arrepienten muchísimo de haber vuelto y de tener una vejez asegurada .
Bueno te lo puedes pensar y antes de irte a otro país , te insisto, piénsalo muy bien , no dejes las cosas al azar. Un saludo.
Julio de Tupungato – Mendoza- Argentina

prueba1

Relatos de alumnos . Estamos en Oporto

Hola,
La semana pasada nos fuimos de viaje a Oporto con mis padres y la iaia . Os contaré las cosas que vi, y os enseñaré algunas de las fotos que hice.

El viaje a Oporto dura aproximadamente una hora y media desde Barcelona El recorrido hasta centro de la ciudad se puede hacer en metro bastante bien.
Cruzamos varias veces el puente de Luís II , que dicen que lo diseñó un discípulo de Gustave Eiffel y también nos recorrimos el otro lado del rio , donde está Villa nova de Gaia, para ver las bodegas de vino de Porto y la vista de la ciudad.
Es muy bonito pasear por el puerto y recorrer el río en barco . Este paseo es lo que más le gustó a mi iaia.

En Oporto se come bastante bacalao, arroz , verduras y el caldo que es muy parecido al caldo gallego y ponen mucha cantidad.

Porto es una ciudad grande y con muchas cuestas .El rio Duero que pasa por Oporto nos impresionó .

Paseamos por La Baixa, un barrio que está a la orilla del rio , está lleno de restaurantes y terrazas.
Fuimos las mercado del Bolhao, que también hay que verlo.
Sólo estuvimos un fin de semana pero volvimos muy contentos.

Relatos 1 : La provinciana. ( fragmento 2 )

Gemma, su hija, no era guapa, incluso rozaba la fealdad, pero poseía esos rasgos nobles y pronunciados que revelan su origen poco vulgar; y en ciertos momentos parecían disponerse en una especie de altiva belleza. Era alta,esbelta,huesuda,con largos y delgados muslos, ancha de hombros y con un pecho no muy desarrollado. El rostro era consumido y pálido ; sus ojos eran grandes, lentos de movimientos , con párpados salientes . Tenía una nariz aquilina, boca grande y un cutis delicado y malsano .
Tenía muy poco de su madre, excepto la nariz; y no tenía nada de su padre, al menos al juzgar por las fotografías colgadas en la casa, donde aparecia bajo, membrudo y bonachón; había sido comerciante , había quebrado e inmediatamente después murió, dejando en la pobreza a su mujer , con la niña aún pequeña.Sin em bargo, Gemma, tan huesuda, pálida y elegante, no tenía nada de provinciana ni de mujer de su casa. Por el contrario, al verla se evocaban esas mujeres anémicas y mundanas, ciudadanas por vocación,que transcurren los días tendidas en un diván y que sólo salen de noche, vestidas siempre con trajes de gala, verdaderas criaturas nocturnas, efímeras y sin salud.Pero esta apariencia era la más engañosa de todas y en cuanto a su vida, era la más monótona que se podía llevar en aquella tranquila ciudad de provincias.

Relatos 1 : La provinciana. ( fragmento )

La ciudad, capital de provincia, tiene vida gracias a un número de empleados, profesionales y oficiales de guarnición. Como otras muchas gentes, las Foresi, que eran muy pobres, trataban de sacar provecho de estos forasteros. Y alquilaban dos o tres habitaciones de su departamento, las más hermosas, que no daban a la callejuela, sino a unos huertos incultos y luminosos que se extendían detrás de la casa.
De las dos mujeres, la madre podría tener unos cincuenta años: era baja, pingüe, de humildes vestidos y comedidos modales; pero sus manos, suaves, pequeñas y blancas,sus cabellos aún negros, peinados con cuidado en un tocado que no carecía de una anticuada coquetería; su rostro que, en medio de su leve gordura, conservaba cierta delicadeza en los rasgos, y sobre todo sus ojos, sus ojos de un azul dulce y pálido, en los que a veces aparecía una mirada singular, entre descarada y riente, hacían pensar en que unos veinte años antes debía de haber sido muy hermosa y muy diferente de lo que ahora era en porte y carácter. Vestía de esa manera informe de las amas de casa provincianas , con faldas de tela negra o gris hasta los pies, corpiños cerrados hasta el cuello, toquillas cruzadas sobre el pecho; no se daba ni siquiera un toque de polvos en las mejillas, pero se comprendía que algunos afeites y un traje menos modesto la habrían transformado en seguida. Era muy casera, y cuando no estaba en casa atareada cocinando o con labores de aguja, se ponía una piel despellejada en torno al cuello, un sombrerito negro en la cabeza y se iba a la iglesia.

Alberto Moravia: "Las mujeres son la parte salvaje de la humanidad" Entrevista de Marcela Smokovic, - Roma - 04/07/1985 /

El escritor Alberto Moravia, de 77 años, vive con una muchacha española llamada
Carmen Llera, que tiene menos de la mitad de sus años. Desde la altura de esa edad, el autor de Los indiferentes reflexiona y declara que llegó tarde a ser joven, por lo que ahora se dedica a recuperar el tiempo perdido. En la casa romana del novelista no existen huellas ostensibles de lo que podría llamarse la tradicional presencia femenina. Dice el escritor que "la mujer es la parte salvaje de la humanidad". Llama la atención la claridad mental del personaje. Moravia es seco en sus respuestas, pero se palpa en él la certidumbre y tranquilidad interior. La vejez y la amistad son algunos de sus grandes temas como conversador. Y, sobre todo las mujeres.
Pregunta. ¿Qué es para usted la vejez?
Respuesta. La vejez no existe. Cumplir los 77 años no ha significado nada para Carmen Llera
mí. Lo que se llama vejez es una enfermedad como cualquier otra en la cual al final uno se muere
irremisiblemente. Yo hago las mismas cosas desde que tenía 20 años, quizá más. Fui joven muy tarde.
P. Borges ha afirmado en cierta ocasión que se es viejo únicamente cuando se acaba la capacidad de
asombrarse.
R. Eso no es verdad. Piense en los adolescentes, o en los niños; los primeros no se asombran casi nunca y casi
de nada, y los niños no se sorprenden nunca de nada. No, no creo que el asombro o la sorpresa sea un
atributo específico de la juventud. El viejo es sólo un hombre que se siente viejo. Piense en don Quijote o en el
rey Lear. Don Quijote pierde jornadas enteras en La Mancha; los jóvenes no hacen nunca estas cosas. En
cuanto a mí, yo no soy viejo. Escribí m primer libro, Los indiferentes, con 16 años, y con 18 lo publiqué con
éxito. Mi adolescencia transcurrió junto con mi enfermedad. Llegué a joven tarde y ahora tengo que
recuperar el tiempo perdido.
P. ¿Escribe mejor un escritor que sufre?
R. Muchos piensan que el dolor ayuda a la creación literaria. Yo pienso todo lo contrario.
P. ¿Qué es la amistad?
R. Las amistades con los escritores son como todas las demás amistades. Muchos de mis amigos han muerto,
como Pasolini. Creo que la amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso hay que salvarla como sea.
P. ¿Qué es la mujer en su vida?
R. Mis libros son novelas dramáticas disfrazadas de novela. Los indiferentes fue una tentativa de fundir el
teatro con la novela. Me vino espontáneamente. Pero no amo mis libros. Me gustan más los de los otros. Y
por lo que se refiere a las mujeres... Las mujeres son la mitad de la humanidad. Son la humanidad salvaje,
porque han estado siempre constreñidas a permanecer en las lindes del poder social. Esto significa hoy estar
en condiciones aventajadas. Como emerge el Tercer Mundo emergen también las mujeres. En mis libros está
todo lo que yo pienso sobre las mujeres. En cuanto al amor con una mujer pienso que el amor es como un
árbol con muchas ramas y muchísimas raíces. Y la traición no se refiere al amor; la traición es una palabra
militar, quizá existe en la amistad.
POLÍTICA Y LITERATURA
P. ¿Ha pensado abandonar la literatura por la política?
R. Andreotti dijo una vez que jamás había pensado en dejar la vida política; yo, la literatura. Yo no hago de
político. No existe ningún partido que me convenza. Desde mi púlpito de estudioso he decidido combatir
contra la bomba atómica. Por otra parte, el mismo partido comunista sabe muy bien que en algunos aspectos
no pienso como ellos. Pero creo que es necesario arrancar el problema atómico al mundo político. Los
políticos son eso, políticos.
P. ¿Es usted un pacifista?
R. No tengo relaciones de ningún tipo con el pacifismo. Sin embargo, es importante saber que en 1945
existían tres bombas atómicas y que hoy hay ya 50.000. San Juan escribió el libro del Apocalipsis para los
gobernantes, los cuales ya saben que este llegará. Informar a la gente es mi deber.
P. Su último trabajo, El hombre que mira, editado hace pocas semanas, es considerado como antítético de Los
indiferentes.
R. Será verdad, si lo dicen. Es una novela romántica, no un libro pornográfico. El voyeurismo del libro es una
metáfora.

Viaje a Londres y Escocia por Enric 1º ESO A

Estuve en Londres y en Escocia. Fui en avión y fue durante las vacaciones de verano. Estuve muy nervioso hasta llegar al destino. En Londres viajábamos en tren y en autobús, que por cierto iban al revés que aquí en Barcelona. Los coches tenían el volante al revés que aquí. Había el Big ben, tenía 61 metres de altura, la Noria más alta de Europa se llama London Eye y medía 135 metros de altura, el cambio de guardias fue impresionante ver como hacían el cambio. Visité el palacio donde vive la reina (palacio de Buckingham) me gustó mucho, era muy grande y tenía muchas salas de todo tipo. Comíamos en cualquier sitio y cenábamos en un kebab.
A Escocia también fuimos en avión, estábamos en un camping. Había gallinas, un abeto que tenía unas piñas enormes. Teníamos un coche para ir a los sitios por ejemplo: montañas, cascadas, ciudades… Los sitios no estaban nada cerca, eran quilómetros y quilómetros. Vimos el lago Ness era muy grande y estaba muy limpio. E hice escalada y llegué arriba del todo, tenia 8 metros





Enric

De Argentina a Barcelona ( Melissa de 4º ESO )

voy a explicarte mi viaje de Argentina para acá!

Soy Melisa , tengo 15 años, soy argentina pero ahora tengo la nacionalidad española por parte de mi madre, ya que ella nació acá.
El día 21 de septiembre decidimos viajar a Barcelona por temas personales; esto se llevó a cabo el día 13 de octubre de 2008, cuando mi mamá y mi hermano mayor viajaron para aca, de forma de conseguir vivienda, trabajo, escuela, etc y mi otro hermano, mi papá y yo nos quedamos en Argentina aguantando.
Para nosotros fue un momento muy duro, ya que no sabíamos cuanto tiempo íbamos a pasar sin ver a nuestra madre y nuestro hermano; pasamos 7 meses en la casa de mi tía, que se lo agradezco de corazón.
El día 8 de julio, me llaman de la compañía de viajes, con la que íbamos a viajar, diciendo que ya teníamos reservado el viaje y que el día 14 de julio viajábamos para Barcelona, e íbamos a volver a ver a mi mamá y hermano.
Nosotros estábamos muy contentos, aunque todo hay que decirlo, pero muchas ganas de viajar no tenía, quería que ellos viajen para Argentina, ya que en esos momentos tenía a mis amigos y a mi familia al lado, apoyándome, diciéndome que era fuerte y que en cualquier momento podía volar hacia Argentina que no me iba a faltar nada, ellos todavía siguen siendo mi gran apoyo, les agradezco chicos!
El día 14 de junio cuando viajamos para acá estábamos muy nerviosos, ya que podía salir cualquier imprevisto y no íbamos a poder viajar; eso sucedió, hacía 1 mes que habían cambiado las reglas para poder salir, habían quedado en que si pasaba algo, nos iban a llamar, pero eso no sucedió, para salir de Argentina teníamos que tener el pasaporte argentino y europeo, y solo teníamos el europeo. La chica que nos atendió llamó al jefe, mi padre hablaba con el jefe, pero nos decía que no, que era imposible salir, hasta que me cansé y fui a hablar yo con el jefe, yo estaba llorando, porque volver a pasar más tiempo sin la familia unida, no creía que lo podía aguantar, y le dije: -Señor llevo 7 meses sin ver a mi madre, ¿usted sabe lo que es eso? es algo que no se puede aguantar, nada mas le pido que me deje salir a ver a mi madre, nada mas pido eso- y el jefe se compadeció y nos dejó salir, por suerte, pero la condición era que no se lo teníamos que decir a nadie.
Nosotros muy agradecidos a ese hombre por supuesto no dijimos nada. Era el momento de salida y nos esperaban 14 horas de viaje hasta llegar al Aeropuerto de Barajas ( Madrid) y 1 hora más de viaje de Barajas hasta el Prat, se hicieron eternas; yo no podía dormir, estaba cansada, nerviosa, iba a entrar a otro mundo, me tenia que volver a acomodar, no sabía como, por suerte había tele en el avión porque sino me hubiese muerto! jajaj. Hasta que llegó el momento de llegar al aeropuerto de Barajas, Madrid, entregamos papeles y fue todo perfecto, salimos de Barajas y nos subimos al avión nuevamente, con mas nervios todavía, ya que tan solo quedaba 1 hora, lamentablemente no duró 1 hora, sino que casi 2 horas, ya que había mucho viento y el piloto no podía aterrizar. Cuando bajamos del avión, prácticamente fuimos corriendo a buscar las maletas, era inimaginable todo, pero era verdad, estabamos a segundos de estar toda la familia unida; agarramos las maletas y nos fuimos para afuera y ahí estaban, corrimos hacia ellos y ellos hacia nosotros, fue un momento inexplicable, genial.
Nos llevaron al piso, tenia un recinto enorme, es genial; estuvimos solo una semana en casa, hasta que los chicos de abajo, los vecinos, nos picaron y nos dijeron que bajemos, mi hermano y yo estábamos como medios idos, ya que no teníamos nada de confianza con ellos, cuando bajamos eran las 10 de la noche, y nos quedamos en el recinto hasta las 4 de la mañana con un chico, mi hermano y yo. Al otro día eran las 12 del mediodía y nos vuelven a picar para bajar a la piscina con ellos, bajamos y en esos momentos agarramos confianza con los demás, son geniales, es mas sin ellos yo no sería nada, nos queremos mucho.
El 15 de septiembre tocaba el cole, otra aventura por resolver, pero gracias a la simpatía de los chicos entramos perfecto, yo primero estuve en la clase A, Noemí fue genial , fue mi apoyo en esa clase, al ver que si iba a diversidad de catalán tenia que ir de castellano, la profesora de castellano no estaba de acuerdo y me pasaron a las clase C, en esa clase me aceptaron todos, son geniales, los amo! y este año que estoy con gente nueva que nunca creí que me iba a llevar, pero son geniaales!

Entrevista a Alberto Moravia . ( G. Cañas)

Gabriela Cañas entrevista a Alberto Moravia .
Moravia, que estuvo en Madrid la pasada semana, asegura a sus 79 años que la característica fundamental de su vida es que ha estado más influida por las cosas que no quería que por las que quería."No quería la guerra y hubo guerra", dice. "No quería el fascismo y hubo fascismo. No quería enfermedad y he tenido enfermedad"


Pregunta. ¿A usted le gusta mucho viajar?.

Respuesta. Los viajes se basan en el exotismo. Se busca en otras partes lo que se cree que no se puede encontrar en casa. Por ejemplo, Stendhal estaba enfermo de exotismo italiano, y Merimee de exotismo español.

P. ¿El viaje es una fuente literaria o es una fuente de vida?

R. Es una fuente de vida.. nunca he escrito novelas sobre África, pero he hecho viajes bastante complicados. Por ejemplo, por dos veces he recorrido el río Congo pero no he escrito novelas sobre el Congo, sólo artículos. Todas mis novelas se desarrollan en Roma y en sus alrededores.

P. ¿Es el viaje una evasión de la vida cotidiana?

R. No. No es una fuga, una huída. Un viaje es un trauma, un choque. El viaje no es agradable. Muchas veces lo desconocido es desagradable, pero a mí me sienta bien a la salud. Me divierto mucho, pero de una manera no turística. Es como una prueba. por ejemplo, en Zaire tardé 16 horas de viaje para hacer 200 kilómetros. Dormí en el suelo o comí de lata, de pie, en la selva. Allí no hay hoteles, no hay gasolina, sólo existen los misioneros que son pobres .

P. ¿Es decadente la vida europea?. No es decadente, es cómoda.

Alberto Moravia escribió su primera novela, Los indiferentes, cuando todavía no había cumplido los 17 años. Todavía recuerda hoy que comenzó a escribirla en octubre de 1925. "Mi padre era arquitecto, pintor diletante. La mía era una familia burguesa normal. Yo soy el que no era normal. Durante mi niñez y juventud estuve enfermo. Tenía tuberculosis ósea y pasé cinco años en cama, así que leía mucho".

Su gran actividad literaria comenzó después de la II Guerra Mundial, cuando produjo Agostino, El desprecio, La campesina, El aburrimiento, La romana... Alberto Móravia no tiene descendencia. "Nunca he podido tener un hijo porque con mi primera mujer, Elsa , hubo la guerra y unos acontecimientos que nos lo impidieron . Luego, cuando quisimos tener hijos, también hubo otros problemas... Me gustan mucho los niños, pero no siento la necesidad de tenerlos".

Su novela La vida interior, publicada en 1979, fue secuestrada en Italia por obscena. Su última novela, El hombre que mira, está muy relacionada con su honda preocupación sobre la energía nuclear preocupación que trasladó al Parlamento Europeo como miembro del mismo.

Ahora está escribiendo una novela "sobre la necesidad de la familia". Se trata de una necesidad que tampoco siente él particularmente. "Supongo que si existe la familia es que existe la necesidad".

Alberto Moravia, casado desde enero con la tudelana Carmen Llera, de 31 años, estuvo en Madrid para hablar de su propia literatura y de su amigo P.Paolo.
La amistad es para Alberto Moravia "una forma de estar juntos sin hablar"; es posible que por ello se cierre en frases tajantes cuando habla de su amigo.


P. ¿Qué valora de la amistad?

R. Es una forma de estar juntos sin hablar.
P. ¿Le molesta hablar, explicarse? R. No, pero para comunicarse a través de la amistad no hacen falta palabras.

P. ¿La pérdida de una amistad es también la pérdida de una parte de sí mismo?

R. Cierto. La muerte de Paolo fue una catástrofe. Él no tenía muchos amigos. Yo tampoco tenía entonces muchos amigos. Él era uno de ellos.

P. Dijo usted una vez que los artistas rara vez son revolucionarios.

R. El arte es conservador. Conserva la realidad; la coloca fuera del tiempo. Por eso el artista tiende a ser conservador, pero como está muy cerca de la naturaleza también es revolucionario, porque la naturaleza no es conservadora.
P. Es una contradicción.

R. Pero nosotros vivimos de contradicciones.

Un Viaje a Lugo

Esa mañana nos levantamos muy temprano, queríamos aprovechar el tiempo y ver esta ciudad.
De la ciudad de Lugo partimos hacia Pedrafita; una vez allí pedimos instrucciones sobre el camino que debíamos continuar a pie, en ascenso para llegar hasta la cima y visitar una capilla abarrotada de peregrinos de todas partes.
El Parque natural de Os Ancares está bien bonito, nos comentaron que el mismo es territorio de paso del oso pardo.
La sierra tiene pequeños valles que se encuentran entre montañas altísimas.
Hemos hecho unas fotos muy bonitas de aquí. También cuando ibamos por la autopista del Norte impresiona ver el verde de la naturaleza, ver desde la carretera la altura impresionante de sus montañas .
Los que vivimos en ciudades tenemos parques pero no es lo mismo.
En las termas romanas había muchísima agua y también lodo, para hacer terapias de todo tipo .
Regresamos de Pedrafita a Lugo y fuimos a comer a una casa de comidas caseras . ¡Qué bueno estaba toda la carne , verdura etc . pero las cañas rellenas de postre estaban deliciosas.

J C 1º ESO

Carta de Alberto Moravia a Nicola

Tu familia te manda decir que está bien, que recibieron las cartas y las fotografías y te desean muchas felicidades por las Fiestas, al igual que yo.

Querido Nicola:

Debí escribirte antes, pero tuve innumerables quebraderos de cabeza y hasta esta noche me decidí a hacerlo.

Ya son muchos años que no nos vemos, pero yo he conservado intacta la amistad que nos ligaba; es más, he tenido a menudo noticias tuyas, primero a través de F, y luego por otras fuentes, así he podido, más o menos, seguir todas tus peregrinaciones.

Probablemente querrás saber lo que he hecho durante todos estos años. Y te lo diré enseguida. He trabajado mucho (luego de las Ambiciones erradas, publiqué seis libros más); realicé algunos viajes (Estados Unidos, China, Grecia); finalmente me casé —no tengo hijos—, también mi esposa escribe.

En cuanto a las últimas vicisitudes políticas que han trastornado la vida de todos, naturalmente también la mía las ha resentido. Después del 25 de julio me puse a escribir artículos antifascistas, de tal suerte que, el 8 de septiembre, tuve que escapar. Escapé a una montaña salvaje de Ciociaria, donde viví durante nueve meses junto con mi esposa en un establo sin puertas y sin ventanas, junto a campesinos increíblemente primitivos. Fui liberado por la avanzada norteamericana de Cassino; durante esos nueve meses pude ver cosas bastante insólitas.

Hoy ya me encuentro nuevamente en mi casa; y ahora, si quieres, te diré algunas cosas sobre Italia. Italia ha sido asesinada, tanto por los propios italianos como por los otros, nadie que viva en el extranjero y, sobre todo, en Estados Unidos, puede darse cuenta de la terrible situación moral y física en la que ha caído este país; no hay trenes, no hay automóviles, muchas ciudades y pueblos están completamente destruidos y los habitantes carecen de vestido, de utensilios, de casa, de todo, viven en chozas o en campos de concentración. Las ciudades que más o menos han quedado intactas, como Roma y Nápoles, están llenas de prostitutas, de ladrones, de torvos traficantes, de limpiabotas, y de toda suerte de mierda. En el campo hemos regresado al bandidaje. A todo esto agrégale la guerra, que continúa, y que ha reducido a ruinas la mejor parte de Italia. De los lugares donde se han ido retirando, los alemanes han destruido cuidadosamente toda industria, incluso la más pequeña, los bombardeos han realizado el resto.

Entre Nápoles y Roma, las ciudades y los pueblos están completamente destruidos. Casi todos los castillos romanos ya no existen. Terracina, Cisterna, Fondi, Itri, Formia Valmontone, etcétera, ya no existen. Los alemanes inundaron toda la zona de Littoria, de tal suerte que regresó la malaria, como hace un siglo. En la ciudad, el hambre y los trabajos pesados han propagado la tuberculosis de una manera extraordinaria; hasta ahora, para todos estos males, no se han encontrado los remedios.

Es muy difícil, después de haber hablado del aspecto negativo de la situación, delinear lo positivo. Evidentemente existirá alguno, porque el pueblo italiano todavía existe, pero ahora, por lo menos, no se ve. Ciertamente, existe una fuerte actividad política, pero, por ahora, con la guerra e Italia controlada por los aliados y dividida en dos, está como sostenida en el aire. Se publican muchos periódicos, se escriben innumerables artículos, se recitan muchos discursos. Tengo la impresión que la gran mayoría del pueblo italiano, ante todo, piensa en conservarse, cosa ya bastante difícil. En realidad, la derrota no ha revelado ninguna nueva clase política, sino solamente un cierto número de individuos preparados, no mucho, a decir verdad; el resto, es decir, las nueve décimas de la población, tiene las ideas muy confusas y no sabe de qué lado ponerse. Los partidos de izquierda, sobre todo los comunistas, dan muchas señales, pero esto, a mi parecer, todavía no es un signo de madurez política. El fascismo ha dejado una inmensa y desastrosa herencia de ignorancia y de materialismo, y se necesitará tiempo antes de que la gente se acostumbre a pensar por sí misma y a pensar de una manera desinteresada.

Como puedes ver, el cuadro es más bien negro; esto no quita que sea legítimo pensar que las cosas podrían mejorar algún día, pero no muy pronto.

Esta carta podría ser diez veces más larga, pero el jugo sería el mismo. Esperemos que en Estados Unidos se den cuenta que este desventurado país está agonizando y que necesita urgentemente de ayuda. Evidentemente, la culpa de todo esto se remonta a los propios italianos, pero los problemas en el mundo no se resuelven intentando buscar al culpable; además, no sólo los italianos son culpables.

Adiós querido Nicola, me enteré que te casaste de nuevo, te deseo lo mejor para ti y para tu esposa.

Tuyo

Alberto Moravia

Escríbeme, mándame noticias tuyas y de los amigos.

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Cartas a Alberto

Querido Alberto, .

te envío esta carta para que me des un consejo. Es una novela, pero no está escrita como están escritas las verdaderas novelas: su lenguaje es el que se utiliza para las cartas privadas y también para la poesía;
Habitualmente en la novela el narrador desaparece, para dejar su sitio a una figura convencional que es la única capacitada para tener una verdadera relación con el lector. ( el verdadero protagonista de la lectura de una novela es precisamente el lector).
Ahora en estas páginas he hablado al lector directamente . Esto significa que no he hecho de mi novela un «objeto», una «forma», por tanto obediente a las leyes de un lenguaje que le asegurase la necesaria distancia de mí. No: le he hablado al lector en cuanto yo mismo, en carne y hueso, tal como te escribo esta carta, o como a menudo he escrito mis poesías en italiano. (1) He hecho de la novela un objeto no sólo para el lector, sino también para mí.
No carezco de habilidad, no estoy en ayunas sobre el arte retórico y ni siquiera me falta la paciencia (ciertamente no la ilimitada paciencia que sólo se tiene cuando jóvenes): podría hacerlo, lo repito. Pero si lo hiciera ante mí tendría un solo camino: el de la evocación de la novela.
Todo lo que en esta novela es novela.
Ya no tengo ganas de jugar y por eso me he conformado con narrar como he narrado. Y éste es el consejo que te pido: lo que he escrito, ¿es suficiente para decir digna y poéticamente lo que quería decir? O acaso sería realmente necesario que volviese a escribirlo todo en otro registro, creando la ilusión maravillosa de una historia que se desarrolla por cuenta propia, en un tiempo que, para cada lector, es el tiempo de la vida vivida y que queda intacta a sus espaldas, revelando como verdaderas realidades aquellas cosas que sencillamente habían parecido naturales?
Quisiera que tuvieras en cuenta, al aconsejarme, que el protagonista de esta novela es lo que es, y aparte de las analogías entre su historia y la mía, o la nuestra analogías ambientales o psicológicas que son puros envoltorios existenciales, útiles para dar concreción a lo que acontece en el interior.
Esta novela ya no le sirve de mucho a mi vida (como las novelas o las poesías que se escriben en la juventud), no es un alegato, ¡ eh, hombres!, yo existo, sino el preámbulo de un testamento, el testimonio de esa poca sabiduría que uno ha acumulado, ¡ y que es completamente diferente de la que uno esperaba | imaginaba | !
Paolo

Lúcidos, atormentados, sensibles y crueles

Hola , os escribo a todos y a todas compañeros de clase .

Cómo no sabía por dónde empezar , he buscado en internet a traves de una frase que aparece en nuestro blog y me he quedado con la pregunta ¿ a qué le llaman un ordenado caos?
1ª A La lucha diaria entre lo que debo hacer y lo que quiero hacer y no me dejan.
2ª A la lucha interior le quiero pero no me conviene.
3ª a navegar por este mundo entre lo que nos obligan las leyes y lo que nos dicta nuestro sentido común , cada día más presionado por la moda, la tele, las amigas, los amigos, el facebook, el hiv5,
4ª el ansia descontrolada de buscar la felicidad que nos lleva por caminos tan difíciles como nosotros mismos .

En fin voy a desayunar , espero no haberos cansado , si teneis ideas frescas y quereis compartirlas , aquí estoy .
Sobre todo , aparta de ti todo aquello que te haga sufrir de forma gratuita.
No quiero ser cursi , pero os quiero

Cuentos romanos : las gafas ( fragmento )

Estas cosas yo las sabía y no las sabía, porque, aunque frecuentaba la casa, nada se traslucía. Nespola, muy viva, siempre ocupada, como mucho dejaba escapar un suspiro de cuando en cuando, y a él, además, ya le podían escupir a la cara que no se descomponía. En suma, guardaban las apariencias; pero es de creer que, a solas, ella se desespe¬raba y lloraba y que él le prometía que cambiaría de vida. Pero tan pronto como encontraba un nuevo trabajo vol¬vía a caer en lo mismo.
Natale, a primera vista, no parecía muy fuerte: de estatura mediana, corpulento, reventando en sus trajes que siempre parecían quedarle estrechos. Y en cambio era un toro; yo lo había visto levantar él solo, en el taller, un co¬checito utilitario. Esta fuerza disimulada era un poco el símbolo de su verdadero carácter, escondido también bajo una apariencia seria y comedida, Era, en resumen, lo que se llama una mosca muerta: por fuera de una mane¬ra, y por dentro, de otra. Sólo su madre, si acaso, sabía verdaderamenie cómo era.

Cuentos romanos : El crimen perfecto ( fragmento )

Siempre como en un juego, y porque me causaba mucho placer, ideé un plan con todos sus detalles. Pero luego, una vez formulado este plan, me entró la tentación de aplicarlo, y esa tentación era tan fuerte que no pude resistir más y decidí pasar a la acción. Pero quizás no decidí nada y me encontré en plena acción cuando creía fantasear. Digo esto para que se vea que, como ocurre en amor, hice todo naturalmente, sin esfuerzo, sin voluntad, casi sin darme cuenta.
Empecé, pues, a decirle, entre una y otra taza de café que conocía a una chica muy guapa, que esta vez no se trataba de una de las consabidas chicas que me gustaban a mí y que luego él me birlaba, sino de una chica que había puesto sus ojos en él y que no quería a nadie más. Esto se lo repetí día tras día, una semana seguida, añadiendo siempre nuevos detalles sobre aquel amor tan ardiente y fingiendo que yo estaba celoso. Él, primero, se hizo el indiferente, y decía:
—Si me ama, que venga al bar... La invitaré a café.
Pero luego empezó a enervarse. De vez en cuando, fingiendo bromear, me preguntaba:
—-Oye.." ¿ y aquella chica?.,. ¿Me sigue amando?
Y yo le contestaba:
—¡Y hasta qué punto!
—¿Y qué dice?
—Dice que le gustas muchísimo.
—Pero ¿por qué?,. ¿Qué es lo que le gusta de mi?
—Todo: la nariz, el pelo, los ojos, la boca, la forma en que manejas la máquina del café... todo, ya te digo,..
Un fin, precisamente todas las cosas que yo odiaba en él, y por todas las que sería capaz de matarlo, fingía que eran las que habían vuelto loca a aquella muchacha de mi invención. Él sonreía y se hinchaba como un pavo porque era vanidoso y se creía quién sabe qué. Se veía que su cabecita no hacía más que pensar en ello y que quería conocer a la muchacha; sólo el orgullo le impedía pedírmelo.

Cuentos romanos : Lluvia de mayo ( fragmento )

Su hija Dirce no era mejor que el padre por lo que toca al carácter, también ella era dura, mala, áspera, pero hermosa: una de esas mujeres pequeñas y musculosas, bien formadas, que caminan meneando las caderas y afirmando el pie, como quien dice «Esta tierra es mía». Tenía una cara ancha, con ojos negros y pelo negro, tan pálida como una muerta. Solamente la madre, en aquella casa, quizás era buena: una mujer de unos cuarenta años que aparentaba sesenta, flaca, con una nariz de vieja y colgantes cabellos de vieja; pero quizas sólo era tonta, o al menos uno podía pensarlo al verla de pie ante el fogón, con toda la cara tendida en una sonrisa muda; si se daba la vuelta, se veía que tenía uno o dos dientes, por todo tener. La hostería daba a la carretera y tenía una muestra en forma de arco, de color sangre de buey, con el letrero: «Hostería de los Cazadores; propietario, Antonio Tocchi», en letras amarillas. Luego, por un sendero, se llegaba a las mesas, bajo los árboles, ante el panorama de Roma. La casa era rústica, toda muros y casi sin ventanas, con techo de tejas. El verano era la mejor época, subía gente desde la mañana hasta la medianoche: familias con niños, parejas de enamorados, grupos de hombres, y se sentaban a las mesas y bebían vino y comían la comida de Tocchi mirando el panorama. No teníamos tiempo ni de respirar: los dos hombres sirviendo continuamente, las dos mujeres continuamente cocinando y fregando; por la noche estábamos rendidos y nos íbamos a la cama sin ni siquiera mirarnos. Pero en invierno, o incluso en plena temporada, si llovía, empezaban los líos. El padre y la hija se odiaban, aunque odiar se quede corto, se habrían matado. El padre era autoritario, avaro, estúpido, y por cualquier tontería levantaba la mano; la hija era dura como una piedra, cerrada, siempre quería decir la última palabra, terca. Acaso se odiaban porque eran de la misma sangre, y ya se sabe que no hay como la sangre para odiarse; pero se odiaban también por cuestión de intereses. La hija era ambiciosa; decía que ellos, con aquel panorama de Roma, tenían un capital que explotar, y en cambio lo arrojaban a los perros. Decía que el padre debía construir una pista de cemento para bailar, y alquilar una orquesta y colgar farolillos venecianos, y transformar la casa en un restaurante moderno y llamarlo «Restaurante Panorama». Pero el padre no se fiaba, en parte porque era avaro y enemigo de las novedades, y en parte porque era su hija quien se lo proponía, y él antes se hubiera dejado degollar que permitir que la hija se saliera con la suya. Los choques entre padre e hija se producían siempre en la mesa; ella atacaba, con maldad, ofendiéndolo en algo personal, supongamos que por el hecho de que el padre, al comer, había soltado un eructo; él respondía con palabrotas y blasfemias; la hija insistía, el padre le daba un bofetón. Es preciso decir que debía de sentir placer al abofetearla, porque ponía una cara especial, mordiéndose el labio inferior y guiñando los ojos. Para la hija la bofetada era como el agua fresca
para una flor: reverdecía de odio y de maldad. Entonces el padre la agarraba por el pelo y le sacudía más. Caían platos y vasos y también recibía lo suyo la madre, que se metía en medio, pero como una tonta, con su eterna sonrisa en la boca desdentada; y yo, con el corazón henchido de veneno, salía y me iba a pasear por el camino que llevaba a Camilluccia.
Me hubiera largado hacía tiempo de no haberme enamorado de Dirce. No soy un tipo que se enamore fácilmente, porque soy práctico y no me dejo fascinar por palabras y miradas. Pero cuando una mujer, en vez de palabras u miradas, se da a sí misma, toda entera, en carne y hueso, y por añadidura se entrega por sorpresa, entonces queda preso como en un cepo.

Cuentos romanos : El desquite de Tarzán ( fragmento )

Estábamos en verano, en julio, y pasear por las calles, muy despacio, bajo un sol que quemaba, era realmente penoso. Además, el recorrido era largo y sin paradas: salíamos del cine, detrás de Santa María Maggiore, recorríamos a paso de hombre la vía Cavour, la Plaza de la Estación, vía Volturno, vía Piave, vía Salaria, via Po, vía Véneto, via Bissolati, via Nazionale, via Depretis, y luego, finalmente, otra vez Santa Maria Maggiore. Este recorrido lo hacíamos varias veces, por la mañana y por la tarde, según lo estipulado con la agencia. Además, había dos equipos: uno de hombres, vestidos, como ya dije, de celeste; y uno de mujeres, vestidas casi peor que nosotros, con túnicas blancas cubiertas de lentejuelas plateadas y gregüescos amarillo oro.
Una de esas mañanas salimos, como de costumbre, del cine, con un cielo anubarrado que al principio me hizo esperar que disminuyera el calor de días anteriores. Pero cuando nos pusimos en marcha advertí inmediatamente que el bochorno había aumentado, precisamente a causa de aquellas nubes oscuras que anunciaban tormenta. Sudaba, con mi mono cerrado, mucho más que si hiciera sol; y en medio de aquel aire cargado me parecía como si a cada vuelta del pedal, se me hincharan las manos, los pies y la cara, y como si la sangre quisiera salirse de mi piel. El título de la película de ese día era «El desquite de Tarzán», en tecnicolor. Yo tenía las sílabas «El des»; luego venía Poldino con «qui», y luego, por orden, «te», «de», «Tar», «zán». En los cartelones se veía a Tarzán, vestido de pieles como un salvaje, que luchaba con un enorme mono, y a un lado, asustada, una hermosa muchacha, también medio desnuda. En cuanto nos pusimos cu marcha, muy lentamente, entre aquel aire bochornoso de terremoto, advertí que detrás de mí se había producido el acuerdo de siempre. La agencia de publicidad nos recomendaba sobre todo que no hiciéramos ruido, no fumásemos, no hablásemos. En resumen, teníamos que dar la impresión de ser casi máquinas, como las bicicletas: mudos, lentos, apáticos, sin expresión. Así, decían, la publicidad resultaría realmente eficaz, porque la gente no se ocupaba de nosotros y miraba a los cartelones. Ya he dicho que los otros cinco habían llegado a un acuerdo; me explicaré. Tan pronto como estuvimos en la Plaza de la Estación oí que los cinco, a mis espaldas, lanzaban el grito de Tarzán, tal y como se oye en el cine; no tan fuerte, es cierto, pero lo bastante para que los transeúntes lo oyeran. Yo no podía volverme porque tenía que guiarlos y, si me volvía, podía ocurrir que, en un sitio como la Plaza de la Estación, toda la caravana acabase bajo las ruedas de un autobús; pero cuando entramos en la via Volturno, volví la cabeza y dije con fuerza: —¿Qué significa ese barullo?
¿Saben cómo me respondió Poldino? Con un gesto obsceno. No dije nada y proseguí hacia el Ministerio de Hacienda.
Pasamos el Ministerio, entramos en la via Piave; en la Plaza Fiume, el guardia, sobre su torrecilla listada en blanco y negro, paró el tránsito y también nosotros tuvimos que esperar. Aproveché para echar pie a tierra y volverme para ver cómo iban las cosas. Advertí enseguida que iban muy mal: ya sea que estuvieran citados con ellas, ya que las hubieran encontrado por casualidad, Poldino y los otros estaban con dos muchachas, de esas que recorren los restaurantes vendiendo flores, bajas y contrahechas, una rubia y otra morena, y bromeaban entre sí, como si no existiera la caravana publicitaria.

Cuentos romanos : El billete falso ( fragmento )

Pasaba por la Plaza Risorgimento cuando oí que me llamaban: —Eh, macho..., ¿que haces por aquí? Era Staiano, un amigo de los viejos tiempos, cuando vendíamos juntos cigarrillos en el mercado negro, en la vía del Gambero. No andaba boyante, lo noté enseguida; y cuando le dije que yo no hacía nada, aunque en realidad tampoco podía decir que estuviera parado, puesto que nunca tuve un oficio, me cogió del brazo y me dijo que él podía hacerme ganar, sin gran trabajo, mil o dos mil, o incluso tres mil liras diarias. Le pregunté de qué manera, y él, entonces, empezó con muchos rodeos. Dijo que los tiempos eran duros, que había montones de gentes que, pese a tener un oficio, no podían vivir. Dijo que en tiempos como estos los hombres se dividían en dos categorías: los que tenían ríñones y los que no los tenían; y los primeros acababan siempre por salir a flote, mientras que los segundos hacían el bobo. Dijo que él estaba seguro de que yo pertenecía a la primera categoría, porque me había conocido en otros tiempos no menos duros y difíciles. Dijo que la propuesta que iba a hacerme quizás me asombraría, pero que no debía interrumpirle, no debía decirle más que sí o no. Yo le dejaba hablar y mientras tanto pensaba que debía de ser una propuesta muy extraña, porque en él resultaban verdaderamente insólitas tantas precauciones. Por último, se calló y yo le pregunté de qué se trataba. Respondió enseguida:
—Se trata de gastar pasta.
—¿Gastar pasta?
—Sí... Yo te doy, por ejemplo, un billete de cinco mil liras... Tú vas, das una vuelta, estudias la situación, y luego pagas con él un café, supongamos, o una cajetilla de tabaco... Luego, me traes la vuelta... Y yo te doy una terrera parte de la vuelta.
—¿Una tercera parte en liras buenas? —le interrumpí, para demostrarle que había entendido.
—Hombre, claro... en liras buenas... ¿Por quién me has tomado?
—¿Y si descubren que el billete es falso?
—Nada... Tú dices inmediatamente que sabes quién te lo ha dado y lo recoges fingiendo indignación.
Yo quería contestar: «Estás loco, ni hablar» —y, en cambio, no sé muy bien cómo, mi boca pronunció:
—De acuerdo, trato hecho.
Después, no podría siquiera decir lo que pasó, tan asombrado estaba de mí mismo, de haber aceptado y de continuar aceptando. En fin, me dio un billete de diez mil liras, diciendo que ese día quería ponerme a prueba; y quedamos a las ocho de la noche, en los jardines de la Plaza Risorgimento. Eran las dos de la tarde.
Y heme aquí con un billete falso de diez mil liras en el bolsillo y con la esperanza de ganar, así, como jugando, más de tres mil de las buenas. De pronto me sentí rico y ocioso, como si hubiera tenido por delante no una tarde, sino toda una semana o un mes, y hubiera podido satisfacer todos mis caprichos antes del momento, que veía muy lejano, en el que me decidiría a gastar mi billete falso. Además de las diez mil liras de Staiano tenía en el bolsillo unas mil quinientas liras buenas, y pensé que podía pisar fuerte, ya que contaba con dos o tres mil liras diarias, seguras, quién sabe durante cuánto tiempo.

El amante rechazado : Recuerdo de Circe ( frag.)

Y o, Euríloco, compañero de Ulises, habiéndome enterado de los cuentos que se ofrecen acerca de nuestra estancia junto a Circe, quiero que se sepa lo siguiente.
Ante todo, no es verdad que Circe transformase a nuestros compañeros en puercos con un sencillo toque de varita. No vi ninguna varita; ni noté en el vino que ella nos dio a beber el sabor del brebaje mágico del que muchos hablan. La verdad es, en cambio, que la metamorfosis fue mucho más lenta y gradual que lo que habitualmente se cree; y que, en otras palabras, no se volvió puerco sino el que lo quería. Deseo que se tome nota de esta afirmación porque la considero de suma importancia. Pese a tener los medios para hacer de nosotros los animales que quería, Circe se abstuvo de intervenir; y esto, por la excelente razón de que su intervención no era necesaria ni mucho menos. Ella dejó que las voluntades —estaba a punto de decir las vocaciones— se orientasen libremente, dado que no ignoraba que en su tierra la transformación de hombre en puerco era fatal para algunos de nosotros. Habéis de saber que es una propiedad singularísima y portentosa del sitio en que vive Circe que todos aquellos que no son dignos, por algún vicio o debilidad, de seguir siendo hombres, en breve lapso se convierten en puercos. Si esta propiedad es efecto de las artes mágicas de Circe, o si procede de algún otro numen indígena, no lo sé. Pero la frecuente presencia de náufragos en aquella región permite a Circe reaprovisionar constantemente sus dÜatadas porquerizas.
Lo que me parece más notable en la triste suerte de aquellos entre mis compañeros que se convirtieron en puercos es que ninguno de ellos, aunque reiteradamente avisado y puesto en guardia, pareció nunca darse cuenta de la fatalidad que lo dominaba. Más aún: hubo, por así decirlo, una carrera hacia la pocilga; desarrollándose la transformación no entre la repugnancia, la humillación y el miedo de los transformados, sino

Cuentos romanos : La casa es sagrada ( fragmento)

Hacia el comienzo del verano, Giacomo se encontró de pronto completamente solo. Creía que tenía muchos amigos, que conocía a muchas mujeres; pero unas pocas partidas habían bastado para hacer el desierto en torno a él. En realidad, como todos, se movía en un restringido círculo de personas; y se le ocurrió pensar que cuando fuera viejo estas partidas serían sin retorno y su soledad definitiva.
Cogió la costumbre de levantarse tarde y de quedarse en su cuarto de la pensión hasta la hora de la comida, tumbado en la cama, leyendo un poco o fumando. Después de comer salía un momento, tomaba café en un bar, compraba un periódico y volvía a su cuarto a leerlo. Algunas veces, si estaba cansado o hacía más calor que de costumbre, le gustaba dejar que el periódico cayera de sus manos y amodorrarse una media hora. A media tarde se levantaba, se lavaba, se peinaba, se vestía y dejaba la pensión.
Iba a sentarse en un café en la calle más elegante de la ciudad. En ese café servían una cerveza alemana en botellines que a Giacomo le gustaba mucho. Bebía lentamente la excelente cerveza helada, observando el paseo y a las personas sentadas ante las mesitas. Toda la gente ociosa de la ciudad, los jóvenes mejor vestidos, las muchachas más bonitas se daban cita en aquel trozo de acera, entre aquellas mesas. Muchos estaban de pie, ante los escaparates del café, fingiendo charlar, pero en realidad posando con indolencia ante los ojos que los miraban y vigilando ellos mismos con el rabillo del ojo el paseo y a los que estaban sentados. Mujeres llenas de entusiasmo, con el cigarrillo en la mano, se levantaban de las mesitas e iban a otras mesas riendo y hablando muy alto. Los camareros pasaban a duras penas con sus bandejas entre esta multitud. Se oía bromear, llamar, charlar sin medida, con un zumbido ininterrumpido lleno de suficiencia y de exclusivismo, como si aquello no fuera una calle, sino un salón cerrado para la mayoría. Y, en efecto, si un pobre de ropas desgarradas o simplemente alguien como Giacomo, solitario y sin amigos, se aventuraba entre esa muchedumbre parecía justamente que llegaba a una casa a la que no había sido invitado y en la que no se le deseaba. Era realmente una cuestión privada entre los que se sentaban en las mesitas y los otros que paseaban ante ellos. Todo ello bajo los grandes plátanos cuyo follaje adulto arrojaba luces y sombras extrañas sobre las mesitas, los vasos, las caras, los trajes, Hacía calor, pero sin bochorno, bajo un cielo sereno y ardiente. Al oscurecer toda esa gente se desparramaba, cada uno volvía a su casa. Los camareros subían los toldos y quitaban las últimas mesas.
Tras beber su primera botella, Giacomo solía tomar una segunda, y con ésta llegaba hasta la puesta de sol. Después se levantaba y regresaba sin prisas a su casa. Por la noche volvía al café, donde se repetían las mismas escenas, las mismas ostentaciones, la misma mundanería de la tarde, sólo que en menores proporciones y a la luz de las farolas. Las veladas eran especialmente agradables en aquella ancha calle aireada que subía con amplios giros entre palacios y jardines. El viento respiraba bajo los plátanos; en el aire apacible y cansado las voces sonaban alegres y claras; los rostros de las mujeres, en la penumbra, parecían misteriosos. Pasaba menos gente que de día y por eso era posible observarla mejor y más tiempo. Giacomo tomaba un helado en copa y lo saboreaba lentamente, con diligencia, como si le pagaran por eso, por tomar un helado y mirar a la gente.
Se sentía tranquilo y vacío; y a ratos podía hacerse la ilusión de que dominaba enteramente esta situación suya de soledad y abandono. Pero una especie de angustia estaba siempre al acecho y cuando menos se lo esperaba le apretaba el corazón. A veces era la sensación de su avidez de cerveza y helados lo que lo desesperaba como un rasgo mezquino, digno de alguien que sólo espera de la vida esas fáciles alegrías; era una mirada, un gesto, una palabra sorprendida en aquellos transeúntes desconocidos, que le hacían suponer cuánto más rica era, en comparación con la suya, la vida de los demás. Entonces advertía un oscuro dolor y comprendía que antes del final del verano tendría que hacer algo que le devolviera la sensación de su libertad. Porque en esos momentos le parecía que ya no era libre, como cualquiera habría podido pensar, sino que estaba ligado, impotente, sujeto a esta soledad que no había buscado ni dependía de él.

Cuentos romanos : El terror de Roma ( fragmento)

Tenía tantas ganas de un par de zapatos nuevos que ha menudo soñaba con ellos, aquel verano, en el sótano del inmueble cuyo portero me alquilaba un catre a cien liras por noche. No es que anduviera descalzo pero los zapatos que llevaba me los habían regalado los americanos; ya casi no tenían tacón y uno estaba roto por el dedo meñique y el otro se había ensanchado, se me salía el pie y parecía una chancleta. Vendiendo algunas cosas en el mercado negro, llevando paquetes y haciendo recados lograba quitarme el hambre. Pero nunca conseguía ahorrar el dinero necesario para unos zapatos nuevos. Estos zapatos se habían convertido en una obsesión.

Relatos de alumnos : Sara y familia en Sicilia

Os voy a relatar el viaje a Sicilia.Llegamos en coche a Reggio de Calabria ,y embarcamos en el ferry que nos llevaria a Mesina(Sicilia).El viaje desde Roma fue muy entretenido .Nos dirigimos al paseo maritimo y descubrimos que es increíble, enorme, bello . De vuelta al albergue , dimos las gracias a nuestros amigos por llevarnos ver tan grato paseo,y estuvimos charlando con ellos hasta las cuatro de la madrugada. La costa siciliana es muy bonita con enormes playas , su agua transparente . Podiamos contemplar el fondo marino desde la misma superficie.
La montañas, lagos ,rios, parques naturales, una fauna y flora nos causaron una impresión inolvidable.
En estas mismas montañas, podemos caminar e ir descubriendo antiguos pueblos y a sus habitantes que hablan una lengua mas cercana al griego que al italiano;
Destacamos su gastronomia, o como diria paco , su papeo. Recomiendo en Bovalino, Il Primo Fiore .
En Bianco, pueblo pesquero, probar el pescado y la uva greca; y las heladerias , donde podemos, tomar helados , ya sen rellenos de mermelada,o de chocolate ,o de crema ,o de queso fresco etc etc. ,
Pero si quereis probar lo mas autentico, comprar una buena sobrasada , la sobrasada es como nuestro chorizo, salami(embutido de cualquier clase) y quesos, que son muy buenos. Desde aquí mandarle muchos besos a S. Larocca .

La campesina ( fragmento 5 )

¿Qué comíamos? Comíamos una vez al día unas pocas habichuelas hervidas con una cucharadita de manteca de cerdo , un poquito de tomate en conserva, un trocito de carne de cabra, y algunos higos secos. Por la mañana , como ya he indicado, algarrobas o bien cebollas y una delgada rebanada de pan. Sobre todo faltaba sal y eso era terrible, porque la comida sin sal no se puede siquiera tragar, pues, apenas entra en la boca dan ganas de vomitarla; de tan sosa y casi dulce parece una cosa muerta y putrefacta. De aceite no había ni una gota siquiera, de manteca, apenas me quedaban dos dedos en el fondo de un tarro. De vez en cuando, había suerte, como una vez que pude comprar dos kilos de patatas. O bien , otra vez, que tuve ocasión de comprar a unos pastores un queso de oveja que pesaba cuatrocientos gramos , duro como la piedra, pero bueno, picante. Pero era cosa de suerte, es decir, casos raros con los que no se podía contar.

Cuentos romanos : El rorro .

Un día que mi mujer andaba de mal humor le dijo la verdad a aquella buena señora que nos traía la ayuda de la Sociedad Asistencial de Roma y que no dejaba de preguntarnos por qué traíamos tantos hijos al mundo: “Si tuviéramos dinero, en la noche iríamos al cine… Pero como no lo tenemos, nos vamos a la cama y así nacen los hijos”. La señora se sintió ofendida al oír tales palabras y se fue sin decir nada. Yo regañé a mi mujer porque no es bueno decir siempre la verdad, y antes de decirla uno debe saber con quién trata. Cuando era joven, antes de casarme, a veces me entretenía leyendo la nota roja del periódico de Roma, en la que cuentan todas las desgracias que le pueden suceder a la gente, como robos, asesinatos, suicidios, accidentes callejeros. Y de entre todas estas desgracias, la única que me parecía imposible que pudiera pasarme, era la de convertirme en lo que el periódico llamaba “un caso piadoso”, es decir una persona tan desgraciada que inspira compasión sin que le haya ocurrido ninguna desgracia en especial, sino así nomás, por el solo hecho de existir. Era joven, como ya he dicho, y aún no sabía lo que significa mantener a una familia numerosa. Pero ahora, con asombro, veo que poco a poco me he convertido en un verdadero “caso piadoso”. Leía, por ejemplo: viven en la más negra de las miserias. Bien, yo vivo ahora en la más negra de las miserias. O bien: viven en casas que de casa sólo tienen el nombre. Bien, yo vivo en Tormarancio, con mi mujer y seis hijos en un solo cuarto y, cuando llueve, el agua va y viene por todas partes . En otra ocasión: mi esposa, infeliz, cuando supo que estaba embarazada, tomó una decisión criminal: deshacerse del fruto de su amor. Pues bien, de común acuerdo tomamos esta decisión, mi mujer y yo, al descubrir que estaba embarazada por séptima vez. En fin, decidimos abandonar a la criatura en una iglesia, tan pronto como lo permitiera el clima, confiándola a la caridad del primero que la encontrara. Mi mujer gracias a la intercesión de esas buenas señoras, se fue a parir en el hospital y, luego, apenas se sintió mejorada, regresó a Tormarancio con el nene. Al entrar al cuarto, me dijo: “¿Me creerías que, a pesar de que un hospital es un hospital, me hubiera gustado quedarme ahí con tal de no regresar nunca?”Era un nene hermoso y robusto, con un galillo muy fuerte; así que por la noche, cuando se despertaba y comenzaba a llorar, ya no dejaba dormir a nadie. Cuando llegó el mes de mayo y el aire se puso bastante tibio como para andar en la calle sin abrigo, salimos de Tormarancio y nos fuimos a Roma. Mi mujer cargaba al nene apretándolo contra su pecho, envuelto en un montón de trapos, como si fuera a dejarlo en un campo cubierto de nieve. Al entrar a la ciudad, tal vez para demostrar que no le dolía, empezó a hablar sin darse punto de reposo, alterada, jadeante, con los cabellos al aire y los ojos desorbitados. A veces hablaba de todas las iglesias donde podíamos dejarlo, haciendo hincapié en que debía ser una iglesia frecuentada por gente rica, porque si lo recogía alguien tan pobre como nosotros, más valía quedarnos con él; en otras me decía que era preferible una iglesia dedicada a la Virgen, porque la Virgen también había tenido un hijo, y podía entender ciertas cosas y le concedería su deseo. Su modo de hablar me cansaba y me ponía histérico, pues yo también estaba mortificado y me inquietaba lo que estaba haciendo, pero me repetía que era necesario no perder la cabeza, mostrarme sereno y animarla. Hice alguna objeción, al menos para interrumpir aquel río de palabras, y luego propuse: “Una idea… ¿Qué tal si lo dejamos en la Basílica de San Pedro?” Ella se quedó pensando un instante, luego repuso: “No, ésa es más bien una plaza de armas… ni siquiera lo verían… Prefiero hacer la prueba en una iglesia chiquita que está en la calle Condotti, donde están todas esas tiendas elegantes… Allí va mucha gente rica. Ése es el lugar”.Tomamos el autobús y, viéndose entre tanta gente, por fin se calló. De vez en cuando envolvía al nene de nuevo, apretado entre su cobijita, o le descubría el rostro, con precaución, para mirarlo. El nene dormía, con su carita blanca y chapeteada, hundida entre los trapos. Estaba mal vestido, como nosotros. Lo único bueno que llevaba eran sus guantitos de lana azul, y tenía las manitas , fuera, bien abiertas, como si los presumiera. Nos bajamos en la plazoleta Goldoni, y de inmediato mi mujer reinició con su parloteo. Se detuvo frente al escaparate de un joyero y, mostrándome las joyas expuestas en repisitas forradas de terciopelo rojo, me dijo: “Mira cuánta belleza… La gente viene a esta calle a comprar joyas y puras cosas bonitas… Aquí no vienen los pobres… Entre tienda y tienda van a rezar un rato a la iglesia… Tienen buena disposición… Ven al nene y se lo llevan”.Decía esto mirando las joyas, apretando al nene contra su pecho, con los ojos de par en par, como si hablara para sí misma. Yo no tuve el valor de contradecirla. Entramos a la iglesia. Era pequeña, pintada de color amarillo, jaspeado, como si fuera de mármol, con muchas capillas y el altar mayor. Mi mujer dijo que la recordaba distinta, y que ahora, viéndola bien, no le gustaba ni tantito. Pero mojó los dedos en el agua bendita y se santiguó. Después, con el nene en brazos, comenzó a recorrer lentamente la iglesia, examinándola con una actitud descontentadiza y desconfiada. De la cúpula, a través de las lumbreras, caía una luz fría pero clara. Mi mujer iba de capilla en capilla, mirándolo todo: bancas, altares, cuadros, para ver si era el caso de dejar ahí al nene. Yo caminaba detrás de ella, a una cierta distancia, sin perder de vista la entrada. Entró de repente una señorita alta, vestida de rojo, de cabellos rubios como el oro. Se arrodilló, forzando la estrechez de su falda, rezó tal vez ni siquiera un minuto, se persignó y salió sin mirarnos. Mi mujer, que había visto todo, me dijo de pronto: “No, no me gusta… Aquí viene gente como esa señorita, que tiene prisa de divertirse y ver tiendas. Vámonos”. Y diciendo esto, salió de la iglesia. Remontamos un buen trecho por el Corso, siempre corriendo, mi mujer adelante y yo tras ella. Cerca de la Plaza Venecia entramos en otra iglesia. Ésta era más grande que la otra, muy oscura, llena de telas, doraderas y vitrinas abarrotadas de corazones de plata que brillaban en la oscuridad. Había mucha gente y, a ojo de buen cubero, consideré que se trataba de gente adinerada; las señoras con sombrero, los hombres bien vestidos. Un sacerdote manoteaba desde el púlpito, predicando. Todo mundo estaba de pie, mirando hacia él, y pensé que eso era bueno porque nadie nos observaría. Le dije a mi mujer, en voz muy baja: “¿Quieres que lo dejemos aquí?” Me dijo que sí, a señas. Nos dirigimos hacia una de las capillas laterales, muy oscura; no había nadie y casi no se veía. Mi mujer cubrió el rostro del nene con una punta de la cobija que lo abrigaba y luego lo dejó sobre una silla, tal y como se deja un bulto estorboso, para sentirse más libre. Luego se arrodilló y estuvo rezando un largo rato, con la cara entre las manos, mientras yo, sin saber qué hacer, miraba los cientos y cientos de corazones de plata de todos los tamaños, que tapizaban las paredes de la capilla. Finalmente mi mujer se puso de pie, cariacontecida; se persignó y, paso a paso, se alejó de la capilla, y yo tras ella, a cierta distancia. En ese momento, el predicador gritaba: “Y Jesús dijo: ¡Pedro!, ¿adónde vas?” Lo percibí de inmediato, porque me pareció que me lo preguntaba a mí. Pero cuando mi mujer se disponía a apartar la cortina para salir, una voz nos hizo brincar a los dos: “Señora, dejó un paquete en la silla”. Era una mujer vestida de negro, una de esas beatas que se pasan todo el santo día entre la iglesia y la sacristía. “Es cierto”, dijo mi mujer, “gracias… Se me olvidaba”. En fin, recogimos el bulto y salimos de la iglesia más muertos que vivos. Ya fuera de la iglesia, mi mujer dijo: “Nadie quiere a mi pobre hijo”, más o menos como un vendedor que piensa vender pronto la mercancía y luego ve que en todo el mercado no hay nadie que se interese por ella. Mientras tanto, ella había empezado a correr de nuevo, con su modo enajenado, casi sin tocar el suelo con los pies. Fuimos a dar a la Plaza de los Santos Apóstoles. La iglesia estaba abierta y, tan pronto como entramos, al verla tan grande, tan espaciosa y oscura, mi mujer me susurró al oído: “Esto es lo que necesitamos”. Caminó decididamente hacia una capilla lateral, dejó al nene sobre una banca y, como sí el pavimento le quemara los pies, sin persignarse, sin rezar, sin siquiera darle un beso en la frente, se alejó de prisa hacia el portón de la iglesia. Pero sólo había dado unos cuantos pasos cuando la iglesia retumbó con un llanto desesperado: era la hora de mamar, y el nene, puntual, lloraba porque tenía hambre. Quizás mi mujer perdió la cabeza al oír un llanto tan fuerte. Primero corrió hacia la puerta, luego volvió sobre sus pasos, siempre corriendo, y, sin ponerse a pensar dónde estaba, se sentó en una banca, tomó al nene en brazos y se desabrochó para darle el pecho. Pero no acababa de sacarse completamente el pecho —que el niño, como un verdadero lobo, agarró a dos manos, callándose al instante—, cuando una voz grosera comenzó a gritar: “Esas cosas no se hacen en la casa de Dios. ¡Fuera, fuera! ¡A la calle!”Era el sacristán; un viejito con barbita blanca, y con una voz más grande que él. Mi mujer le dijo, levantándose y cubriendo lo mejor que pudo la cabeza del nene y el pecho: “La Virgen, sin embargo, en los cuadros siempre tiene a un niño en brazos”. El sacristán le respondió: “Y tú quisieras ser como la Virgen. ¡Presuntuosa!” Basta. Salimos de la iglesia y fuimos a sentarnos en el jardín de la Plaza Venecia; allí mi mujer le dio el pecho al nene hasta que éste se hartó y se durmió de nuevo. Ya era de noche. Estaban cerrando las iglesias y estábamos muy cansados, como idiotas, sin que se nos ocurriera nada. Me desesperaba el hecho de tener que pensar en algo que no tenía ganas de hacer, y le dije: “Mira, ya es tarde y no aguanto más. Tenemos que decidirnos”. Ella me contestó, con amargura: “Pero es tu sangre… ¿Quieres abandonarlo en cualquier esquina así nomás, como si fuera el cucurucho de tripas para los gatos?” Le dije: “¡Claro que no! Pero ciertas cosas se hacen pronto, sin pensarlo mucho, o nunca se hacen”. Y ella: “Lo que pasa es que tienes miedo de que me arrepienta y me lo lleve otra vez a casa… ¡Ustedes los hombres son unos cobardes!” Comprendí que no debía contradecirla en esos momentos y le contesté con moderación: “Te comprendo, no te apures… Pero date cuenta de que por muy mal que le vaya, siempre le irá mejor que si crece en Tormarancio, en un cuarto sin excusado ni cocina, entre las cucarachas en invierno y las moscas en verano”. Esta vez, ella no dijo nada. Sin saber adónde ir, tomamos por la calle Nazionale, recorriéndola hasta la Torre de Nerón. Poco más adelante, vi una callecita que subía, totalmente desierta, con un coche gris, cerrado, parado frente a un portón. Tuve una idea: fui hacia el coche, moví una de las manijas y la portezuela se abrió. Le dije a mi mujer: “¡Pronto, éste es el momento…! Déjalo en el asiento trasero”. Obedeciendo, ella dejó al nene bien acomodado en los asientos posteriores, y luego cerré la portezuela. Hicimos todo esto en un instante, sin que nadie nos viera. Luego la tomé del brazo y nos alejamos corriendo hacia la Plaza del Quirinal. La plaza estaba desierta y casi a oscuras, con pocos faroles encendidos bajo los palacios y todas las luces de Roma brillando en la noche, tras los parapetos. Mi mujer se acercó a la fuente bajo el obelisco, se sentó en una banca y de pronto empezó a llorar, agachada, dándome la espalda. Le dije: “¿Y ahora qué te pasa?” Y ella: “Ahora que lo he abandonado, siento que me falta… Que me falta algo aquí, en el pecho, donde se me colgaba… ”Le dije, por no dejar: “Bueno, es natural. Pero ya se te pasará”. Se alzó de hombros y siguió llorando. Luego, de repente, se le secó el llanto como se seca la lluvia en la calle cuando sopla el viento. Se levantó, furiosa, y dijo, señalando uno de los palacios: “¡Ahora mismo entro ahí y hago que me reciba el rey y le cuento todo!” “¡Detente!”, le grité, jalándola de un brazo, “estás loca. ¿Qué no sabes que ya no hay rey?” Y ella: “¿Y eso a mí qué me importa? ¡Voy a hablar con el que se quedó en su lugar! Alguien ha de estar”. En fin, ella corría ya hacia el portón, y no quiero ni imaginar el escándalo que habría armado si yo no le hubiera dicho de pronto, desesperado: “¡Óyeme…! Cambié de idea… Regresemos al coche nos llevamos al nene… Quiero decir que nos quedamos con él… Al fin y al cabo, da lo mismo uno más que uno menos…” Esta idea, que era la principal, suplantó inmediatamente a la de hablar con el rey. “¿Crees que esté ahí todavía?”, dijo, mientras se encaminaba rápidamente hacia la callecita donde estaba el coche gris. “Claro que sí”, le contesté. “No han pasado ni cinco minutos”.En efecto, el coche aún estaba ahí; pero en el preciso momento en que mi mujer se disponía a abrir la portezuela, un hombre maduro, chaparro, con pinta de autoritario, salió del portón, gritando: “ ¡Quieta, quieta! ¿Qué busca en mi coche?” “¡Busco algo que es mío!”, respondió mi mujer sin voltear a verlo y agachándose para recoger el bulto con el nene que estaba en el asiento, pero el otro insistía: “¿Pero qué es lo que se lleva? ¡Este coche es mío, mío! ¡No entiende?”. Hubieran visto a mi mujer. Irguiéndose, lo embistió de esta manera: “¡Pero quién te quita nada! No tengas miedo, nadie te quita nada. ¡Mira cómo escupo tu coche!” Y, dicho y hecho, le escupió la portezuela. “Pero ese bulto… ”, siguió diciendo el hombre, asombradísimo. Y ella: “No es un bulto… Es mi hijo… ¡Mira!”.Le destapó la cara al nene, mostrándoselo, y agregó: “Tú, ni naciendo otra vez, podrás tener con tu mujer un nene tan bonito como éste… ¡Y no te atrevas a ponerme las manos encima, porque grito y llamo a los policías y les digo que querías robarme a mi hijo!”. En fin, le dijo tantas cosas, que al pobre hombre, con la cara roja y la boca abierta, por poco y le da un ataque. Finalmente, sin prisa alguna, se alejó del coche y me alcanzó en la esquina de la calle.

Relatos de alumnos : viaje a Cetara ( por laura )

Querido viajero. Con este saludo quiero comenzar mi relato de viaje que se realizará a través de las ciudades de Pisa, Roma , Nápoles y sus alrededores. Este trabajo no pretende ser una guía turística sino una especie de diario de un viajero, enamorado de Italia que escribe todo tipo de circunstancias, sensaciones , emociones etc que le ocurren durante el transcurso de su viaje . También quiere este trabajo rendir un homenaje a personajes que sobreviven después de su muerte . Mencionamos algunos como Galileo Galilei en Pisa. Alberto Moravia , Miguel Angel, Rafael en Roma. En el sur , Elsa Morante , Primo y Carlo Levi , Plinio , Fiorelli y otros que aparecerán a lo largo de dicha experiencia. También acompañaran el relato un CD-Rom con videos , fotos y demás material que ayudará a una mayor comprensión del viaje. Este viaje ha sido realizado gracias a 26 personas : 17 menores y 8 adultos más un servidor . Se cambiaran todos los nombres para preservar su intimidad , teniendo en cuenta que , sin cada uno de ellos, este viaje y su relato hubiesen sido imposible de llevar a cabo . Desde estas páginas va mi agradecimiento a todos los participantes. Hemos de mencionar a los familias de acogida , profesores , políticos , etc . ¿ Cómo se estructurará el relato del viaje? Lo presentaremos en dos formatos : Formato completo para aquel viajero ávido de documentación . Formato resumido para aquel viajero que se lee la documentación después de haber realizado el viaje , porque, en primer lugar , lo que quiere es saborear uno y cada instante , vivir sus propia experiencia , conocer gente del entorno , etc Los autores clásicos al comenzar sus obras se encomendaban a las musas , yo también me encomiendo a los buenos espíritus y a los ángeles para que lleven a buen puerto este relato y , sobre todo, sea del agrado de los lectores . Moravia será nuestro maestro narrador ya que todo el relato estará basado en la observación meticulosa y su descripción, fiel de la realidad vivida ; aunque la fatiga a veces nos distorsiona la realidad y nos ponemos a llorar de emoción , cansancio , dolor de pies , dolor de alma etc Insertaremos la opinión de los participantes que, hasta la fecha de hoy, solo ha escrito una persona , pero, siendo optimistas, creo que contaremos con la opinión de algunos más que se animarán . Para el paladar se aconseja: Pizza en Roma Pizza en Cetara Fruta variada en Nápoles Pasteles a modo napolitano El día de nuestra partida hacia Italia fue el 25-6-04 , salimos de Cornella a las 7 y media de la tarde ; la primera parada la hicimos en el área del Emporda, última área , antes de cruzar la frontera francesa . Continuamos el viaje de noche por territorio francés . Vimos desde el autocar las luces del principado de Mónaco. Comenzaba a amanecer cuando divisamos los primeros pueblos . la carretera sorprende por la cantidad de túneles y puentes . Cuando salíamos de cada uno de los túneles divisábamos abajo el mar y los pueblos costeros de la costa del mar Tirreno .también pasamos por la ciudad de Génova y continuamos camino hacia Pisa. el recuerdo de la primera vez que vi la torre inclinado de Pisa; era una imagen que ha quedado en mi memoria un manto de césped verde y un conjunto arquitectónico blanco como la nieve ; debe ser que lo soné porque esta vez la torre y la catedral no las vi blancas sino muy ennegrecidas . eran las 8 dela mañana del sábado 26-6-04 y el sol lucia de frente y nos dimos cuenta que el mármol estaba muy oscuro , después desde otro ángulo la catedral parecía lucir mejor aspecto . nos reunimos en corro y lanzamos todo el grupo el grito Galileo Galilei :era nuestra forma de rendir admiración a un genio que solo encontro incomprensión e injusticias , por ser fiel a la ciencia y se enfrentó personajes poderosos que creyeron su obra podía ser algo peligroso para la iglesia. proseguimos el viaje hacia Roma primero fuimos al albergue el foro itálico , que realmente te decepciona pensar que podía estar en mejores condiciones, es decir , con una buena mano de pintura parecería otro . si hemos de decir que está limpio y su comida es aceptable . llama la atención la altura de sus techos , sus anchos pasillos . después de la cena nos dirigimos en autobús al Coliseo . es una tarde magnifica que invita al paseo . les causa admiración el Coliseo , el Foro , los mercados de Trajano , la columna trajana etc todo perfectamente iluminado . el cansancio se va apoderando de nosotros y se agolpan en mi memoria otros viajes donde el paso por Roma ha sido una autentica catarsis . en Roma quizás por su grandiosidad , su nocturnidad se produce una especie de respeto y miedo . en plaza Venecia se prepara el plan para el dia siguiente , madrugar y acudir a los museos vaticanos a ver la Capilla Sixtina con los famosos frescos diseñados por Miguel Ángel . después nos regresamos al albergue . a las 5 de la mañana mi despertador fueron los mosquitos que me picotearon las piernas , lo que hizo que me desvelara y aprovechara para asearme en los lavabos comunitarios a estas horas casi vacios . después del desayuno salimos hacia los museos vaticanos , la cola para entrar en los museos era monumental .

Cuentos romanos : el rorro ( Verónica )

Cuentos romanos : el rorro     (  Verónica )
el rorro ; clica en la imagen

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