Gabriela Cañas entrevista a Alberto Moravia .
Moravia, que estuvo en Madrid la pasada semana, asegura a sus 79 años que la característica fundamental de su vida es que ha estado más influida por las cosas que no quería que por las que quería."No quería la guerra y hubo guerra", dice. "No quería el fascismo y hubo fascismo. No quería enfermedad y he tenido enfermedad"
Pregunta. ¿A usted le gusta mucho viajar?.
Respuesta. Los viajes se basan en el exotismo. Se busca en otras partes lo que se cree que no se puede encontrar en casa. Por ejemplo, Stendhal estaba enfermo de exotismo italiano, y Merimee de exotismo español.
P. ¿El viaje es una fuente literaria o es una fuente de vida?
R. Es una fuente de vida.. nunca he escrito novelas sobre África, pero he hecho viajes bastante complicados. Por ejemplo, por dos veces he recorrido el río Congo pero no he escrito novelas sobre el Congo, sólo artículos. Todas mis novelas se desarrollan en Roma y en sus alrededores.
P. ¿Es el viaje una evasión de la vida cotidiana?
R. No. No es una fuga, una huída. Un viaje es un trauma, un choque. El viaje no es agradable. Muchas veces lo desconocido es desagradable, pero a mí me sienta bien a la salud. Me divierto mucho, pero de una manera no turística. Es como una prueba. por ejemplo, en Zaire tardé 16 horas de viaje para hacer 200 kilómetros. Dormí en el suelo o comí de lata, de pie, en la selva. Allí no hay hoteles, no hay gasolina, sólo existen los misioneros que son pobres .
P. ¿Es decadente la vida europea?. No es decadente, es cómoda.
Alberto Moravia escribió su primera novela, Los indiferentes, cuando todavía no había cumplido los 17 años. Todavía recuerda hoy que comenzó a escribirla en octubre de 1925. "Mi padre era arquitecto, pintor diletante. La mía era una familia burguesa normal. Yo soy el que no era normal. Durante mi niñez y juventud estuve enfermo. Tenía tuberculosis ósea y pasé cinco años en cama, así que leía mucho".
Su gran actividad literaria comenzó después de la II Guerra Mundial, cuando produjo Agostino, El desprecio, La campesina, El aburrimiento, La romana... Alberto Móravia no tiene descendencia. "Nunca he podido tener un hijo porque con mi primera mujer, Elsa , hubo la guerra y unos acontecimientos que nos lo impidieron . Luego, cuando quisimos tener hijos, también hubo otros problemas... Me gustan mucho los niños, pero no siento la necesidad de tenerlos".
Su novela La vida interior, publicada en 1979, fue secuestrada en Italia por obscena. Su última novela, El hombre que mira, está muy relacionada con su honda preocupación sobre la energía nuclear preocupación que trasladó al Parlamento Europeo como miembro del mismo.
Ahora está escribiendo una novela "sobre la necesidad de la familia". Se trata de una necesidad que tampoco siente él particularmente. "Supongo que si existe la familia es que existe la necesidad".
Alberto Moravia, casado desde enero con la tudelana Carmen Llera, de 31 años, estuvo en Madrid para hablar de su propia literatura y de su amigo P.Paolo.
La amistad es para Alberto Moravia "una forma de estar juntos sin hablar"; es posible que por ello se cierre en frases tajantes cuando habla de su amigo.
P. ¿Qué valora de la amistad?
R. Es una forma de estar juntos sin hablar.
P. ¿Le molesta hablar, explicarse? R. No, pero para comunicarse a través de la amistad no hacen falta palabras.
P. ¿La pérdida de una amistad es también la pérdida de una parte de sí mismo?
R. Cierto. La muerte de Paolo fue una catástrofe. Él no tenía muchos amigos. Yo tampoco tenía entonces muchos amigos. Él era uno de ellos.
P. Dijo usted una vez que los artistas rara vez son revolucionarios.
R. El arte es conservador. Conserva la realidad; la coloca fuera del tiempo. Por eso el artista tiende a ser conservador, pero como está muy cerca de la naturaleza también es revolucionario, porque la naturaleza no es conservadora.
P. Es una contradicción.
R. Pero nosotros vivimos de contradicciones.
Un Viaje a Lugo
Esa mañana nos levantamos muy temprano, queríamos aprovechar el tiempo y ver esta ciudad.
De la ciudad de Lugo partimos hacia Pedrafita; una vez allí pedimos instrucciones sobre el camino que debíamos continuar a pie, en ascenso para llegar hasta la cima y visitar una capilla abarrotada de peregrinos de todas partes.
El Parque natural de Os Ancares está bien bonito, nos comentaron que el mismo es territorio de paso del oso pardo.
La sierra tiene pequeños valles que se encuentran entre montañas altísimas.
Hemos hecho unas fotos muy bonitas de aquí. También cuando ibamos por la autopista del Norte impresiona ver el verde de la naturaleza, ver desde la carretera la altura impresionante de sus montañas .
Los que vivimos en ciudades tenemos parques pero no es lo mismo.
En las termas romanas había muchísima agua y también lodo, para hacer terapias de todo tipo .
Regresamos de Pedrafita a Lugo y fuimos a comer a una casa de comidas caseras . ¡Qué bueno estaba toda la carne , verdura etc . pero las cañas rellenas de postre estaban deliciosas.
J C 1º ESO
De la ciudad de Lugo partimos hacia Pedrafita; una vez allí pedimos instrucciones sobre el camino que debíamos continuar a pie, en ascenso para llegar hasta la cima y visitar una capilla abarrotada de peregrinos de todas partes.
El Parque natural de Os Ancares está bien bonito, nos comentaron que el mismo es territorio de paso del oso pardo.
La sierra tiene pequeños valles que se encuentran entre montañas altísimas.
Hemos hecho unas fotos muy bonitas de aquí. También cuando ibamos por la autopista del Norte impresiona ver el verde de la naturaleza, ver desde la carretera la altura impresionante de sus montañas .
Los que vivimos en ciudades tenemos parques pero no es lo mismo.
En las termas romanas había muchísima agua y también lodo, para hacer terapias de todo tipo .
Regresamos de Pedrafita a Lugo y fuimos a comer a una casa de comidas caseras . ¡Qué bueno estaba toda la carne , verdura etc . pero las cañas rellenas de postre estaban deliciosas.
J C 1º ESO
Carta de Alberto Moravia a Nicola
Tu familia te manda decir que está bien, que recibieron las cartas y las fotografías y te desean muchas felicidades por las Fiestas, al igual que yo.
Querido Nicola:
Debí escribirte antes, pero tuve innumerables quebraderos de cabeza y hasta esta noche me decidí a hacerlo.
Ya son muchos años que no nos vemos, pero yo he conservado intacta la amistad que nos ligaba; es más, he tenido a menudo noticias tuyas, primero a través de F, y luego por otras fuentes, así he podido, más o menos, seguir todas tus peregrinaciones.
Probablemente querrás saber lo que he hecho durante todos estos años. Y te lo diré enseguida. He trabajado mucho (luego de las Ambiciones erradas, publiqué seis libros más); realicé algunos viajes (Estados Unidos, China, Grecia); finalmente me casé —no tengo hijos—, también mi esposa escribe.
En cuanto a las últimas vicisitudes políticas que han trastornado la vida de todos, naturalmente también la mía las ha resentido. Después del 25 de julio me puse a escribir artículos antifascistas, de tal suerte que, el 8 de septiembre, tuve que escapar. Escapé a una montaña salvaje de Ciociaria, donde viví durante nueve meses junto con mi esposa en un establo sin puertas y sin ventanas, junto a campesinos increíblemente primitivos. Fui liberado por la avanzada norteamericana de Cassino; durante esos nueve meses pude ver cosas bastante insólitas.
Hoy ya me encuentro nuevamente en mi casa; y ahora, si quieres, te diré algunas cosas sobre Italia. Italia ha sido asesinada, tanto por los propios italianos como por los otros, nadie que viva en el extranjero y, sobre todo, en Estados Unidos, puede darse cuenta de la terrible situación moral y física en la que ha caído este país; no hay trenes, no hay automóviles, muchas ciudades y pueblos están completamente destruidos y los habitantes carecen de vestido, de utensilios, de casa, de todo, viven en chozas o en campos de concentración. Las ciudades que más o menos han quedado intactas, como Roma y Nápoles, están llenas de prostitutas, de ladrones, de torvos traficantes, de limpiabotas, y de toda suerte de mierda. En el campo hemos regresado al bandidaje. A todo esto agrégale la guerra, que continúa, y que ha reducido a ruinas la mejor parte de Italia. De los lugares donde se han ido retirando, los alemanes han destruido cuidadosamente toda industria, incluso la más pequeña, los bombardeos han realizado el resto.
Entre Nápoles y Roma, las ciudades y los pueblos están completamente destruidos. Casi todos los castillos romanos ya no existen. Terracina, Cisterna, Fondi, Itri, Formia Valmontone, etcétera, ya no existen. Los alemanes inundaron toda la zona de Littoria, de tal suerte que regresó la malaria, como hace un siglo. En la ciudad, el hambre y los trabajos pesados han propagado la tuberculosis de una manera extraordinaria; hasta ahora, para todos estos males, no se han encontrado los remedios.
Es muy difícil, después de haber hablado del aspecto negativo de la situación, delinear lo positivo. Evidentemente existirá alguno, porque el pueblo italiano todavía existe, pero ahora, por lo menos, no se ve. Ciertamente, existe una fuerte actividad política, pero, por ahora, con la guerra e Italia controlada por los aliados y dividida en dos, está como sostenida en el aire. Se publican muchos periódicos, se escriben innumerables artículos, se recitan muchos discursos. Tengo la impresión que la gran mayoría del pueblo italiano, ante todo, piensa en conservarse, cosa ya bastante difícil. En realidad, la derrota no ha revelado ninguna nueva clase política, sino solamente un cierto número de individuos preparados, no mucho, a decir verdad; el resto, es decir, las nueve décimas de la población, tiene las ideas muy confusas y no sabe de qué lado ponerse. Los partidos de izquierda, sobre todo los comunistas, dan muchas señales, pero esto, a mi parecer, todavía no es un signo de madurez política. El fascismo ha dejado una inmensa y desastrosa herencia de ignorancia y de materialismo, y se necesitará tiempo antes de que la gente se acostumbre a pensar por sí misma y a pensar de una manera desinteresada.
Como puedes ver, el cuadro es más bien negro; esto no quita que sea legítimo pensar que las cosas podrían mejorar algún día, pero no muy pronto.
Esta carta podría ser diez veces más larga, pero el jugo sería el mismo. Esperemos que en Estados Unidos se den cuenta que este desventurado país está agonizando y que necesita urgentemente de ayuda. Evidentemente, la culpa de todo esto se remonta a los propios italianos, pero los problemas en el mundo no se resuelven intentando buscar al culpable; además, no sólo los italianos son culpables.
Adiós querido Nicola, me enteré que te casaste de nuevo, te deseo lo mejor para ti y para tu esposa.
Tuyo
Alberto Moravia
Escríbeme, mándame noticias tuyas y de los amigos.
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Querido Nicola:
Debí escribirte antes, pero tuve innumerables quebraderos de cabeza y hasta esta noche me decidí a hacerlo.
Ya son muchos años que no nos vemos, pero yo he conservado intacta la amistad que nos ligaba; es más, he tenido a menudo noticias tuyas, primero a través de F, y luego por otras fuentes, así he podido, más o menos, seguir todas tus peregrinaciones.
Probablemente querrás saber lo que he hecho durante todos estos años. Y te lo diré enseguida. He trabajado mucho (luego de las Ambiciones erradas, publiqué seis libros más); realicé algunos viajes (Estados Unidos, China, Grecia); finalmente me casé —no tengo hijos—, también mi esposa escribe.
En cuanto a las últimas vicisitudes políticas que han trastornado la vida de todos, naturalmente también la mía las ha resentido. Después del 25 de julio me puse a escribir artículos antifascistas, de tal suerte que, el 8 de septiembre, tuve que escapar. Escapé a una montaña salvaje de Ciociaria, donde viví durante nueve meses junto con mi esposa en un establo sin puertas y sin ventanas, junto a campesinos increíblemente primitivos. Fui liberado por la avanzada norteamericana de Cassino; durante esos nueve meses pude ver cosas bastante insólitas.
Hoy ya me encuentro nuevamente en mi casa; y ahora, si quieres, te diré algunas cosas sobre Italia. Italia ha sido asesinada, tanto por los propios italianos como por los otros, nadie que viva en el extranjero y, sobre todo, en Estados Unidos, puede darse cuenta de la terrible situación moral y física en la que ha caído este país; no hay trenes, no hay automóviles, muchas ciudades y pueblos están completamente destruidos y los habitantes carecen de vestido, de utensilios, de casa, de todo, viven en chozas o en campos de concentración. Las ciudades que más o menos han quedado intactas, como Roma y Nápoles, están llenas de prostitutas, de ladrones, de torvos traficantes, de limpiabotas, y de toda suerte de mierda. En el campo hemos regresado al bandidaje. A todo esto agrégale la guerra, que continúa, y que ha reducido a ruinas la mejor parte de Italia. De los lugares donde se han ido retirando, los alemanes han destruido cuidadosamente toda industria, incluso la más pequeña, los bombardeos han realizado el resto.
Entre Nápoles y Roma, las ciudades y los pueblos están completamente destruidos. Casi todos los castillos romanos ya no existen. Terracina, Cisterna, Fondi, Itri, Formia Valmontone, etcétera, ya no existen. Los alemanes inundaron toda la zona de Littoria, de tal suerte que regresó la malaria, como hace un siglo. En la ciudad, el hambre y los trabajos pesados han propagado la tuberculosis de una manera extraordinaria; hasta ahora, para todos estos males, no se han encontrado los remedios.
Es muy difícil, después de haber hablado del aspecto negativo de la situación, delinear lo positivo. Evidentemente existirá alguno, porque el pueblo italiano todavía existe, pero ahora, por lo menos, no se ve. Ciertamente, existe una fuerte actividad política, pero, por ahora, con la guerra e Italia controlada por los aliados y dividida en dos, está como sostenida en el aire. Se publican muchos periódicos, se escriben innumerables artículos, se recitan muchos discursos. Tengo la impresión que la gran mayoría del pueblo italiano, ante todo, piensa en conservarse, cosa ya bastante difícil. En realidad, la derrota no ha revelado ninguna nueva clase política, sino solamente un cierto número de individuos preparados, no mucho, a decir verdad; el resto, es decir, las nueve décimas de la población, tiene las ideas muy confusas y no sabe de qué lado ponerse. Los partidos de izquierda, sobre todo los comunistas, dan muchas señales, pero esto, a mi parecer, todavía no es un signo de madurez política. El fascismo ha dejado una inmensa y desastrosa herencia de ignorancia y de materialismo, y se necesitará tiempo antes de que la gente se acostumbre a pensar por sí misma y a pensar de una manera desinteresada.
Como puedes ver, el cuadro es más bien negro; esto no quita que sea legítimo pensar que las cosas podrían mejorar algún día, pero no muy pronto.
Esta carta podría ser diez veces más larga, pero el jugo sería el mismo. Esperemos que en Estados Unidos se den cuenta que este desventurado país está agonizando y que necesita urgentemente de ayuda. Evidentemente, la culpa de todo esto se remonta a los propios italianos, pero los problemas en el mundo no se resuelven intentando buscar al culpable; además, no sólo los italianos son culpables.
Adiós querido Nicola, me enteré que te casaste de nuevo, te deseo lo mejor para ti y para tu esposa.
Tuyo
Alberto Moravia
Escríbeme, mándame noticias tuyas y de los amigos.
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Cartas a Alberto
Querido Alberto, .
te envío esta carta para que me des un consejo. Es una novela, pero no está escrita como están escritas las verdaderas novelas: su lenguaje es el que se utiliza para las cartas privadas y también para la poesía;
Habitualmente en la novela el narrador desaparece, para dejar su sitio a una figura convencional que es la única capacitada para tener una verdadera relación con el lector. ( el verdadero protagonista de la lectura de una novela es precisamente el lector).
Ahora en estas páginas he hablado al lector directamente . Esto significa que no he hecho de mi novela un «objeto», una «forma», por tanto obediente a las leyes de un lenguaje que le asegurase la necesaria distancia de mí. No: le he hablado al lector en cuanto yo mismo, en carne y hueso, tal como te escribo esta carta, o como a menudo he escrito mis poesías en italiano. (1) He hecho de la novela un objeto no sólo para el lector, sino también para mí.
No carezco de habilidad, no estoy en ayunas sobre el arte retórico y ni siquiera me falta la paciencia (ciertamente no la ilimitada paciencia que sólo se tiene cuando jóvenes): podría hacerlo, lo repito. Pero si lo hiciera ante mí tendría un solo camino: el de la evocación de la novela.
Todo lo que en esta novela es novela.
Ya no tengo ganas de jugar y por eso me he conformado con narrar como he narrado. Y éste es el consejo que te pido: lo que he escrito, ¿es suficiente para decir digna y poéticamente lo que quería decir? O acaso sería realmente necesario que volviese a escribirlo todo en otro registro, creando la ilusión maravillosa de una historia que se desarrolla por cuenta propia, en un tiempo que, para cada lector, es el tiempo de la vida vivida y que queda intacta a sus espaldas, revelando como verdaderas realidades aquellas cosas que sencillamente habían parecido naturales?
Quisiera que tuvieras en cuenta, al aconsejarme, que el protagonista de esta novela es lo que es, y aparte de las analogías entre su historia y la mía, o la nuestra analogías ambientales o psicológicas que son puros envoltorios existenciales, útiles para dar concreción a lo que acontece en el interior.
Esta novela ya no le sirve de mucho a mi vida (como las novelas o las poesías que se escriben en la juventud), no es un alegato, ¡ eh, hombres!, yo existo, sino el preámbulo de un testamento, el testimonio de esa poca sabiduría que uno ha acumulado, ¡ y que es completamente diferente de la que uno esperaba | imaginaba | !
Paolo
te envío esta carta para que me des un consejo. Es una novela, pero no está escrita como están escritas las verdaderas novelas: su lenguaje es el que se utiliza para las cartas privadas y también para la poesía;
Habitualmente en la novela el narrador desaparece, para dejar su sitio a una figura convencional que es la única capacitada para tener una verdadera relación con el lector. ( el verdadero protagonista de la lectura de una novela es precisamente el lector).
Ahora en estas páginas he hablado al lector directamente . Esto significa que no he hecho de mi novela un «objeto», una «forma», por tanto obediente a las leyes de un lenguaje que le asegurase la necesaria distancia de mí. No: le he hablado al lector en cuanto yo mismo, en carne y hueso, tal como te escribo esta carta, o como a menudo he escrito mis poesías en italiano. (1) He hecho de la novela un objeto no sólo para el lector, sino también para mí.
No carezco de habilidad, no estoy en ayunas sobre el arte retórico y ni siquiera me falta la paciencia (ciertamente no la ilimitada paciencia que sólo se tiene cuando jóvenes): podría hacerlo, lo repito. Pero si lo hiciera ante mí tendría un solo camino: el de la evocación de la novela.
Todo lo que en esta novela es novela.
Ya no tengo ganas de jugar y por eso me he conformado con narrar como he narrado. Y éste es el consejo que te pido: lo que he escrito, ¿es suficiente para decir digna y poéticamente lo que quería decir? O acaso sería realmente necesario que volviese a escribirlo todo en otro registro, creando la ilusión maravillosa de una historia que se desarrolla por cuenta propia, en un tiempo que, para cada lector, es el tiempo de la vida vivida y que queda intacta a sus espaldas, revelando como verdaderas realidades aquellas cosas que sencillamente habían parecido naturales?
Quisiera que tuvieras en cuenta, al aconsejarme, que el protagonista de esta novela es lo que es, y aparte de las analogías entre su historia y la mía, o la nuestra analogías ambientales o psicológicas que son puros envoltorios existenciales, útiles para dar concreción a lo que acontece en el interior.
Esta novela ya no le sirve de mucho a mi vida (como las novelas o las poesías que se escriben en la juventud), no es un alegato, ¡ eh, hombres!, yo existo, sino el preámbulo de un testamento, el testimonio de esa poca sabiduría que uno ha acumulado, ¡ y que es completamente diferente de la que uno esperaba | imaginaba | !
Paolo
Lúcidos, atormentados, sensibles y crueles
Hola , os escribo a todos y a todas compañeros de clase .
Cómo no sabía por dónde empezar , he buscado en internet a traves de una frase que aparece en nuestro blog y me he quedado con la pregunta ¿ a qué le llaman un ordenado caos?
1ª A La lucha diaria entre lo que debo hacer y lo que quiero hacer y no me dejan.
2ª A la lucha interior le quiero pero no me conviene.
3ª a navegar por este mundo entre lo que nos obligan las leyes y lo que nos dicta nuestro sentido común , cada día más presionado por la moda, la tele, las amigas, los amigos, el facebook, el hiv5,
4ª el ansia descontrolada de buscar la felicidad que nos lleva por caminos tan difíciles como nosotros mismos .
En fin voy a desayunar , espero no haberos cansado , si teneis ideas frescas y quereis compartirlas , aquí estoy .
Sobre todo , aparta de ti todo aquello que te haga sufrir de forma gratuita.
No quiero ser cursi , pero os quiero
Cómo no sabía por dónde empezar , he buscado en internet a traves de una frase que aparece en nuestro blog y me he quedado con la pregunta ¿ a qué le llaman un ordenado caos?
1ª A La lucha diaria entre lo que debo hacer y lo que quiero hacer y no me dejan.
2ª A la lucha interior le quiero pero no me conviene.
3ª a navegar por este mundo entre lo que nos obligan las leyes y lo que nos dicta nuestro sentido común , cada día más presionado por la moda, la tele, las amigas, los amigos, el facebook, el hiv5,
4ª el ansia descontrolada de buscar la felicidad que nos lleva por caminos tan difíciles como nosotros mismos .
En fin voy a desayunar , espero no haberos cansado , si teneis ideas frescas y quereis compartirlas , aquí estoy .
Sobre todo , aparta de ti todo aquello que te haga sufrir de forma gratuita.
No quiero ser cursi , pero os quiero
Cuentos romanos : las gafas ( fragmento )
Estas cosas yo las sabía y no las sabía, porque, aunque frecuentaba la casa, nada se traslucía. Nespola, muy viva, siempre ocupada, como mucho dejaba escapar un suspiro de cuando en cuando, y a él, además, ya le podían escupir a la cara que no se descomponía. En suma, guardaban las apariencias; pero es de creer que, a solas, ella se desespe¬raba y lloraba y que él le prometía que cambiaría de vida. Pero tan pronto como encontraba un nuevo trabajo vol¬vía a caer en lo mismo.
Natale, a primera vista, no parecía muy fuerte: de estatura mediana, corpulento, reventando en sus trajes que siempre parecían quedarle estrechos. Y en cambio era un toro; yo lo había visto levantar él solo, en el taller, un co¬checito utilitario. Esta fuerza disimulada era un poco el símbolo de su verdadero carácter, escondido también bajo una apariencia seria y comedida, Era, en resumen, lo que se llama una mosca muerta: por fuera de una mane¬ra, y por dentro, de otra. Sólo su madre, si acaso, sabía verdaderamenie cómo era.
Natale, a primera vista, no parecía muy fuerte: de estatura mediana, corpulento, reventando en sus trajes que siempre parecían quedarle estrechos. Y en cambio era un toro; yo lo había visto levantar él solo, en el taller, un co¬checito utilitario. Esta fuerza disimulada era un poco el símbolo de su verdadero carácter, escondido también bajo una apariencia seria y comedida, Era, en resumen, lo que se llama una mosca muerta: por fuera de una mane¬ra, y por dentro, de otra. Sólo su madre, si acaso, sabía verdaderamenie cómo era.
Cuentos romanos : El crimen perfecto ( fragmento )
Siempre como en un juego, y porque me causaba mucho placer, ideé un plan con todos sus detalles. Pero luego, una vez formulado este plan, me entró la tentación de aplicarlo, y esa tentación era tan fuerte que no pude resistir más y decidí pasar a la acción. Pero quizás no decidí nada y me encontré en plena acción cuando creía fantasear. Digo esto para que se vea que, como ocurre en amor, hice todo naturalmente, sin esfuerzo, sin voluntad, casi sin darme cuenta.
Empecé, pues, a decirle, entre una y otra taza de café que conocía a una chica muy guapa, que esta vez no se trataba de una de las consabidas chicas que me gustaban a mí y que luego él me birlaba, sino de una chica que había puesto sus ojos en él y que no quería a nadie más. Esto se lo repetí día tras día, una semana seguida, añadiendo siempre nuevos detalles sobre aquel amor tan ardiente y fingiendo que yo estaba celoso. Él, primero, se hizo el indiferente, y decía:
—Si me ama, que venga al bar... La invitaré a café.
Pero luego empezó a enervarse. De vez en cuando, fingiendo bromear, me preguntaba:
—-Oye.." ¿ y aquella chica?.,. ¿Me sigue amando?
Y yo le contestaba:
—¡Y hasta qué punto!
—¿Y qué dice?
—Dice que le gustas muchísimo.
—Pero ¿por qué?,. ¿Qué es lo que le gusta de mi?
—Todo: la nariz, el pelo, los ojos, la boca, la forma en que manejas la máquina del café... todo, ya te digo,..
Un fin, precisamente todas las cosas que yo odiaba en él, y por todas las que sería capaz de matarlo, fingía que eran las que habían vuelto loca a aquella muchacha de mi invención. Él sonreía y se hinchaba como un pavo porque era vanidoso y se creía quién sabe qué. Se veía que su cabecita no hacía más que pensar en ello y que quería conocer a la muchacha; sólo el orgullo le impedía pedírmelo.
Empecé, pues, a decirle, entre una y otra taza de café que conocía a una chica muy guapa, que esta vez no se trataba de una de las consabidas chicas que me gustaban a mí y que luego él me birlaba, sino de una chica que había puesto sus ojos en él y que no quería a nadie más. Esto se lo repetí día tras día, una semana seguida, añadiendo siempre nuevos detalles sobre aquel amor tan ardiente y fingiendo que yo estaba celoso. Él, primero, se hizo el indiferente, y decía:
—Si me ama, que venga al bar... La invitaré a café.
Pero luego empezó a enervarse. De vez en cuando, fingiendo bromear, me preguntaba:
—-Oye.." ¿ y aquella chica?.,. ¿Me sigue amando?
Y yo le contestaba:
—¡Y hasta qué punto!
—¿Y qué dice?
—Dice que le gustas muchísimo.
—Pero ¿por qué?,. ¿Qué es lo que le gusta de mi?
—Todo: la nariz, el pelo, los ojos, la boca, la forma en que manejas la máquina del café... todo, ya te digo,..
Un fin, precisamente todas las cosas que yo odiaba en él, y por todas las que sería capaz de matarlo, fingía que eran las que habían vuelto loca a aquella muchacha de mi invención. Él sonreía y se hinchaba como un pavo porque era vanidoso y se creía quién sabe qué. Se veía que su cabecita no hacía más que pensar en ello y que quería conocer a la muchacha; sólo el orgullo le impedía pedírmelo.