Alberto Moravia en un Instituto Enseñanza Secundaria.
Alberto Moravia (Alberto Pincherle: Roma, 28 de noviembre de 1907 - 26 de septiembre de 1990) fue un escritor y periodista italiano.
Un aspecto importante es el inicio de la Universidad Ngöbe-Buglé, una institución de corte indígena auspiciada por la Fundación Cultural Ngöbe-Buglé, debido a que las universidades fuera de la comarca no valoran el aspecto cultural y los idiomas locales. Existen además otras organizaciones como: Fundación Venado, Sribire Waire, OCAB, Victoriano Lorenzo, Ascon, Apatach, Aproteng, etc.
La educación superior es necesaria, exisitiendo una cantidad de médicos Ngöbe que han ido a Cuba y trabajan en la comarca, aunque sin el mismo reconocimiento económico que los médicos no provenientes de esta etnia.
De igual forma, hay profesionales del turismo, administración, derecho, idiomas, psicología, filosofía, entre otros, que han estudiado en países de Europa y América. Sin embargo, hacen falta oportunidades a nivel nacional, donde se valore la cultura y los idiomas indígenas.
SOY flaco, nervioso, de brazos delgados, piernas largas y el vientre tan plano que los pantalones se me escurren; en fin, soy justamente lo contrario de lo que hace falta para ser un buen camionero. Miren a los camioneros; son todos como castillos, con hombros anchos, brazos de cargadores, espalda y vientre fuertes. Porque el camionero se basa sobre todo en los brazos, la espalda y el vientre: los brazos, para mover la rueda del volante, que en los camiones tiene casi el diámetro de un brazo, y que a veces, en las curvas de montaña, hay que darle una vuelta completa; la espalda, para resistir el cansancio de estar sentado horas y horas, siempre en la misma posición, sin quedarse dolorido y rígido, y, por último, el vientre, para estar perfectamente quieto, hundido en el asiento, encajado como un peñasco. Esto en lo que respecta al físico. En cuanto a lo moral, todavía soy menos adecuado. El camionero no debe tener nervios, ni la cabeza a pájaros, ni nostalgias, ni otros sentimientos delicados; la carretera es exasperante, capaz de matar a un buey. Y lo que es en mujeres, el camionero debe pensar poco, igual que el marinero; porque si no, con su continuo ir y venir, se volvería loco. Pero yo estoy lleno de pensamientos y de preocupaciones; soy de temperamento melancólico; y me gustan las mujeres.
Sin embargo, pese a que no era un oficio para mí, quise ser camionero y conseguí que me contratara una empresa de transportes. Me asignaron como compañero a un tal Palombi, que era, puedo decirlo, un verdadero bruto. Exactamente el camionero perfecto; y no es que los camioneros no sean, a menudo, inteligentes, pero él tenía también la suerte de ser estúpido, de manera que formaba un todo con el camión. Aunque ya era un hombre mayor de treinta años, le había quedado algo de chiquillo: una cara redonda de mejillas abultadas, unos ojos pequeños bajo una frente estrecha, una boca cortada como la de una alcancía. Hablaba muy poco, casi nada, y preferiblemente a gruñidos. Sólo se aclaraba un poco su inteligencia cuando se trataba de cosas de comer. Recuerdo una vez que entramos, cansados y hambrientos, en una hostería de Itri, camino de Nápoles. No había más que judías con tocino, y yo apenas si las probé, porque me sientan mal. Palombi devoró dos platos llenos, y luego, repantigándose en la silla, me miró un momento, con solemnidad, como si fuera a decirme algo muy importante. Pronunció, por último, pasándose una mano por la barriga:
—Me comería otros cuatro platos.
Este era el gran pensamiento que había tardado tanto tiempo en expresar.
Con ese compañero, que parecía un tarugo, no les digo lo contento que me puse la primera vez que encontramos a Italia. En aquella época hacíamos la ruta Roma-Nápoles, llevando las cosas más diversas: ladrillos, chatarra, madera, fruta, bobinas de papel de periódico, e incluso, algunas veces, pequeños rebaños de ovejas que se desplazaban de un pasto a otro. Italia nos paró en Terracina, pidiéndonos que la lleváramos a Roma. Nuestras órdenes eran no recoger a nadie, pero, tras haberle echado una ojeada, decidimos que en aquella ocasión la orden no valía. Le hicimos señas de que subiera y trepó ágilmente, diciendo:
https://puertolibros.com/detalle_libro.php?libro=508233 Título del original en italiano: Racconti romani. Traducción de María Esther Benítez. Los CUENTOS ROMANOS de ALBERTO MORAVIA pertenecen a uno de los más peculiares géneros de la literatura de los siglos XIX y XX: A través de 61 estampas llenas de colorido, desfila un abigarrado conjunto de personajes característico de la Roma contemporánea; la yuxtaposición de esas instantáneas—divertidas y pintorescas en su mayoría— es como la reproducción impresionista de la vida de la gran ciudad, en la que, junto a las formas de existencia del pasado que siguen latiendo bajo exterioridades apenas modificadas, una nueva cultura material y las relaciones sociales a ella aparejadas dan lugar a situaciones, conflictos e incidentes históricamente inéditos.
España. Verano de 1936. El célebre escritor Miguel de Unamuno decide apoyar públicamente la sublevación militar que promete traer orden a la convulsa situación del país. Inmediatamente es destituido por el gobierno republicano como rector de la Universidad de Salamanca. Mientras, el general Franco consigue sumar sus tropas al frente sublevado e inicia una exitosa campaña con la secreta esperanza de hacerse con el mando único de la guerra. La deriva sangrienta del conflicto y el encarcelamiento de algunos de sus compañeros provoca que Unamuno empiece a cuestionar su postura inicial y a sopesar sus principios. Cuando Franco traslada su cuartel a Salamanca y es nombrado Jefe del Estado en la zona nacional, Unamuno acude a su Palacio, decidido a hacerle una petición. (FILMAFFINITY)
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Nationality: Egyptian
Date of Birth: 30/01/1993 Gender: male
Education:
Egypt - Minia university – faculty of Arts
Psychology Department :
Pre- master in psychology ( 2016)
Grade : good
BA in Psychology (clinical) (2015) Grade : very good
Languages : Arabic: Native English : good French: knowledge
Skills:
Computer skills : Spss program Excel program Microsoft Office
Other skills: Academic Excellence Work under stress
Research experience:
Graduation project( undergraduate) 2015 Cognitive disorders in primary school students
Graduate Studies Project (postgraduate)2016 Self -esteem And its relation to coping with the stress
Training :
Location: Minya - Egypt :eNam rganizationO Minya Hospital for Mental Health and Addiction Treatment From: 20/10/2013 To: 15/5/2015
Location: Minia University Course Name: Preparing Young Leaders program for the prevention of addiction Company name: Anti-Fund and Addiction Treatment From : 2/3/2015 to 5/3/2015
Location : Minya – Egypt Company name : El- Manara international Academy Course Name: Soft skills (Innovation forum)
Total Hours : 20 Grade : 90% Date : April , 2013
Volunteer work:
Scientific Group made the connection between psychology students and provide scientific assistance to them Writing summaries job and the most important lectures and upload group And submit proposals group Name: Graduates 2015 Psychology M.U From: February 2012 until now Social media site (Face book))
Visits to organize courses for students From the university to a hospital mental health Addiction Treatment From 10/20/2013 to 15/05/2015
Organize a visit Cancer Institute in Minya And collect donations from students and the distribution of gifts to the patients (April 2014)
Awards: It has been honored by the university president and dean of the college twice in the concerts scientific excellence The first time I got on the computer tablet in science and fulfilling holiday concert March 2013 The second time I got a certificate of appreciation to outstanding students Concert October 2014
«Ni siquiera el día que me muera dejarás de escribir», le solía echar en cara Elsa Morante a Alberto Moravia, en relación a su costumbre metódica y absolutamente inalterable de dedicar cuatro horas diarias a la escritura. «No es verdad, el día que ella murió no escribí», respondería él muchos años después.
Alberto Moravia y Elsa Morante; Elsa Morante y Alberto Moravia. Considerados ambos como dos de los más grandes escritores italianos del siglo XX, se vieron unidos por una relación casi siempre desdichada y a veces incluso violenta, marcada por las rupturas y los reencuentros, las furiosas peleas en público y los reproches continuos. Elsa era fantástica, volcánica e imprevisible, atacada continuamente por fiebres existenciales. Alberto era tan sistemático como lógico, y además de aburrimiento cósmico sufría una confesada incapacidad para hablar de sentimientos.
Elsa, incluso en sus mejores años juntos, le acusaba de ser egoísta y frío, de no amarla lo suficiente. Para ella había tres tipos de personas: los Aquiles (quienes viven sin pasión alguna), los don Quijotes (que viven de sueños) y los Hamlets (aquellos que todo lo cuestionan). Moravia, según su criterio, era una mezcla de Hamlet y Aquiles, mientras que ella se consideraba a sí misma una versión pura de don Quijote. En otras palabras: ella era apasionada, él imperturbable.
La relación íntima de esos dos titanes adquiere ahora nuevos matices de la mano de Quando verrai sarò quasi felice(Cuando vengas seré casi feliz), un libro recién publicado en Italia por la editorial Bompiani y que por primera vez recoge toda, absolutamente toda la correspondencia enviada por Alberto Moravia a Elsa Morante durante sus años de matrimonio y tras su separación (separación de hecho, porque nunca llegaron a divorciarse).
Se trata en total de 110 documentos entre cartas, postales y telegramas (52 de ellos inéditos), que él le envío a ella entre 1947 y 1983, es decir, durante prácticamente toda una vida. Faltan, eso sí, las cartas y respuestas de Elsa, porque Moravia tenía por norma tirar a la basura todos aquellos papeles que pudieran recordarle su propio pasado. «El pasado no me interesa, me hace daño. No me interesan los recuerdos», declaró en una ocasión.
El epistolario arranca en 1947, cuando Moravia ya casi roza con los dedos las mieles del éxito ya que ese mismo año publica La romana, la novela que lo consagra ante el gran público. Morante, por su parte, está también a punto de lograr el reconocimiento literario con Mentira y sortilegio, su ópera prima que verá la luz al año siguiente. La pareja lleva para entonces 10 años de relación y siete de matrimonio. La efímera felicidad de los primeros tiempos ha dado paso a un irreparable desastre. «Elsa trataba de anularme y al mismo tiempo, por exceso de pasión, se anulaba a sí misma», aseguró en una ocasión Moravia, con una frase que muy bien podría sintetizar su unión.
«Querida Elsa, tu carta ha llegado finalmente hoy, lunes 7, y no me ha gustado porque veo que eres infeliz y que nada te alegra, ni estar conmigo ni estar sin mí. Querría verdaderamente poder decirte algo que te consolara, pero me doy cuenta de que es imposible porque, como de costumbre, las razones de tu infelicidad son oscuras y oscuramente expresadas», escribe por ejemplo Moravia en agosto de 1950. Y ese mismo año: «Te amo todavía tanto que basta una palabra tuya poco amable para hacerme sufrir. Por desgracia, en ti hay un demonio que te empuja a decirme siempre cosas desagradables».
Su historia comienza en 1936, cuando Elsa Morante y Alberto Moravia se conocen en una cervecería del centro histórico de Roma frecuentada por el mundillo artístico de la época. El pintor Giuseppe Capogrossi parece ser que hizo las oportunas presentaciones entre la muchacha y aquel joven romano de 29 años, elegante, de familia burguesa, profundamente seguro de sí mismo y que ya disfrutaba del éxito (y de las polémicas) gracias a su primer libro, Los indiferentes, que había visto la luz ese mismo año.
Elsa, por su parte, también nació en la capital italiana en 1912, pero en una familia modesta y bastante disfuncional: su madre se casó con un siciliano impotente que aceptó que su mujer tuviera hijos de otro hombre y que acabó suicidándose, entre otras cosas por el desprecio con el que siempre se sintió tratado por su esposa. Elsa, a su vez, también mantuvo desde joven una relación muy conflictiva con su madre. Se fue de casa a los 18 años y cuando se cruzó con Moravia era pobre de solemnidad.
«Cuando la conocí, Elsa vivía en un pequeño apartamento muy mono en el Corso Umberto. No tenía literalmente qué comer. Vivía de escribir tesis universitarias. Era muy cuidadosa y escribía bien. Me acuerdo de que hizo una tesis sobre Albertazzi y otra sobre Lorenzino de Medici, me hablaba continuamente de ello. Cuando nos casamos, tuve que hacer frente a sus pagarés, yo tampoco tenía mucho dinero y tuve que ponerme a pensar cómo ganarlo», recordaba años después Moravia, en 1971.
Desde el principio la suya es una relación atormentada, marcada por alejamientos y acercamientos, necesidades de autonomía y exigencias de afecto. Pero, aun así, el 14 de abril de 1941, Moravia y Morante se casan (hasta entonces él había seguido viviendo en casa de sus padres y, de hecho, uno de los principales motivos por los que luego admitió haberse casado fue porque el invierno anterior había sido particularmente helado en Roma y se congelaba al regresar andando cada noche desde casa de Elsa hasta el domicilio familiar). Se trasladaron a vivir a un pequeño ático de dos habitaciones.
Ambos eran declarados antifascistas. Pero, además, Alberto era hijo de padre judío y Elsa, de madre judía. Un periodista le chiva al escritor que su nombre figura en la lista de personas a arrestar por el régimen fascista. Huyendo de las redadas y de los bombardeos, la pareja se oculta durante ocho meses en las montañas de Ciociara, una zona del centro de Italia, en concreto en la aldea de Sant'Agata. A raíz de esa experiencia Moravia publicó en 1957 La ciociara, novela que fue llevada al cine por Vittorio De Sica con Sophia Loren y que le valió a la actriz el Oscar.
Sólo en junio de 1944 Moravia y Morante regresan a la capital. Pero a partir de ese momento su relación descarrila cada vez más como lo atestigua su correspondencia, que arranca tres años después de su retorno a Roma. «Querida Elsa: tu infelicidad me hace muy infeliz y querría realmente que todo cambiase, aunque fuera contra mí. Pero ten en cuenta una cosa: yo siempre te he amado, sobre todo en el tiempo precedente a Sant'Agata (...)», le escribe él en 1950.
Aunque Moravia se lamenta siempre de las insistentes quejas de Elsa de que no la ama lo suficiente, en sus cartas también admite su frialdad emocional. «Es todo culpa mía, si culpa se puede llamar a esta dificultad mía de expresión sentimental heredada de largos años de enfermedad y de la tristeza de mi infancia y mi adolescencia», le escribe Moravia en alusión a la tuberculosis ósea que le obligó a guardar cama cinco años, dos de ellos en un sanatorio.
«Querida Elsa: no es que yo no albergase un fuerte sentimiento hacia ti, pero a causa de mi desgraciadísima adolescencia me faltaban los medios para poder expresarlo», la escribe en otra carta para, seguidamente, recriminarla: «Tú me has hecho pagar mi dolorosa insuficiencia con dos o tres años de terrible dureza, desprecio, hastío y hostilidad a partir del fin de la guerra o mejor dicho del día en que terminaste tu novela».
Pero lo peor es que, al contrario de la gran tradición epistolar de los románticos, las cartas de Moravia a Morante con frecuencia son de una banalidad absoluta. «El pollero de via Ofanto ha preguntado dónde estás», le escribe en el verano de 1950, en una carta en la que se despide de ella con la coletilla «Te abrazo con mucho afecto». Afecto es probablemente la palabra más recurrente en las misivas que Moravia le escribe a Elsa. Un vocablo espantoso, ambiguo, temido por la inmensa mayoría de los enamorados.
Y aún es más terrible la carta en la que Moravia deja claro que ya no comparten ni siquiera dormitorio. «Es absurdo que te quedes en Roma este verano. Ven aquí, te buscaré una habitación tan bonita como la mía. Si quieres, podrás verme poco o nada», escribe en 1958 desde Capri.
Años después, ya separados, en una serie de conversaciones que mantuvo con el escritor y periodista Alan Elkann, Moravia confesó que nunca había estado en realidad enamorado de Elsa: «La quería. Sí, pero nunca perdí la cabeza por ella. En otras palabras: nunca me enamoré (...). Yo no estaba enamorado, pero sí fascinado por su carácter extremo, entregado y apasionado. Era como si cada día de su vida fuera a ser el último, justo antes de morir».
El amor se consume y después de 26 años de matrimonio, en 1962, se dejan definitivamente, aunque no llegarán a divorciarse jamás. Moravia conoce a Dacia Maraini, quien se convertirá en su compañera hasta 1976, cuando irrumpe en su vida la española Carmen Llera, 45 años más joven que él y con la que se casará tras morir Elsa. Elsa, por su parte, mantiene una borrascosa relación con el cineasta Luchino Visconti y después otra con el pintor estadounidense Bill Morrow, quien en 1962 se suicida tirándose de un rascacielos. Muy afectada por esa muerte, Elsa no volverá a tener más relaciones sentimentales. Y en 1983, después de saber que está gravemente enferma trata de quitarse la vida, pero fue salvada in extremis por su ama de llaves.
Elsa Morante murió de un infarto dos años después en Roma, en 1985, sola e infeliz. Moravia falleció cinco años después, en 1990, también en Roma. Pero, aunque sea por motivos puramente alfabéticos, en los estantes de las librerías los nombres de Moravia y de Morante están condenados a permanecer siempre juntos.