Las gafas.Cuentos romanos. A. MORAVIA
Natale, a primera vista, no parecía muy fuerte: de estatura mediana, corpulento, reventando en sus trajes que siempre parecían quedarle estrechos. Y en cambio era un toro; yo lo había visto levantar él solo, en el taller, un cochecito utilitario. Esta fuerza disimulada era un poco el símbolo de su verdadero carácter, escondido también bajo una apariencia seria y comedida. Era, en resumen, lo que se llama una mosca muerta: por fuera de una manera, y por dentro, de otra. Sólo su madre, si acaso, sabía verdaderamente cómo era: Natale le había abierto los ojos con el asunto de Nápoles, hacía unos años. En aqulla época, que en el Norte estaban todavía en guerra, Natale, que aún no se había destapado y engañaba todavía a su madre con su cara afligida y sus gafas, la convenció a ella y a unas amigas para que le confiaran una suma con la que ir a Nápoles a hacer acopio de medias de señora; en Roma escaseaban, las revenderían a un precio mucho mayor, bastaría para hacerse ricos todos. No sé por qué, se corrió por el edificio la voz de que Natale tenía olfato para los negocios, y todas aquellas pobres mujeres le dieron algo, y su madre le dio todos sus ahorros. Natale marchó a Nápoles en coche, pero no trajo las medias
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