Lo primero que llama la atención es la austeridad casi documental con que Schroeter encara la parte inicial del relato, ambientada en un pequeño y paupérrimo pueblo de Sicilia. Con intérpretes no profesionales y cámara en mano –en un estilo que recuerda al de Pasolini– Schroeter va dando una visión bucólica de esa gente y su tierra, de sus ritos y tradiciones, pero no deja de señalar la miseria y falta de trabajo que los empuja a emigrar a Alemania. Con el viaje de Nicola hacia Wolfsburg, donde está ubicada la fábrica automotriz Wolkswagen, se inicia la segunda parte, tremendamente crítica para con la sociedad alemana, en donde Schroeter va descubriendo paulatinamente signos de indiferencia, violencia y racismo. La tercera y última parte de Desarraigo se concentra en el juicio al que Nicola es sometido, acusado de asesinar a dos hombres. Aquí, poco a poco Schroeter se va desprendiendo del tono realista que imprimió a las dos primeras partes del film y recurre a una puesta en escena operística.
Película Palermo o Wolfsburg de Werner Schroeter
Lo primero que llama la atención es la austeridad casi documental con que Schroeter encara la parte inicial del relato, ambientada en un pequeño y paupérrimo pueblo de Sicilia. Con intérpretes no profesionales y cámara en mano –en un estilo que recuerda al de Pasolini– Schroeter va dando una visión bucólica de esa gente y su tierra, de sus ritos y tradiciones, pero no deja de señalar la miseria y falta de trabajo que los empuja a emigrar a Alemania. Con el viaje de Nicola hacia Wolfsburg, donde está ubicada la fábrica automotriz Wolkswagen, se inicia la segunda parte, tremendamente crítica para con la sociedad alemana, en donde Schroeter va descubriendo paulatinamente signos de indiferencia, violencia y racismo. La tercera y última parte de Desarraigo se concentra en el juicio al que Nicola es sometido, acusado de asesinar a dos hombres. Aquí, poco a poco Schroeter se va desprendiendo del tono realista que imprimió a las dos primeras partes del film y recurre a una puesta en escena operística.
Si usted o cualquier otro docente está interesado en solicitar trabajo en el distrito de Denver,
Hola,
Mi nombre es Daniel Kehm y trabajo en el distrito de las escuelas públicas de Denver. La razón por la que le escribo este mensaje es porque tras preguntarle sobre posibles candidatos para trabajar en Denver, Alberto de visalista.com me facilitó esta dirección de correo electrónico.
El distrito ofrece la opción de visados en aquellos casos en los que los docentes requieren las destrezas requeridas para el puesto. Dado el gran crecimiento de Denver, en la actualidad se necesitan unos 800 docentes con conocimientos de español para impartir todo tipo de materias.
Si usted o cualquier otro docente está interesado en solicitar trabajo en el distrito de Denver, este es el enlace:
http://careers.dpsk12.org/
Simplemente haga clic en "Visit DPS Job Boards" en el lado derecho y cree su perfil. En caso de que surja cualquier cuestión con la aplicación puede escribirme a mi correo daniel_kehm@dpsk12.org. Hacia el final de la solicitud puede incluir también mi nombre sobre cómo conoció la opción de trabajar en nuestro distrito. He adjuntado imágenes de las pantallas para que le sea más sencillo seguir el proceso.http://careers.dpsk12.org/
Alberto Moravia : Cuentos romanos . El camionero
SOY flaco, nervioso, de brazos delgados, piernas largas y el vientre tan plano que los pantalones se me escurren; en fin, soy justamente lo contrario de lo que hace falta para ser un buen camionero. Miren a los camioneros; son todos como castillos, con hombros anchos, brazos de cargadores, espalda y vientre fuertes. Porque el camionero se basa sobre todo en los brazos, la espalda y el vientre: los brazos, para mover la rueda del volante, que en los camiones tiene casi el diámetro de un brazo, y que a veces, en las curvas de montaña, hay que darle una vuelta completa; la espalda, para resistir el cansancio de estar sentado horas y horas, siempre en la misma posición, sin quedarse dolorido y rígido, y, por último, el vientre, para estar perfectamente quieto, hundido en el asiento, encajado como un peñasco. Esto en lo que respecta al físico. En cuanto a lo moral, todavía soy menos adecuado. El camionero no debe tener nervios, ni la cabeza a pájaros, ni nostalgias, ni otros sentimientos delicados; la carretera es exasperante, capaz de matar a un buey. Y lo que es en mujeres, el camionero debe pensar poco, igual que el marinero; porque si no, con su continuo ir y venir, se volvería loco. Pero yo estoy lleno de pensamientos y de preocupaciones; soy de temperamento melancólico; y me gustan las mujeres.
Sin embargo, pese a que no era un oficio para mí, quise ser camionero y conseguí que me contratara una empresa de transportes. Me asignaron como compañero a un tal Palombi, que era, puedo decirlo, un verdadero bruto. Exactamente el camionero perfecto; y no es que los camioneros no sean, a menudo, inteligentes, pero él tenía también la suerte de ser estúpido, de manera que formaba un todo con el camión. Aunque ya era un hombre mayor de treinta años, le había quedado algo de chiquillo: una cara redonda de mejillas abultadas, unos ojos pequeños bajo una frente estrecha, una boca cortada como la de una alcancía. Hablaba muy poco, casi nada, y preferiblemente a gruñidos. Sólo se aclaraba un poco su inteligencia cuando se trataba de cosas de comer. Recuerdo una vez que entramos, cansados y hambrientos, en una hostería de Itri, camino de Nápoles. No había más que judías con tocino, y yo apenas si las probé, porque me sientan mal. Palombi devoró dos platos llenos, y luego, repantigándose en la silla, me miró un momento, con solemnidad, como si fuera a decirme algo muy importante. Pronunció, por último, pasándose una mano por la barriga:
—Me comería otros cuatro platos.
Este era el gran pensamiento que había tardado tanto tiempo en expresar.
Con ese compañero, que parecía un tarugo, no les digo lo contento que me puse la primera vez que encontramos a Italia. En aquella época hacíamos la ruta Roma-Nápoles, llevando las cosas más diversas: ladrillos, chatarra, madera, fruta, bobinas de papel de periódico, e incluso, algunas veces, pequeños rebaños de ovejas que se desplazaban de un pasto a otro. Italia nos paró en Terracina, pidiéndonos que la lleváramos a Roma. Nuestras órdenes eran no recoger a nadie, pero, tras haberle echado una ojeada, decidimos que en aquella ocasión la orden no valía. Le hicimos señas de que subiera y trepó ágilmente, diciendo:
—¡Vivan los camioneros, siempre tan amables!
Italia era una muchacha provocativa…………………….
Sin embargo, pese a que no era un oficio para mí, quise ser camionero y conseguí que me contratara una empresa de transportes. Me asignaron como compañero a un tal Palombi, que era, puedo decirlo, un verdadero bruto. Exactamente el camionero perfecto; y no es que los camioneros no sean, a menudo, inteligentes, pero él tenía también la suerte de ser estúpido, de manera que formaba un todo con el camión. Aunque ya era un hombre mayor de treinta años, le había quedado algo de chiquillo: una cara redonda de mejillas abultadas, unos ojos pequeños bajo una frente estrecha, una boca cortada como la de una alcancía. Hablaba muy poco, casi nada, y preferiblemente a gruñidos. Sólo se aclaraba un poco su inteligencia cuando se trataba de cosas de comer. Recuerdo una vez que entramos, cansados y hambrientos, en una hostería de Itri, camino de Nápoles. No había más que judías con tocino, y yo apenas si las probé, porque me sientan mal. Palombi devoró dos platos llenos, y luego, repantigándose en la silla, me miró un momento, con solemnidad, como si fuera a decirme algo muy importante. Pronunció, por último, pasándose una mano por la barriga:
—Me comería otros cuatro platos.
Este era el gran pensamiento que había tardado tanto tiempo en expresar.
Con ese compañero, que parecía un tarugo, no les digo lo contento que me puse la primera vez que encontramos a Italia. En aquella época hacíamos la ruta Roma-Nápoles, llevando las cosas más diversas: ladrillos, chatarra, madera, fruta, bobinas de papel de periódico, e incluso, algunas veces, pequeños rebaños de ovejas que se desplazaban de un pasto a otro. Italia nos paró en Terracina, pidiéndonos que la lleváramos a Roma. Nuestras órdenes eran no recoger a nadie, pero, tras haberle echado una ojeada, decidimos que en aquella ocasión la orden no valía. Le hicimos señas de que subiera y trepó ágilmente, diciendo:
—¡Vivan los camioneros, siempre tan amables!
Italia era una muchacha provocativa…………………….
LA MEDICINA EN ÉPOCA ROMANA
Al principio no existía la profesión como tal y las
enfermedades se curaban con plantas medicinales prescritas por el paterfamilias. También
era usado la incubatio, el enfermo pasaba la noche en el templo del dios
sanador y éste en sueños le indicaba los pasos a seguir para sanar.
En época imperial los médicos griegos y orientales ejercían
en Roma. En su mayoría eran griegos que habían aprendido la profesión de sus
amos. Pero anteriormente surgió una fuerte oposición contra las escuelas
médicas griegas y sus principios teóricos. Pasados unos siglos, Asclepíades
adoptó la teoría atomista de Demócrito y sus sucesores lo consideraron como el
iniciador de una escuela opuesta al humoralismo hipocrático, que se conoció
como el metodismo. Asclepíades no llegó a Roma como médico sino como profesor
de retórica. Su éxito revela el carácter eminentemente práctico de la medicina
romana.
La medicina romana era esencialmente
griega, pero los romanos hicieron tres contribuciones fundamentales: los
hospitales militares, el saneamiento ambiental y la legislación de la práctica
y de la enseñanza médica.
Los hospitales nacieron como
respuesta a la expansión progresiva de la república y del Imperio. Posiblemente
donde más avanzó la medicina fue en el ejército. En aquella época no existía la
asistencia sanitaria y los legionarios eran abandonados a su suerte. A partir
del primer siglo aparecieron las tiendas campamentales para el cuidado de los
heridos y empiezan a aparecer las primeras menciones escritas de médicos
militares.
Entre los médicos griegos y romanos
que ejercían en el imperio se distinguían cuatro escuelas.
-Los dogmáticos que reconocían como
su fundador a Herófilo, aprobaban el estudio de la anatomía por medio de las
disecciones, consideraban que las teorías sobre las causas de la enfermedad
eran la esencia de la medicina.
-Los empíricos nombraban a
Erasístrato como su antecesor y se oponían a las disecciones porque rechazaban
la importancia de la anatomía en la medicina.
-Los metodistas también rechazaban
todas las hipótesis y teorías sobre las causas de la enfermedad, pero en cambio
sostenían que sólo había unas cuantas circunstancias que eran comunes a muchas
enfermedades, que debían ser manejadas principalmente por medio de dietas.
-Los neumatistas eran inicialmente
dogmáticos pero se separaron de esa secta porque consideraron que la sustancia
fundamental de la vida era el pneuma y que la causa única de las enfermedades
eran sus trastornos en el organismo, desencadenados por un desequilibrio de los
humores.
Destacaron como médicos Celso y
Galeno.
Celso escribió “De Medicina”, el
mejor libro sobre la materia de toda la antigüedad. Este libro formaba parte de
una enciclopedia, que también trataba de agricultura, jurisprudencia, retórica,
filosofía, artes de la guerra,etc. Esta dividido en tres partes: dietética,
farmacéutica y quirúrgica. Estaba dirigido al médico práctico.
Galeno a los 31 años fue nombrado
cirujano de los gladiadores, puesto que desempeñó con gran éxito. Al cabo de tres años viajó a Roma donde
permaneció el resto de su vida. Allí tuvo un gran éxito, al principio como
anatomista y experimentador, y más tarde como médico . Sus escritos son los más
voluminosos de toda la antigüedad. En su obra existen libros de anatomía,
fisiología, patología, terapéutica, farmacia,
etc. Galeno abarca absolutamente toda la medicina.
Ejercicios de "Guárdate de los idus " por Rozalia
Capitulo 1: idibus martiis( en los
idus de marzo)
Busca el significado de las palabras
halladas en negrita.
CONSUL: el consul era el magistrado con más alto rango
de la república romana.
PRETOR: era un magistrado ubicado en la
escala jerárquica por debajo del cónsul, se encargaba de organizar las etapas
de un juicio etc…
CUESTOR: En la antigua Roma, magistrado que
ejercía funciones fiscales en la ciudad y en los ejércitos.
EDIL: En
la antigua Roma, magistrado que tenía a su cargo las obras públicas de la
ciudad.
CENSOR: En
la antigua Roma, magistrado responsable de elaborar el censo de la ciudad y de
velar por la respetabilidad de las costumbres.
Capitulo 2: postridie ibidus martiis.
Definición de cada una de las partes
de una domus romana.
Vestibulum: la entrada de una
domus
Atrium: Espacio abierto y porticado que hay en el interior de las
domus
Tablinium: era el despacho del pater familias
Cubiculum: las habitaciones de una domus en general.
Impluvium: era una especie de
estanque rectangular con fondo plano, diseñado para recoger agua de lluvia que
se encontraba en el atrio de las antiguas casas romanas.
Foro boario. Era una zona de la antigua Roma
situada en la ribera izquierda del río Tíber, entre el Campidoglio y el
Aventino. Era el mercado de animales .
Capitulo 3: ante diem XVI kalendas
aprilis ( 16 dias antes del 1 de abril)
¿Te ha parecido actual la situación
que describe Porcia?
No me ha
parecido actual la situación que describe Porcia porque hoy en día las parejas
no se separan de esta manera tan absurda, hay otras formas más justas de separación.
.
Anota las causas del divorcio en Roma.
Las causas
de divorcio en Roma solían ser las siguientes:
Si la mujer
era adúltera; cuando no era culpa de nadie; de mutuo acuerdo, etc
Capítulo 4: Valeria
Define los siguientes términos según
el contexto del texto que has leído: esponsales, arras, nupcias, boda.
Esponsales: promesa mutua de casamiento entre el
hombre y la mujer que suele celebrarse con cierta formalidad y ceremonia.
Arras: Conjunto de trece monedas que, en algunas regiones españolas,
entrega el novio a la novia durante la ceremonia de la boda.
Nupcias: ceremonia en la
que dos personas se unen en matrimonio.
Boda: Ceremonia en la
que se celebra la unión matrimonial de dos personas mediante determinados ritos
o formalidades legales.
Enumera la coincidencias que hay en
la actualidad en cuanto a la celebración de una boda con lo que se cuenta en el
fragmento.
Recibir
regalos de boda, las arras que el novio le entrega a la novia, el banquete de después
de la boda.
Busca información en esta página y
enumera las magistraturas que se componían el cursus honorum.
Las
magistraturas que componían el cursus honorum eran: cuestura, edilidad, tribunado,
pretura, consulado, y censura.
Capitulo IX: Porcia
¿Qué tenía en especial la sibila?
Tenía en
especial el hecho de que podía averiguar el futuro de las personas.
¿Qué papel ocupa el dios Apolo en la
vida de las sibilas y, concretamente , en la de la Sibila de Cumas?
Era el dios
que inspiraba las profecías de Cumas.
¿Qué deseo pidió la sibila de cumas?
Crees que actuó con inteligencia?
Pidió que Porcia
tenga cuidado con el buitre negro y la espada. No creo que actuó con inteligencia.
Estrasburgo
Hola a todos
Aquí un breve relato de mi visita a la ciudad francesa de Strasburgo.
Al llegar a la ciudad llamé por teléfono a Curro y a Jesús que estaban esperándome en la estación. En una cafeteria nos encontramos y nos fuimos caminando hasta el centro que está muy cerca y allí nos tomamos unas cervezas en un lugar muy bonito del centro histórico.
Después de conversar nos fuimos hacia el albergue de ellos y de noche nos fuimos a caminar por la ciudad .
Al día siguiente me dijeron para hacer un pequeño recorrido por la ciudad.
Estrasburgo es una ciudad importante en Europa, es sede de organizaciones importantes como el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, entre otras. Esta ciudad es la capital de la región de Alsacia y tiene mas de 400 000 de habitantes y se encuentra bastante cerca de la frontera con Alemania.
La ciudad tiene un moderno sistema de transporte de tranvías así que nos acercamos a la plaza de la catedral; allí hay muchas tiendas de souvenirs.
Después de pasear algunas horas , ellos tenían otras actividades pero yo continué la visita a otros lugares de la ciudad...quería ver mas casas alsacianas antiguas de las que hay muchas en esta ciudad y que están bien conservadas y son muy bonitas...muchos turistas vienen a esta zona de la ciudad a verlas y grabarlas con sus cámaras de video.
La Casa Kammerzell es una de las más antiguas y más bonita construcción, tallada en madera.
Una de los lugares más visitados es la Pequeña Francia...y corresponde al Centro Histórico o parte antigua de la ciudad con casas de tipo alsaciano , de diversos colores y con entramados de madera.
Esta área de la Pequeña Francia está rodeada de canales que la separan de la ciudad y por lo tanto es como una isla....también se la conoce como la pequeña Venecia.
El Centro Histórico es Patrimonio de la Humanidad.
Alberto Moravia . Cuentos romanos : El rorro
Un día que mi mujer andaba de mal humor le dijo la verdad a aquella buena señora que nos traía la ayuda de la Sociedad Asistencial de Roma y que no dejaba de preguntarnos por qué traíamos tantos hijos al mundo: “Si tuviéramos dinero, en la noche iríamos al cine… Pero como no lo tenemos, nos vamos a la cama y así nacen los hijos”. La señora se sintió ofendida al oír tales palabras y se fue sin decir nada. Yo regañé a mi mujer porque no es bueno decir siempre la verdad, y antes de decirla uno debe saber con quién trata. Cuando era joven, antes de casarme, a veces me entretenía leyendo la nota roja del periódico de Roma, en la que cuentan todas las desgracias que le pueden suceder a la gente, como robos, asesinatos, suicidios, accidentes callejeros. Y de entre todas estas desgracias, la única que me parecía imposible que pudiera pasarme, era la de convertirme en lo que el periódico llamaba “un caso piadoso”, es decir una persona tan desgraciada que inspira compasión sin que le haya ocurrido ninguna desgracia en especial, sino así nomás, por el solo hecho de existir. Era joven, como ya he dicho, y aún no sabía lo que significa mantener a una familia numerosa. Pero ahora, con asombro, veo que poco a poco me he convertido en un verdadero “caso piadoso”. Leía, por ejemplo: viven en la más negra de las miserias. Bien, yo vivo ahora en la más negra de las miserias. O bien: viven en casas que de casa sólo tienen el nombre. Bien, yo vivo en Tormarancio, con mi mujer y seis hijos en un solo cuarto y, cuando llueve, el agua va y viene por todas partes . En otra ocasión: mi esposa, infeliz, cuando supo que estaba embarazada, tomó una decisión criminal: deshacerse del fruto de su amor. Pues bien, de común acuerdo tomamos esta decisión, mi mujer y yo, al descubrir que estaba embarazada por séptima vez. En fin, decidimos abandonar a la criatura en una iglesia, tan pronto como lo permitiera el clima, confiándola a la caridad del primero que la encontrara. Mi mujer gracias a la intercesión de esas buenas señoras, se fue a parir en el hospital y, luego, apenas se sintió mejorada, regresó a Tormarancio con el nene. Al entrar al cuarto, me dijo: “¿Me creerías que, a pesar de que un hospital es un hospital, me hubiera gustado quedarme ahí con tal de no regresar nunca?”Era un nene hermoso y robusto, con un galillo muy fuerte; así que por la noche, cuando se despertaba y comenzaba a llorar, ya no dejaba dormir a nadie. Cuando llegó el mes de mayo y el aire se puso bastante tibio como para andar en la calle sin abrigo, salimos de Tormarancio y nos fuimos a Roma. Mi mujer cargaba al nene apretándolo contra su pecho, envuelto en un montón de trapos, como si fuera a dejarlo en un campo cubierto de nieve. Al entrar a la ciudad, tal vez para demostrar que no le dolía, empezó a hablar sin darse punto de reposo, alterada, jadeante, con los cabellos al aire y los ojos desorbitados. A veces hablaba de todas las iglesias donde podíamos dejarlo, haciendo hincapié en que debía ser una iglesia frecuentada por gente rica, porque si lo recogía alguien tan pobre como nosotros, más valía quedarnos con él; en otras me decía que era preferible una iglesia dedicada a la Virgen, porque la Virgen también había tenido un hijo, y podía entender ciertas cosas y le concedería su deseo. Su modo de hablar me cansaba y me ponía histérico, pues yo también estaba mortificado y me inquietaba lo que estaba haciendo, pero me repetía que era necesario no perder la cabeza, mostrarme sereno y animarla. Hice alguna objeción, al menos para interrumpir aquel río de palabras, y luego propuse: “Una idea… ¿Qué tal si lo dejamos en la Basílica de San Pedro?” Ella se quedó pensando un instante, luego repuso: “No, ésa es más bien una plaza de armas… ni siquiera lo verían… Prefiero hacer la prueba en una iglesia chiquita que está en la calle Condotti, donde están todas esas tiendas elegantes… Allí va mucha gente rica. Ése es el lugar”.Tomamos el autobús y, viéndose entre tanta gente, por fin se calló. De vez en cuando envolvía al nene de nuevo, apretado entre su cobijita, o le descubría el rostro, con precaución, para mirarlo. El nene dormía, con su carita blanca y chapeteada, hundida entre los trapos. Estaba mal vestido, como nosotros. Lo único bueno que llevaba eran sus guantitos de lana azul, y tenía las manitas , fuera, bien abiertas, como si los presumiera. Nos bajamos en la plazoleta Goldoni, y de inmediato mi mujer reinició con su parloteo. Se detuvo frente al escaparate de un joyero y, mostrándome las joyas expuestas en repisitas forradas de terciopelo rojo, me dijo: “Mira cuánta belleza… La gente viene a esta calle a comprar joyas y puras cosas bonitas… Aquí no vienen los pobres… Entre tienda y tienda van a rezar un rato a la iglesia… Tienen buena disposición… Ven al nene y se lo llevan”.Decía esto mirando las joyas, apretando al nene contra su pecho, con los ojos de par en par, como si hablara para sí misma. Yo no tuve el valor de contradecirla. Entramos a la iglesia. Era pequeña, pintada de color amarillo, jaspeado, como si fuera de mármol, con muchas capillas y el altar mayor. Mi mujer dijo que la recordaba distinta, y que ahora, viéndola bien, no le gustaba ni tantito. Pero mojó los dedos en el agua bendita y se santiguó. Después, con el nene en brazos, comenzó a recorrer lentamente la iglesia, examinándola con una actitud descontentadiza y desconfiada. De la cúpula, a través de las lumbreras, caía una luz fría pero clara. Mi mujer iba de capilla en capilla, mirándolo todo: bancas, altares, cuadros, para ver si era el caso de dejar ahí al nene. Yo caminaba detrás de ella, a una cierta distancia, sin perder de vista la entrada. Entró de repente una señorita alta, vestida de rojo, de cabellos rubios como el oro. Se arrodilló, forzando la estrechez de su falda, rezó tal vez ni siquiera un minuto, se persignó y salió sin mirarnos. Mi mujer, que había visto todo, me dijo de pronto: “No, no me gusta… Aquí viene gente como esa señorita, que tiene prisa de divertirse y ver tiendas. Vámonos”. Y diciendo esto, salió de la iglesia. Remontamos un buen trecho por el Corso, siempre corriendo, mi mujer adelante y yo tras ella. Cerca de la Plaza Venecia entramos en otra iglesia. Ésta era más grande que la otra, muy oscura, llena de telas, doraderas y vitrinas abarrotadas de corazones de plata que brillaban en la oscuridad. Había mucha gente y, a ojo de buen cubero, consideré que se trataba de gente adinerada; las señoras con sombrero, los hombres bien vestidos. Un sacerdote manoteaba desde el púlpito, predicando. Todo mundo estaba de pie, mirando hacia él, y pensé que eso era bueno porque nadie nos observaría. Le dije a mi mujer, en voz muy baja: “¿Quieres que lo dejemos aquí?” Me dijo que sí, a señas. Nos dirigimos hacia una de las capillas laterales, muy oscura; no había nadie y casi no se veía. Mi mujer cubrió el rostro del nene con una punta de la cobija que lo abrigaba y luego lo dejó sobre una silla, tal y como se deja un bulto estorboso, para sentirse más libre. Luego se arrodilló y estuvo rezando un largo rato, con la cara entre las manos, mientras yo, sin saber qué hacer, miraba los cientos y cientos de corazones de plata de todos los tamaños, que tapizaban las paredes de la capilla. Finalmente mi mujer se puso de pie, cariacontecida; se persignó y, paso a paso, se alejó de la capilla, y yo tras ella, a cierta distancia. En ese momento, el predicador gritaba: “Y Jesús dijo: ¡Pedro!, ¿adónde vas?” Lo percibí de inmediato, porque me pareció que me lo preguntaba a mí. Pero cuando mi mujer se disponía a apartar la cortina para salir, una voz nos hizo brincar a los dos: “Señora, dejó un paquete en la silla”. Era una mujer vestida de negro, una de esas beatas que se pasan todo el santo día entre la iglesia y la sacristía. “Es cierto”, dijo mi mujer, “gracias… Se me olvidaba”. En fin, recogimos el bulto y salimos de la iglesia más muertos que vivos. Ya fuera de la iglesia, mi mujer dijo: “Nadie quiere a mi pobre hijo”, más o menos como un vendedor que piensa vender pronto la mercancía y luego ve que en todo el mercado no hay nadie que se interese por ella. Mientras tanto, ella había empezado a correr de nuevo, con su modo enajenado, casi sin tocar el suelo con los pies. Fuimos a dar a la Plaza de los Santos Apóstoles. La iglesia estaba abierta y, tan pronto como entramos, al verla tan grande, tan espaciosa y oscura, mi mujer me susurró al oído: “Esto es lo que necesitamos”. Caminó decididamente hacia una capilla lateral, dejó al nene sobre una banca y, como sí el pavimento le quemara los pies, sin persignarse, sin rezar, sin siquiera darle un beso en la frente, se alejó de prisa hacia el portón de la iglesia. Pero sólo había dado unos cuantos pasos cuando la iglesia retumbó con un llanto desesperado: era la hora de mamar, y el nene, puntual, lloraba porque tenía hambre. Quizás mi mujer perdió la cabeza al oír un llanto tan fuerte. Primero corrió hacia la puerta, luego volvió sobre sus pasos, siempre corriendo, y, sin ponerse a pensar dónde estaba, se sentó en una banca, tomó al nene en brazos y se desabrochó para darle el pecho. Pero no acababa de sacarse completamente el pecho —que el niño, como un verdadero lobo, agarró a dos manos, callándose al instante—, cuando una voz grosera comenzó a gritar: “Esas cosas no se hacen en la casa de Dios. ¡Fuera, fuera! ¡A la calle!”Era el sacristán; un viejito con barbita blanca, y con una voz más grande que él. Mi mujer le dijo, levantándose y cubriendo lo mejor que pudo la cabeza del nene y el pecho: “La Virgen, sin embargo, en los cuadros siempre tiene a un niño en brazos”. El sacristán le respondió: “Y tú quisieras ser como la Virgen. ¡Presuntuosa!” Basta. Salimos de la iglesia y fuimos a sentarnos en el jardín de la Plaza Venecia; allí mi mujer le dio el pecho al nene hasta que éste se hartó y se durmió de nuevo. Ya era de noche. Estaban cerrando las iglesias y estábamos muy cansados, como idiotas, sin que se nos ocurriera nada. Me desesperaba el hecho de tener que pensar en algo que no tenía ganas de hacer, y le dije: “Mira, ya es tarde y no aguanto más. Tenemos que decidirnos”. Ella me contestó, con amargura: “Pero es tu sangre… ¿Quieres abandonarlo en cualquier esquina así nomás, como si fuera el cucurucho de tripas para los gatos?” Le dije: “¡Claro que no! Pero ciertas cosas se hacen pronto, sin pensarlo mucho, o nunca se hacen”. Y ella: “Lo que pasa es que tienes miedo de que me arrepienta y me lo lleve otra vez a casa… ¡Ustedes los hombres son unos cobardes!” Comprendí que no debía contradecirla en esos momentos y le contesté con moderación: “Te comprendo, no te apures… Pero date cuenta de que por muy mal que le vaya, siempre le irá mejor que si crece en Tormarancio, en un cuarto sin excusado ni cocina, entre las cucarachas en invierno y las moscas en verano”. Esta vez, ella no dijo nada. Sin saber adónde ir, tomamos por la calle Nazionale, recorriéndola hasta la Torre de Nerón. Poco más adelante, vi una callecita que subía, totalmente desierta, con un coche gris, cerrado, parado frente a un portón. Tuve una idea: fui hacia el coche, moví una de las manijas y la portezuela se abrió. Le dije a mi mujer: “¡Pronto, éste es el momento…! Déjalo en el asiento trasero”. Obedeciendo, ella dejó al nene bien acomodado en los asientos posteriores, y luego cerré la portezuela. Hicimos todo esto en un instante, sin que nadie nos viera. Luego la tomé del brazo y nos alejamos corriendo hacia la Plaza del Quirinal. La plaza estaba desierta y casi a oscuras, con pocos faroles encendidos bajo los palacios y todas las luces de Roma brillando en la noche, tras los parapetos. Mi mujer se acercó a la fuente bajo el obelisco, se sentó en una banca y de pronto empezó a llorar, agachada, dándome la espalda. Le dije: “¿Y ahora qué te pasa?” Y ella: “Ahora que lo he abandonado, siento que me falta… Que me falta algo aquí, en el pecho, donde se me colgaba… ”Le dije, por no dejar: “Bueno, es natural. Pero ya se te pasará”. Se alzó de hombros y siguió llorando. Luego, de repente, se le secó el llanto como se seca la lluvia en la calle cuando sopla el viento. Se levantó, furiosa, y dijo, señalando uno de los palacios: “¡Ahora mismo entro ahí y hago que me reciba el rey y le cuento todo!” “¡Detente!”, le grité, jalándola de un brazo, “estás loca. ¿Qué no sabes que ya no hay rey?” Y ella: “¿Y eso a mí qué me importa? ¡Voy a hablar con el que se quedó en su lugar! Alguien ha de estar”. En fin, ella corría ya hacia el portón, y no quiero ni imaginar el escándalo que habría armado si yo no le hubiera dicho de pronto, desesperado: “¡Óyeme…! Cambié de idea… Regresemos al coche nos llevamos al nene… Quiero decir que nos quedamos con él… Al fin y al cabo, da lo mismo uno más que uno menos…” Esta idea, que era la principal, suplantó inmediatamente a la de hablar con el rey. “¿Crees que esté ahí todavía?”, dijo, mientras se encaminaba rápidamente hacia la callecita donde estaba el coche gris. “Claro que sí”, le contesté. “No han pasado ni cinco minutos”.En efecto, el coche aún estaba ahí; pero en el preciso momento en que mi mujer se disponía a abrir la portezuela, un hombre maduro, chaparro, con pinta de autoritario, salió del portón, gritando: “ ¡Quieta, quieta! ¿Qué busca en mi coche?” “¡Busco algo que es mío!”, respondió mi mujer sin voltear a verlo y agachándose para recoger el bulto con el nene que estaba en el asiento, pero el otro insistía: “¿Pero qué es lo que se lleva? ¡Este coche es mío, mío! ¡No entiende?”. Hubieran visto a mi mujer. Irguiéndose, lo embistió de esta manera: “¡Pero quién te quita nada! No tengas miedo, nadie te quita nada. ¡Mira cómo escupo tu coche!” Y, dicho y hecho, le escupió la portezuela. “Pero ese bulto… ”, siguió diciendo el hombre, asombradísimo. Y ella: “No es un bulto… Es mi hijo… ¡Mira!”.Le destapó la cara al nene, mostrándoselo, y agregó: “Tú, ni naciendo otra vez, podrás tener con tu mujer un nene tan bonito como éste… ¡Y no te atrevas a ponerme las manos encima, porque grito y llamo a los policías y les digo que querías robarme a mi hijo!”. En fin, le dijo tantas cosas, que al pobre hombre, con la cara roja y la boca abierta, por poco y le da un ataque. Finalmente, sin prisa alguna, se alejó del coche y me alcanzó en la esquina de la calle.
Diario de viaje . Apuntes sueltos
Cuando ya llevo dos o tres días sin dormir estoy que no estoy pero sugo anotando así que aquí van algunas anotaciones sueltas
Absténganse los ordenados y bien organizados ¡¡¡¡¡¡
• Desde San Francisco hemos subido a Muir Woods y a Tamalpais zona noroeste de la bahía de San Francisco.
• Mountain Home Inn puedes seguirlo en Facebook . Es un buen lugar para celebrar una buena fiesta con servicio de restaurante + alojamiento.
Aquí recibimos una lección de historia : una señora nos explicó como San Francisco había formado parte de México anteriormente.
• También es muy relajante la carretera de la costa desde Palo Alto hasta el parque Golden Gate.
• Si quieres estudiar medicina en Stanford entra en la siguiente página web: http://med.stanford.edu/
• Si piensas visitar el Lago Tahoe consulta la situación meteorológica , lleva cadenas , y todo el material necesario para cualquier imprevisto : ropa de abrigo, saco de dormir , etc
Lago Tahoe -California
El
pueblo es todo naturaleza y las cabañas en medio de una cantidad de
árboles increíble. Después comenzó a nevar más seguido, pero era una
nieve muy fina, pero cuajaba. Asi que decidimos volver a Vallejo. A
causa de la nieve se nos fue el coche, suerte que Curro reaccionó a
tiempo, maniobró bien y no acabamos en la cuneta o barranco o no
chocamos con otros vehículos. Regresamos al pueblo con intención de
pasar la noche pero en una gasolinera pudimos comprar cadenas. Después
de colocar las cadenas, que a Alberto y Curro les costó lo suyo,
regresamos por una carretera cubierta de nieve y seguía nevando, a 20
km por hora sin apenas visibilidad.Y el coche se iba de vez en cuando
incluso con las cadenas bien puestas. Toda una lección de lo que es y lo
que puede hacer la naturaleza y sobre todo sed muy prudentes, se pasa
mucho miedo.
Fragmento de La Romana de Alberto Moravia
A veces, oyendo aquellas músicas, llegaba a llorar por la amargura de sentirme excluida. Entonces era muy sentimental y cualquier cosa, una desatención de una amiga, un reproche de mi madre, una escena conmovedora en el cine, bastaba para hacerme derramar unas lágrimas. Es posible que nunca hubiera experimentado ese sentimiento de un mundo feliz y prohibido si mi madre no me hubiera mantenido
durante mi infancia tan alejada de aquel parque de atracciones como de cualquier otra diversión. Pero la viudez de mi madre, su pobreza y, sobre todo, su hostilidad para con las distracciones de las que su suerte había sido tan avara, no me permitieron poner los pies en el parque de atracciones ni en ningún otro lugar de
diversión hasta mucho más tarde, cuando ya era muchacha y mi carácter estaba formado. Probablemente se debe a esto que toda la vida haya experimentado una sospecha de estar excluida del mundo alegre y brillante de la felicidad. Sospecha de la que no consigo liberarme en ningún momento, ni siquiera cuando estoy segura
de ser feliz.
Ya he dicho que entonces pensaba sobre todo en casarme y ahora puedo explicar cómo se me ocurría este pensamiento. La calle del barrio suburbano en la que se alzaba nuestra casa penetraba un poco más arriba en una zona menos pobre. En vez de las alargadas y bajas casas de los ferroviarios que parecían cansados y polvorientos vagones de tren, surgían numerosos chalets rodeados de jardines. No eran lujosos, pues en ellos habitaban empleados y pequeños comerciantes, pero, comparados con nuestra sórdida casa, daban la sensación de una vida más desahogada y alegre. Ante todo, eran distintos el uno del otro y no mostraban los desconchados, los renegridos y las grietas que en mi casa y en las otras como la mía hacían pensar en un antiguo desamor de sus habitantes, y después, los pequeños pero espesos jardines que los rodeaban sugerían la idea de una celosa intimidad, apartada de la confusión y de la promiscuidad de la calle. En cambio, en mi casa la calle estaba por todas partes: en el amplio zaguán, que parecía un almacén para guardar mercancías, en la escalera ancha, sucia y desnuda, y hasta en las habitaciones cuyos muebles desvencijados y amontonados hacían pensar en los ropavejeros que, para venderlos, los exponen así en las aceras.
durante mi infancia tan alejada de aquel parque de atracciones como de cualquier otra diversión. Pero la viudez de mi madre, su pobreza y, sobre todo, su hostilidad para con las distracciones de las que su suerte había sido tan avara, no me permitieron poner los pies en el parque de atracciones ni en ningún otro lugar de
diversión hasta mucho más tarde, cuando ya era muchacha y mi carácter estaba formado. Probablemente se debe a esto que toda la vida haya experimentado una sospecha de estar excluida del mundo alegre y brillante de la felicidad. Sospecha de la que no consigo liberarme en ningún momento, ni siquiera cuando estoy segura
de ser feliz.
Ya he dicho que entonces pensaba sobre todo en casarme y ahora puedo explicar cómo se me ocurría este pensamiento. La calle del barrio suburbano en la que se alzaba nuestra casa penetraba un poco más arriba en una zona menos pobre. En vez de las alargadas y bajas casas de los ferroviarios que parecían cansados y polvorientos vagones de tren, surgían numerosos chalets rodeados de jardines. No eran lujosos, pues en ellos habitaban empleados y pequeños comerciantes, pero, comparados con nuestra sórdida casa, daban la sensación de una vida más desahogada y alegre. Ante todo, eran distintos el uno del otro y no mostraban los desconchados, los renegridos y las grietas que en mi casa y en las otras como la mía hacían pensar en un antiguo desamor de sus habitantes, y después, los pequeños pero espesos jardines que los rodeaban sugerían la idea de una celosa intimidad, apartada de la confusión y de la promiscuidad de la calle. En cambio, en mi casa la calle estaba por todas partes: en el amplio zaguán, que parecía un almacén para guardar mercancías, en la escalera ancha, sucia y desnuda, y hasta en las habitaciones cuyos muebles desvencijados y amontonados hacían pensar en los ropavejeros que, para venderlos, los exponen así en las aceras.
la Eneida por Darifa y Miriam
- Biografía de Publio Virgilio Marón
Publio Virgilio Marón, descendiente de campesinos, nació el
15 de octubre del año 70 a.C., en Andes. En Roma se introdujo en el círculo de
los poetae novi encabezado por Catulo. Vivió dedicado a la literatura y fue
amigo del poeta Horacio y de Octavio. En el año 37 a. C. terminó su primera
gran obra: Las Bucólicas. escribió, a instancias de Mecenas, Las Geórgicas, un
poema didáctico recogido en cuatro volúmenes. Dedicó los últimos once años de
su vida a componer su mayor poema, La Eneida.
- La Eneida Argumento de la “Eneida” Tema principal:
El tema principal del poema es el cumplimiento del deber
impuesto por la voluntad divina
que determina el comportamiento de su protagonista Eneas, cuyo único
objetivo es llegar al Lacio y así cumplir su misión para gloria de Roma y del
propio emperador Octavio Augusto.
- ¿De cuántos libros o cantos se compone “la Eneida”?
Consta de 12 libros. Los seis primeros inspirados en la
Odisea. En los seis últimos libros, basados en la Ilíada, narra toda una serie
de enfrentamientos en tierras italianas hasta lograr su objetivo final.
- Explica de que trata cada libro o canto ( 1 o 2 líneas de cada canto )
LIBRO II y III: En un banquete, a ruegos de Dido, Eneas
narra la trayectoria de su suerte.
LIBRO IV: Surge un amor muy apasionado entre Dido y Eneas.
LIBRO V: Una tempestad obliga a Eneas a desembarcar en
Sicilia. Fallece su padre y celebra Juegos Fúnebres en su honor.
LIBRO VI: Alcanza las costas de Italia, en Cumas.
LIBRO VII: Desembarco en el Lacio.
LIBRO VIII: Eneas encuentra en el rey Evandro un aliado.
LIBRO IX-XII: Batallas entre las tropas de Eneas y de Turno.
Eneas mata a Turno en combate singular.
- ¿Quienes eran Eneas, Dido, Anquises, Ascanio, Creúsa y Lavinia?
Eneas, hijo de Venus y de Anquises.
Dido, la reina de
Cartago, una mujer muy vital y enamorada, llena de fuerza y pasión humana.
Ascanio, En la mitología griega y romana, Ascanio o Julo o Yulo (en griego Askhanios, en latín Iulus) es el hijo de Eneas y Creúsa.
Creúsa, era la primera esposa de Eneas.
Lavinia, era hija de Latino, el rey de los latinos, y de Amata.
Después de la guerra de Troya y tras superar numerosos obstáculos, Eneas llegó al Lacio (Península
itálica), y allí estableció una alianza con el rey
- ¿Por qué Eneas abandonó a Dido?
Porque los dioses así se lo ordenaron.
- ¿En qué obras se basó Virgilio para escribir su “Eneida”?
se basa en la Ilíada y la Odisea.
- ¿Qué es el fatum?
Etimológicamente, la palabra latina fatum,
-i significa destino, vaticinio, predicción y deriva en la palabra en español
«hado»; así, fata Sibyllina serían los oráculos sibilinos. También
tenía el significado de fatalidad.
Oferta de empleo de Daniel Kehm
Hola,
Mi nombre es Daniel Kehm y trabajo en el distrito de las escuelas públicas de Denver. La razón por la que le escribo
este mensaje es porque tras preguntarle sobre posibles candidatos para trabajar en Denver, Alberto de visalista.com me facilitó esta dirección de correo electrónico.
El
distrito ofrece la opción de visados en aquellos casos en los que los
docentes requieren las destrezas requeridas
para el puesto. Dado el gran crecimiento de Denver, en la actualidad se
necesitan unos 800 docentes con conocimientos de español para impartir
todo tipo de materias.
Si usted o cualquier otro docente está interesado en solicitar trabajo en el distrito de Denver, este es el enlace:
http://careers.dpsk12.org/
Simplemente haga clic en "Visit DPS Job Boards" en el lado derecho y cree su perfil. En caso de que surja cualquier
cuestión con la aplicación puede escribirme a mi correo daniel_kehm@dpsk12.org.
Hacia el final de la solicitud puede incluir
también mi nombre sobre cómo conoció la opción de trabajar en nuestro
distrito. He adjuntado imágenes de las pantallas para que le sea más
sencillo seguir el proceso.http://careers.dpsk12.org/
Alberto Moravia en el IES J.MIRO
Alberto Moravia en el IES J.MIRO: Es un blog dedicado al escritor Alberto Moravia . También es el blog de mis alumnos donde exponen sus trabajos de clase. Una parte gira en torna a la obra de Alberto Moravia y su repercusión en el cine . Otra parte se compone de trabajos de alumnos de diversos niveles desde 1 de ESO a Bachillerato y el Grupo de Refuerzo .
-Los viajes de Ulises- por Sara 1 ESO
http://expositions.bnf.fr/homere/escales/index.htm
-Los viajes de Ulises-
Sara
Argumento de la Odisea
La Odisea es un poema épico griego, compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero.
Narra la vuelta a casa del héroe griego Ulises tras la Guerra de Troya. Ulises tarda veinte años en regresar a la isla de Ítaca, donde poseía el título de rey, período durante el cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope han de tolerar en su palacio a los pretendientes que buscan desposarla, al mismo tiempo que consumen los bienes de la familia.
La mejor arma de Ulises es su astucia. Gracias a su inteligencia es capaz de escapar de los continuos problemas a los que ha de enfrentarse por designio de los dioses. Para esto, planea diversas estrategias, bien sean físicas —como pueden serlo disfraces— o con audaces y engañosos discursos de los que se vale para conseguir sus objetivos.
Personajes
Ulises: Fue uno de los héroes legendarios griegos que aparece como personaje central y que da nombre a la Odisea. Era rey de Ítaca, hijo de Laertes y Anticlea. Era esposo de Penélope, padre de Telémaco y hermano mayor de Ctímene, que sufrieron esperándolo durante veinte años: diez de ellos los había pasado luchando en la guerra de Troya y los otros diez intentando regresar a Ítaca con una serie de problemas y obstáculos que tuvo que enfrentar.
Su aspecto físico era de gran fortaleza, alto y robusto. Su cabello era largo y marrón.
Penélope: Es la esposa del personaje principal, el rey de Ítaca Odiseo o Ulises. Ella espera durante veinte años el retorno de su marido de la Guerra de Troya. Por esta razón se la considera un símbolo de la fidelidad matrimonial, hasta el día de hoy. Mientras su esposo está fuera, Penélope es pretendida por múltiples hombres. Para mantener su castidad ante la ausencia de su marido, ésta idea un gran plan. Les dice a los pretendientes que aceptará la desaparición de Ulises, con la consecuente promesa de un nuevo enlace, cuando termine de tejer un sudario, para cuando falleciese el ex rey Laertes, en el que estaba trabajando. Para mantener el mayor tiempo posible este tejido en elaboración, procura deshacer por la noche lo que creó durante el día, y de esta forma soporta los 20 años. Justo cuando Ulises llega a casa, Penélope termina la labor, Ulises mata a los pretendientes y permanece con ella.
Penélope era guapa, rubia, simpática y fiel.
Telémaco: Es el hijo de Ulises y de Penélope. Telémaco era todavía un niño cuando su padre marchó a la Guerra de Troya, y en sus casi veinte años de ausencia creció hasta hacerse adulto. Después de que los dioses en asamblea hubieran decidido que Ulises debía volver a casa desde la isla de Ogigia, Atenea, adoptando la apariencia de Mentes, rey de los tafios, fue a Ítaca y advirtió a Telémaco que expulsase de su casa a los molestos pretendientes de su madre y se dirigiese a Pilos y a Esparta a fin de recabar información sobre su padre.
Desde Esparta, Telémaco regresó a casa, y una vez allí encontró a su padre con su fiel porquerizo Eumeo.
Telémaco era alto guapo y robusto, como su padre.
Hermes: Es el dios de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los pastores y las vacadas, de los oradores y el ingenio, de los literatos y poetas, del atletismo, de los pesos y medidas, de los inventos y el comercio en general, de la astucia de los ladrones y los mentirosos.
Era guapo y su cabello era marrón.
Zeus: Es el rey de los dioses olímpicos, gobernante del monte Olimpo y dios del cielo y el trueno. Zeus fue frecuentemente representado por los artistas griegos en dos poses: de pie, avanzando con un rayo levantado en su mano derecha, y sentado majestuosamente.
Hijo de Cronos y Rea, era el más joven de sus descendientes. En la mayoría de las tradiciones aparece casado con Hera, aunque en el oráculo de Dódona su esposa era Dione, con quien según la Ilíada fue padre de Afrodita. Es conocido por sus numerosas aventuras y amantes, fruto de las cuales fueron muchas deidades y héroes, incluyendo Atenea, Apolo y Artemisa, Hermes, Perséfone, Dioniso, Perseo, Heracles, Helena, Minos y las Musas. Con Hera suele decirse que fue padre de Ares, Hebe, Ilitía y Hefesto.1
Su equivalente en la mitología romana era Júpiter y en la etrusca Tinia. En la mitología hindú equivale a Indra, con quien comparte incluso el rayo como arma.
Atenea: Atenea o Atena, es la diosa de la sabiduría, la estrategia y la guerra . Fue considerada una mentora de héroes y adorada desde la Antigüedad como patrona de Atenas, donde se construyó el Partenón para adorarla. Fue asociada por los etruscos con su diosa Menrva, y posteriormente por los romanos con Minerva.
Poseidón: Era el dios del mar y, como «Agitador de la Tierra», de los terremotos.ón. Las tablillas en lineal B muestran que Poseidón fue venerado en Pilos y Tebas en la Grecia micénica de finales de la Edad del Bronce, pero fue integrado en el panteón olímpico posterior como hermano de Zeus y Hades. Poseidón tuvo muchos hijos y fue protector de muchas ciudades helenas, aunque perdió el concurso por Atenas contra Atenea. Le fue dedicado un himno homérico.
Mapas de la odisea
Páginas que he utilizado para hacer el trabajo
Opinión personal
Me ha parecido una historia interesante, porque te enseña la astucia de Ulises, y porque también es una historia de amor. Además Ulises, Telémaco y Penélope, viven muchas aventuras. También me ha gustado porque salen muchos dioses que ayudan a Ulises, Penélope y a Telémaco.